Los mártires de Madrid «nos devuelven al realismo de nuestra fe»
Con motivo de la fiesta de San Juan de Ávila, el obispo auxiliar de Madrid Juan Antonio Martínez Camino ha destacado el modelo de los sacerdotes y seminaristas mártires del siglo XX en Madrid y ha presentado el Martirologio matritense
«La Iglesia de Madrid es una Iglesia martirial», ha afirmado monseñor Martínez Camino, obispo auxiliar de Madrid este viernes durante la celebración de la fiesta de San Juan de Ávila, patrono del clero secular español. Al impartir en el Seminario Conciliar la lección magistral La fuerza de la debilidad, Martínez Camino ha presentado el libro Martirologio matritense del siglo XX (BAC), «un acontecimiento singular para la diócesis de Madrid y para la Iglesia», fruto de un trabajo de cuatro años que ha dado como resultado un diccionario biográfico de la vida y muerte de 427 sacerdotes y seminaristas muertos en Madrid durante la persecución de los años 30.
«Por fin contamos con una visión panorámica suficientemente documentada y contrastada –ha afirmado el obispo auxiliar–, qué era necesario tener en Madrid pues otras diócesis ya la tenían desde hace años. Era preciso rellenar este hueco para recibir mejor el testimonio de nuestros mártires».
El Martirologio da fe de la vida y la muerte de 427 seminaristas y sacerdotes mártires. De ellos, 350 eran sacerdotes con oficio eclesiástico en Madrid, 24 eran capellanes castrenses, 11 eran seminaristas de la diócesis, y los 72 restantes eran sacerdotes que vivían en Madrid, habían venido a esconderse o fueron traídos aquí por sus verdugos.
Todos ellos proceden de 44 provincias distintas y 85 nacieron en la provincia de Madrid. Sus edades oscilan entre los 16 años de un seminarista y los 94 años de un sacerdote. Casi la mitad no se sabe dónde fueron enterrados y no se han encontrado sus restos. Y entre todos ellos hay un santo y cinco beatos.
«Todos eran conscientes de lo que les esperaba, no les pilló por sorpresa –ha dicho Martínez Camino–. Tenían asumido lo que les acechaba a la vuelta de la esquina, porque sabían lo que había ocurrido en México y en Rusia, así como en España desde el año 1931, y especialmente desde 1934».
Martínez Camino ha contado asimismo que en la ordenación de diáconos de 1936, el entonces obispo de Madrid, don Leopoldo Eijo y Garay, dijo: «El que tenga madera de mártir que de un paso hacia el altar», y todos lo dieron. «Encontraron el martirio no por amor a la muerte, sino por un bien mayor, manifestación de un poder más fuerte que el odio», ha señalado Martínez Camino. «Aquí se juega el ser o no ser cristiano, ser sacerdote de Jesucristo y no otra cosa. Los mártires nos devuelven al realismo de nuestra fe, porque no se puede servir a Dios y a los poderes del mundo, a veces disfrazados de razones apostólicas y amor a la Iglesia, en lo que supone una mundanidad espiritual».
El ejemplo de estos mártires «nos muestra que no hay otro camino hacia la luz que la Cruz. No hay pastores buenos que no deseen sufrir con Cristo para alegrarse con Él. Testigos de Cristo son los que mueren con su misma muerte, y a eso estamos llamados todos los bautizados. Desear sufrir por Cristo y con Cristo es la prueba de la vida cristiana. Y no es debilidad, sino el único camino verdadero», aseguró.
Por ello, «esta nube ingente de mártires que continúa hasta hoy los hace testigos del único verdadero poder: el del amor y la misericordia de Dios, un poder más fuerte que la muerte y que nuestros pecados. Que este Martirologio sirva para que resplandezca el poder de Dios y que todos nosotros no tengamos miedo de sufrir con Cristo y compartir su Cruz gloriosa, de modo que su poder resplandezca en nuestra debilidad».
Después de la conferencia de don Juan Antonio Martínez Camino, los presbíteros que este año celebran sus bodas de oro y plata sacerdotales han recibido un pequeño homenaje y la felicitación del cardenal arzobispo de Madrid, Carlos Osoro, quien les ha entregado un ejemplar del Martirologio.
Entre los homenajeados estaba presente monseñor José Cobo, obispo auxiliar de Madrid, que cumple este año los 25 años de su ordenación. «Los curas de mi promoción damos gracias a Dios y al presbiterio en el que hemos crecido –ha dicho en una breve intervención–. El nuestro era un tiempo sin móviles, en el que nos movíamos con una camioneta vieja y hacíamos los trabajos en máquina de escribir. Nos veíamos pobres y pequeños pero con mucho deseo de ser fecundo».
Monseñor Cobo ha señalado asimismo «la fuerza que tiene el decir Sí. Ese Sí marcó una novedad para cada uno de nosotros entonces. Hoy tenemos más años y menos ingenuidad, pero más corazón. Y hoy renovamos nuestra vocación, seguimos vibrando por la llamada de Dios y por la misión que Jesucristo nos ofrece. Queremos ser curas de comunión. Cristo nos pide renovar el Sí dado, sin cansancios, y con la Eucaristía que lo hace todo nuevo. Merece la pena y merece la vida caminar así».