Cardenal Estepa, catequista y pastor
«Siento que, en este momento, están acabando las dos Españas», decía en su primera Misa, en 1954, José Manuel Estepa. Pero pronto comprendió que los tiempos no estaban aún maduros…
Ha muerto con la satisfacción «por el deber cumplido». Así se refería Juan del Río a su amigo y predecesor, el primer arzobispo castrense que tuvo España (hasta entonces existían vicariatos castrenses dependientes del Papa), nombrado para esta responsabilidad en los años de plomo del terrorismo. Con excelentes relaciones en el entorno del Gobierno y, sobre todo, en la Jefatura de Estado, José Manuel Estepa nunca pretendió ejercer de político con sotana. Fue, ante todo, un pastor al servicio de los militares y guardias civiles creyentes. Y por eso mismo –añade Del Río– «tuvo que consolar a muchas víctimas [del terrorismo] e incluso llegó a defenderlas con mucho coraje en el seno de la Conferencia Episcopal», convencido como estaba de que posicionarse inequívocamente junto a ellas no suponía ningún tipo de injerencia ni toma de posición partidista, sino un deber de caridad y de justicia elemental.
Su condición de hijo de represaliado por la dictadura es un factor que probablemente explica su obsesión por tender puentes en los años de la Transición. Ya en su primera Misa, en 1954, decía en la homilía: «Estoy sintiendo que en este momento están acabando las dos Españas». Pero pronto comprendió que los tiempos no estaban aún maduros. Y continuó en Italia y Francia su formación, para regresar convertido en uno de los mayores expertos a nivel mundial en catequesis. Juan del Río lo describe como «el especialista número uno en la transmisión de la fe», aludiendo a su participación en la redacción del Catecismo, con al entonces cardenal Ratzinger. Pero lo que destaca el arzobispo no son tanto sus conocimientos, como su afán por «llevar a los demás esa profunda experiencia de Dios» que le marcó durante toda su vida.
Exactamente esa es la clave que explica la contribución en la reciente historia de España de otras grandes figuras eclesiales, como Fernando Sebastián y Elías Yanes, también recientemente fallecidos. Son obispos de una generación que promovió de forma incansable la reconciliación entre los españoles y puso las bases para una nueva forma de presencia en una sociedad plural de una Iglesia más libre y evangélica, una labor no siempre justamente reconocida.