Abada
Los aficionados a los crucigramas saben que abada, voz de origen malayo, es otro nombre para rinoceronte. Algunos diccionarios, aunque no el actual de la RAE, restringen el significado a la hembra. Otras fuentes identifican a la abada con el rinoceronte de la India y cuentan que los antiguos suponían que uno de sus dos cuernos poseía virtudes como antídoto para ciertos males. Además, Abada es el nombre de una calle corta que ahora va de la Gran Vía a la plaza del Carmen. Sin embargo esta callejuela –Mesonero Romanos, a quien se dedicaría una calle muy cerca, la llama traviesa, es decir, travesía– tenía vida y leyenda mucho antes de que a comienzos del siglo XX se abriera la Gran Vía, que de hecho la acortó. En el siglo XVI Abada estaba entre el convento del Carmen Calzado, desaparecido como tal aunque queda como único resto la iglesia del Carmen, y la parroquia de San Martín, que hoy se encuentra al otro lado de la Gran Vía.
La etimología popular o explicación legendaria del nombre lo atribuye a un rinoceronte que por allí, en las eras de san Martín, guardaban en una barraca unos feriantes portugueses, y que un día salió despavorido tras darle un pan ardiendo un mozo del cercano Horno de la Mata. La bestia mató al muchacho, y el prior de san Martín, Fray Pedro de Guevara, según refiere el padre Sarmiento, echó de allí a los portugueses, quienes en medio de la confusión dejaron escapar a la abada –que servía de diversión a niños y mayores– y la fiera causó una veintena de víctimas. En el lugar del suceso el prior mandó erigir una cruz en memoria del joven. Cuando más tarde la iglesia vendió las eras y empezaron a edificarse las casas y tiendas, se dio el nombre de Abada a la nueva calle.
En el XIX Abada tenía un aire de bajos fondos con figones, barberos, prestamistas, y tenduchos de libreros de viejo, y en la esquina con Chinchilla estaba el Café de la Alegría, muy popular entre los madrileños y el favorito de los extranjeros, y más tarde la famosa Fonda de Barcelona. Asimismo, en el número 2, tuvo su primera sede el Círculo de Bellas Artes. Hay, no obstante, otra versión que sostiene que Felipe II recibió como regalo del gobernador de Java un rinoceronte y mandó que lo alojaran en una caseta situada en el lugar que ocupa la calle de la Abada. A lo largo de los siglos, el rinoceronte pervive en el recuerdo. Por ello preside el azulejo que ostenta el nombre de la calle.