El Greco, a través de sus libros
Últimos días para ver, en el madrileño Museo del Prado, la muestra La Biblioteca de El Greco, una exposición que señala los gustos y querencias del artista a través de sus libros y nos acerca hasta ese reducto íntimo que se acomoda en las estanterías, gracias a los inventarios realizados tras la muerte del pintor por su hijo Jorge Manuel. Sólo hasta el próximo 29 de junio
Nadie sabe cuál fue el último libro que El Greco tendría sobre su mesilla aquel 7 de abril de 1614 en el que falleció, pero conocemos los títulos que llenaban su biblioteca gracias a los inventarios que realizó su hijo y heredero universal, Jorge Manuel Theotocópuli. Uno de ellos lo escribió semanas después de su fallecimiento y otro en 1621, para justificar los bienes que aportaba a su segundo matrimonio.
Tan sólo el hecho de que El Greco poseyera una biblioteca con libros en diversos idiomas nos da idea de su altura intelectual. El listado resulta revelador: 67 libros en italiano, 27 en griego, y sólo 17 en español, lo que confirma que nunca llegó a dominar del todo la lengua del país donde pasó la mayor parte de su vida. Para más señas, disponía de un lexicón griego y un diccionario de italiano, pero ninguno de español. En dos de estos libros —las joyas de la exposición—, El Greco realizó cientos de anotaciones y comentarios en los márgenes, por lo que disponemos de un material fundamental para conocer sus pensamientos sobre pintura y arquitectura, y sobre el arte y los artistas de su tiempo. Uno de estas obras es Tratado de arquitectura, de Vitrubio, que pertenece a la Biblioteca Nacional, y otra es un ejemplar de Vidas de los más excelentes pintores, escultores y arquitectos italianos, de Giorgio Vasari.
La Crucifixión, de Tintoretto
De pocos artistas de la importancia de El Greco disponemos de tantos textos manuscritos, por lo que esta exposición, comisariada por Javier Docampo, responsable de la Biblioteca del Museo del Prado, se convierte en una ocasión única para conocer al artista. Por las anotaciones que escribió en el famoso libro de Vasari, conocemos que se identifica plenamente con la escuela veneciana, especialmente con la de Tiziano, y llega a afirmar que la Crucifixión, de Tintoretto, es «la mejor pintura realizada nunca». Contrastan estas opiniones con el poco interés que el pintor cretense mostraba hacia Miguel Ángel, al que definió como «un pobre hombre que no sabe pintar».
La arquitectura también tenía gran interés para El Greco, y esto explica la presencia en su biblioteca de varios ejemplares del tratado de Vitrubio, con anotaciones e ideas muy originales, según los expertos, y otras obras como el Tratado del arte de la pintura, la escultura y la arquitectura, de Paolo Lomazzo, y la Práctica de la perspectiva, de Daniele Barbaro.
Por mucho que se sintiera fascinado por Toledo, El Greco nunca olvidó sus raíces griegas, como demuestra la presencia de las obras clásicas de Homero, Apiano Alejandrino, Jenofonte y otras dedicadas a Alejandro Magno. En el listado no aparecen libros de Platón, pero sí de Aristóteles. Dado que la gran mayoría de sus encargos eran de temática religiosa, El Greco quiso asegurarse de que las pinturas eran acordes con la doctrina, y de ahí la presencia de los únicos 11 libros de trama religiosa, entre ellos, los Cánones y Decretos del Concilio de Trento y Oraciones de san Juan Crisóstomo. La exposición del Prado se completa con una carta manuscrita enviada al cardenal Alessandro Farnese y con estampas de Cornelis Cort y de Alberto Durero, referencias ineludibles para el pintor, que probablemente le sirvieron de inspiración para alguno de sus lienzos.
Si crear una biblioteca es crear una vida, El Greco se proyecta a través de sus libros, y nos demuestra que su forma de entender el arte se forjó, en gran parte, entre las estanterías de su biblioteca.