La Virgen de la Flor de Lis
Al final de la calle Mayor, frente a Capitanía, desde hace un tiempo pueden apreciarse unos restos del ábside románico primigenio y de otro posterior de la iglesia de Santa María la Real de la Almudena, demolida en 1868.
Reformado y ampliado en los siglos XVII y XVIII, el templo lucía una fachada de Juan de Villanueva, pero su construcción se remonta al siglo XII. De esta iglesia procede la preciosa imagen de la Virgen de la Flor de Lis, recientemente restaurada, que, alojada en un nicho con arco de medio punto y enmarcada por un edículo neogótico en mármol, ocupa una capilla a la izquierda del crucero de la cripta de la catedral de la Almudena.
Esta pintura al fresco de la Virgen con el Niño, sentada, vestida con túnica verde bajo un manto blanco con forro granate que asoma ribeteando mangas y cuello, ostenta rasgos de estilo bizantino y románico. Se trata de la obra artística más antigua de la catedral, preservada venturosamente, pues, antes de llegar a la ubicación actual, el año de la consagración de la cripta, 1911, la Virgen que sujeta en su mano derecha una flor de lis dorada, tuvo un azaroso recorrido.
En un principio, la pintura decoraba el ábside románico del antiguo templo, que fue sustituido por otro cuadrangular en el XVII. En ese momento, por iniciativa de la reina Isabel de Bobón, esposa de Felipe IV, la imagen fue desgajada del muro y trasladada a la parte posterior de la iglesia, y allí permaneció hasta el derribo de Santa María la Real en el XIX, momento en que por fortuna fue llevada al cercano convento de monjas cistercienses del Sacramento.
Por lo que atañe a la fecha, el pergamino colgado junto a la Virgen se hace eco de la leyenda que la databa en tiempos de Alfonso VI, cuando Madrid con toda la taifa de Toledo pasó a formar parte de Castilla y León. No obstante, hoy, tomando como base detalles del rostro de la Virgen, como la forma ovalada y los ojos levemente rasgados, rasgos del estilo bizantino y románico, así como el orbe que porta el Niño y otros elementos del marco tardorrománicos e incluso góticos, se retrasa la ejecución hasta la segunda mitad del XIII.
Merced al trabajo de limpieza realizado, la Virgen de la Flor de Lis muestra todo el esplendor y la finura originales que en parte velaron los repintes barrocos.