Entrevista al neocardenal Cristóbal López: «Mi nombramiento es un impulso al diálogo con el islam»
El salesiano español Cristóbal López está al frente de la archidiócesis de Rabat, una plaza clave en el diálogo interreligioso y la defensa de los derechos de los migrantes
Apenas año y medio después de su ordenación episcopal, el salesiano español Cristóbal López (Vélez Rubio –Almería–, 1952) será creado cardenal el 5 de octubre. Como arzobispo de Rabat, preside una pequeña comunidad católica de poco más de 20.000 fieles, todos extranjeros, mayoritariamente jóvenes subsaharianos. Pero como decía el propio López a este semanario en enero de 2018, «la Iglesia no es como la Coca Cola, que intenta ganarle mercado a la Pepsicola». El reto «no es hacer crecer la Iglesia, sino el Reino de Dios», y eso solo se consigue trabajando por «la justicia y la paz». Esta es la convicción un misionero, periodista de formación, que se encontró con el episcopado cuando estaba ya a punto de jubilarse tras varios años en Bolivia y Paraguay, o en el propio Marruecos, donde pasó 8 años en Kenitra (2003-2011), a unos 40 kilómetros de Rabat, donde fue director del colegio y del centro de formación profesional Don Bosco.
Después de tan poco tiempo como obispo, es sorprendente que a uno le creen obispo.
Siempre, imagino, es sorprendente. Al menos para mí ha sido una total sorpresa.
¿Cómo se enteró usted de la noticia?
Yo no sabía nada, nadie me notificó nada del nombramiento, me enteré al acabar la Misa de la mañana en la catedral, porque una persona me llamó por teléfono después de que el Papa lo hubiera dicho en el Ángelus. Fue de rebote, sin haber recibido ninguna notificación. «Déjate de bromear, con estas cosas no se juega», le dije a esta persona. Pero ya entonces vi un mensaje que me había enviado el nuncio, y comprendí que la cosa iba en serio.
¿Qué supone esto para la Iglesia en Marruecos y el norte de África, una Iglesia –como pudo todo el mundo ver durante el reciente viaje del Papa– joven, con rostro migrante, de gran vitalidad…?
Es evidente que este nombramiento no es en mérito a mi persona, no he tenido siquiera tiempo para hacer esos méritos. Los méritos son los de esta Iglesia, la Iglesia del norte de África. El Papa con cada nombramiento transmite un mensaje. Y creo que en este caso está diciendo: «Quiero impulsar el dialogo interreligioso e islamo-cristiano»; está diciendo: «Ánimo, Iglesias minoritarias del norte de África, vuestro testimonio es importante, no solo ahí donde estáis, sino para la Iglesia universal, vuestro aporte va a ser tenido en cuenta…». Y yo creo que también es un guiño al Reino de Marruecos, que tanto ha hecho y está haciendo por favorecer un islam moderado; que tanto hizo por que la visita del Papa en marzo fuera un éxito. Es también un reconocimiento a Marruecos, además de un guiño a la Iglesia del norte de África y al diálogo interreligioso. Yo creo que estas tres pistas podrían explicar el hecho bastante sorprendente de que después de año y medio de episcopado a uno le hagan cardenal.
¿Y ve un mensaje sobre las migraciones? Otro nombramiento sorpresa ha sido el del sacerdote Michael Czerny, subsecretario de la Sección de Migrantes y Refugiados del Vaticano. Y la Iglesia en Marruecos en los últimos años se ha caracterizado por su fuerte compromiso con los derechos de los migrantes, especialmente a través del hasta hace poco arzobispo de Tánger, Santiago Agrelo.
Aquí la voz de Santiago Agrelo ha estado siempre muy presente, sobre todo por su relación con España, donde cualquier repercusión suya tenía mucha repercusión y creo que la va a seguir teniendo como obispo emérito. Yo estoy un poco más alejado de ese aspecto de las migraciones. Tánger es muy distinto de Rabat en ese sentido, y él se implicó muy personal y directamente en la atención de los migrantes que estaban acumulándose en los bosques para dar el salto hacia Ceuta y Melilla. Aquí la realidad es diferente. Pero yo en cualquier caso no quisiera que estas cosas se vieran como posturas personales: es la Iglesia que está en Marruecos, la que adoptando la postura evangélica del buen samaritano, atiende a nuestros hermanos que están en situación de migración. Al que está enfermo se le ayuda a recuperar la salud; al que tiene necesidad de educación, se le ofrece; al que necesita hacer unos tramites burocráticos y legales y no sabe cómo, se le ayuda… Y a todos se les intenta abrir los ojos para que las decisiones que libremente tomen sean decisiones más sopesadas y reflexionadas, de modo que no vayan con los ojos vendados hacia una realidad que a menudo conduce a la muerte o a mucho sufrimiento. Es la postura de la Iglesia toda, no es la postura de un obispo.
¿Qué mensajes, qué felicitaciones le han llamado más la atención en estos días?
La reacción más entusiasta, más de júbilo ha sido en Paraguay. Ahí conservo gracias a Dios muchos amigos. Paraguay es un país de mucha práctica religiosa, un país donde la Iglesia lo es todo, donde el 99 % de la población es católica… Pero nunca han tenido un cardenal y, como yo soy naturalizado paraguayo (tengo la doble nacionalidad), han tomado las cosas por ese lado: «Por fin Paraguay tiene un cardenal». Desde ahí he recibido centenares, sino miles de mensajes. No exagero. Además han jugado con ventaja en cuanto al horario, porque cuando se comunicó el nombramiento en el Vaticano, allí eran las 6 de la mañana, así que se desayunaron con la noticia, que corrió como la pólvora. Sin embargo, en Marruecos la noticia empezó a conocerse a la 1 de la tarde de un domingo, y aquí los medios de comunicación no están atentos a estas cosas, no saben tal vez siquiera lo que es un cardenal.
Dijo usted en Twitter poco después de ser nombrado que no considera esto un ascenso.
Yo insisto en que ser nombrado cardenal no significa subir un escalón más en una jerarquía. Esto es importante resaltarlo. Por desgracia, la mentalidad más extendida no es esa. Muchos sacerdotes me felicitan por el ascenso, por la promoción. Y yo a todos les digo: «¿Qué Ascenso?¿Promoción? Yo no puedo ser promovido porque yo ya estoy en lo mas alto: soy hijo de Dios por el bautismo. ¿Hay algo más alto que eso?». Hay que desterrar esta mentalidad del carrierismo. Yo voy a seguir mi vida como siempre, porque el diploma que tengo y que rige mi vida es el bautismo, y en eso estamos todos a la misma altura, a la misma distancia del centro, que es Cristo. Si no cambiamos esta mentalidad sobre la Iglesia, vamos a tener siempre problemas, porque si hay una escalera de ocho peldaños y resulta que las mujeres solo pueden subir el primero o el segundo, se van a sentir con razón discriminadas. Pero si resulta que el punto más alto es ser hijo de Dios, tenemos todos la misma dignidad. Yo creo que eso los medios de comunicación cristianos tendrían que explicarlo. Porque si no, no salimos de lo de siempre: «Felicitaciones por un ascenso. ¿Ahora lo próximo qué es, ser Papa?». Es algo risible, una cosa ridícula.