Monseñor Seitz pide perdón a migrantes en México por la política de EE. UU.
La administración Trump, «aparentemente con el apoyo suficiente de gente de la sociedad, ha aumentado este sentimiento antiinmigrantes a un nivel totalmente nuevo, a un extremo totalmente nuevo, y lo hemos sentido personalmente aquí en la frontera. No se trata de otros. Se trata de nosotros», ha afirmado el obispo en el marco del Encuentro Pastoral anual con Migrantes en la Frontera
El obispo católico de El Paso (Estados Unidos), monseñor Mark Seitz, ha pedido perdón esta semana a los migrantes centroamericanos atrapados en Ciudad Juárez (México) sin poder entrar en el país. «Lo siento», les dijo en español. «Como cristianos, como buenos ciudadanos, deberíamos estar preparados para dar la bienvenida a los que necesitan ayuda. Pero, tristemente, ese no es el sentir del Gobierno de Estados Unidos ahora mismo».
En una visita a la ciudad mexicana dentro de la semana de Encuentro Pastoral anual con Migrantes en la Frontera, el obispo lamentó también que su país no hace honor a las palabras escritas en la base de la Estatua de la Libertad, en la que se llama a las masas cansadas y hambrientas del mundo que deseen ser libres. «No estamos siendo fieles a esa promesa», afirmó.
Junto con Seitz, han participado en el encuentro también monseñor Óscar Cantú, obispo de San José; monseñor Peter Baldacchino, obispo de Las Cruces, monseñor Brendan Cahill, obispo de Victoria, y el padre Robert Stark, coordinador regional de la sección de Migrantes y Refugiados. Desde el lunes, como preparación para la Jornada Mundial del Migrante y el Refugiado, ellos y el resto de participantes se han reunido con personas afectadas por la cuestión: migrantes, solicitantes de asilo, y granjeros itinerantes que cada día cruzan la frontera entre EE. UU. y México para trabajar.
Pero uno de los momentos más conmovedores fue la visita a Ciudad Juárez. Allí conocieron, por ejemplo, a Ingrid, una farmacéutica nicaragüense que decidió emigrar a Estados Unidos tras sufrir amenazas por haber participado en las manifestaciones del año pasado pidiendo democracia en su país.
Con sus dos hijos, de 12 y 8 años, emprendió el camino. Pero ha sufrido la política estadounidense de Permanecer en México, que obliga a los solicitantes de asilo a esperar en el país vecino mientras se tramita su solicitud. «Es triste llamar a la puerta y que te la cierren sin escucharte», compartió con los obispos.
Uno de los hechos que más afectó a los pastores fue ser testigos de cómo un grupo de migrantes subían a autobuses para ser devueltos a sus países. Hombres y mujeres cuya solicitud ha sido denegada o que, simplemente, habían perdido la esperanza de ser acogidos.
Entre ellos estaba Nelson López, que dejó Honduras con la esperanza de poder encontrar trabajo y dar una buena educación a su hija y mejorar las condiciones de vida de sus padres. Harto de esperar, la nostalgia le hizo aceptar la oferta de volver.
En la Misa de inauguración del Encuentro, el lunes, monseñor Seitz lanzó duras críticas contra el Gobierno de Estados Unidos. Y no solo por las políticas concretas, sino por alimentar el odio que, en agosto, llevó al tiroteo xenófobo que mató a 22 personas en una tienda Walmart en El Paso.
La administración Trump, «aparentemente con el apoyo suficiente de gente de la sociedad, ha aumentado este sentimiento antiinmigrantes a un nivel totalmente nuevo, a un extremo totalmente nuevo, y lo hemos sentido personalmente aquí en la frontera. No se trata de otros. Se trata de nosotros».
Al obispo —reconoció— le duele pensar que su diócesis pudo haberse convertido en el objetivo precisamente por su capacidad de acogida. «Somos una de las regiones con más desafíos del país si nos basamos en el nivel de ingresos, pero recibíamos a más de mil personas al día, alimentándolas, vistiéndolas, dándoles la ocasión de ducharse, dándoles la ocasión de contactar a sus familias». Esta apertura choca con el orgullo de la Administración al anunciar el descenso de las entradas de migrantes. Para los habitantes de El Paso, vivir esto «es como si se hubiera muerto un buen amigo».
CNS / Redacción