Encubrimiento y abusos: «Ya no hay vuelta atrás»
«Ya no hay vuelta atrás», asegura Charles Scicluna. «Hemos visto un salto de calidad», añade Hans Zollner. Los más destacados sacerdotes expertos en combate a los abusos coinciden en constatar un paso adelante gracias a la reciente cumbre mundial sobre la materia. Su optimismo es prudente, porque la Iglesia –dicen– es como un «enorme buque» que está lentamente cambiando de dirección
Ya lo había anticipado Zollner, presidente del Centro para la Protección de los Menores de la Universidad Gregoriana de Roma: en cuatro días no se resuelve el problema. Por eso, los organizadores del encuentro establecieron objetivos precisos: sacudir las conciencias y mover las voluntades de 190 clérigos llegados de los cinco continentes. La representación más significativa del liderazgo católico a nivel mundial jamás reunida para abordar una «plaga» de contornos satánicos.
Para Scicluna, arzobispo maltés y secretario adjunto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, tras las discusiones en el Aula Nueva del Sínodo (que se extendieron del 21 al 24 de febrero), quedó claro que tanto los abusos como los encubrimientos son delitos. Pero, para él, «la verdadera transformación es un cambio en los corazones».
«Ahora hay un nivel mucho más elevado de conciencia, no hay vuelta atrás, proseguimos hacia una transformación. La Iglesia es como un gran buque y para cambiar de dirección se requieren grandes esfuerzos y mucho tiempo, pero vemos gran determinación en esto», replicó Zollner, en la conferencia de prensa final.
Los relatos de las víctimas
Fueron cuatro días de profunda intensidad, iniciados con los testimonios desgarradores de varios sobrevivientes. Porque, en torno a la cumbre, hubo dos clases de víctimas: algunas de ellas estuvieron dentro de la reunión y contaron sus historias, emocionando hasta las lágrimas a varios obispos. Otras estuvieron afuera, congregadas por la organización Ending Clergy Abuse. Protagonizaron una contracumbre y exigieron cambios radicales ya.
Una comitiva de ellas fue recibida, el miércoles 20, por Scicluna, Zollner, y Federico Lombardi (moderador del encuentro episcopal), así como por los cardenales Blase Cupich y Oswald Gracias. Un ejercicio de escucha que duró más de dos horas e incluyó momentos de alta tensión. Los representantes de ECA salieron con un discurso aún más crítico, salvo Juan Carlos Cruz, víctima chilena del sacerdote Fernando Karadima.
Su voz se escuchó al día siguiente, la mañana del 21, en un vídeo con cinco testimonios que abrió las sesiones de trabajo. «Perdones falsos, perdones obligados ya no funcionan. A las víctimas hay que creerlas, respetarlas, cuidarlas y repararlas. Hay que estar con ellas, hay que acompañarlas. Ustedes son los doctores de las almas y, sin embargo, con excepciones, se han convertido, en algunos casos, en asesinos de almas», dijo.
La sala se estremeció con el relato de una mujer africana cuya vida fue «arruinada» a causa de los abusos que, durante 15 años, sufrió a manos de un sacerdote. Este la dejó embarazada y la obligó a abortar tres veces. «He sufrido tales humillaciones en esta relación, que no sé qué me depara el futuro», contó acongojada. Siguieron otros relatos conmovedores, entre perversidades y esperanzas.
El dolor percibido en la pantalla fue interrumpido por el primer discurso del Papa. Una introducción corta en la que llamó a escuchar «con docilidad» el grito de los pequeños que piden justicia. Y apuntó: «El santo pueblo de Dios nos mira y espera de nosotros no simples y descontadas condenas, sino medidas concretas y eficaces de poner en práctica». Palabras que sirvieron de pistoletazo de salida y que marcaron el tono a la reunión.
Afuera del aula, la atención mediática era altísima. Decenas de periodistas llegaron a Roma especialmente para la ocasión. El primer gran desafío para el nuevo equipo informativo de la Santa Sede, renovado apenas algunos meses atrás. La respuesta fue proporcional a la demanda. Entre otras novedades, los periodistas pudieron seguir en vivo todas las conferencias magistrales con transmisiones en vídeo. Los discursos fueron ofrecidos con traducciones en cuatro idiomas, junto con abundantes y detallados datos de apoyo.
Como contraparte, algunos obispos participantes optaron por el silencio. Rechazaron solicitudes de entrevista, incluso después de que la periodista mexicana Valentina Alazraki pronunciase un discurso ante el pleno invitada por los mismos organizadores. Un mensaje a favor de la verdad y la transparencia, pero también en pro de la colaboración contra los abusadores. Pero ciertos clérigos parecieron no entender el fondo, y en privado manifestaron sentirse acosados por quienes consideran «opositores».
Scicluna lo reconoció abiertamente: «Tenemos un problema de comunicación, en las diócesis existen dificultades de conexión con el resto del mundo. Pero no hay rendición de cuentas sin comunicación».
El secreto pontificio
La mexicana no fue la única voz femenina que se escuchó en la cumbre. Compartieron sentidas alocuciones sor Verónica Openibo, superiora de la Sociedad del Santo Niño Jesús, y Linda Ghisoni, subsecretaria del Dicasterio para los Laicos, Familia y Vida. Tras escuchar a esta última, la tarde del viernes 22 de febrero, el Papa tomó la palabra de improviso para destacar la importancia de las mujeres a la hora de abordar los problemas de la Iglesia.
«Invitar a hablar a una mujer no es entrar en la modalidad de un feminismo eclesiástico, porque finalmente todo feminismo termina por ser un machismo con falda. No. Invitar a hablar a una mujer sobre las heridas de la Iglesia es invitar a la Iglesia a hablar sobre sí misma», precisó.
Justamente Ghisoni puso sobre la mesa uno de los asuntos pendientes: el debate respecto al secreto pontificio para los casos de abuso. Sobre el particular se debatió en los siete grupos lingüísticos que celebraron sesiones todas las tardes, y cuyas conclusiones aún no han sido publicadas. Todavía no se tomó una decisión definitiva, pero existen voces de gran autoridad moral que abogan por revocar esa práctica, entre ellos el propio Scicluna.
El arzobispo explicó que el secreto fue establecido para asegurar la libertad de la Iglesia, por ejemplo en la selección de obispos, pero que esa práctica no debería utilizarse en las investigaciones por abuso. Y anticipó que se continuará discutiendo sobre ello, en un proceso de seguimiento que durará los próximos meses.
Porque aún quedan muchos asuntos en el tintero. Entre otros, definir con claridad las formas de enjuiciamiento a obispos negligentes o encubridores, situación que aún afronta poderosas resistencias, dentro y fuera de la Curia romana, a pesar de haber pasado ya casi tres años de la publicación del decreto papal Como una madre amorosa, que debía asegurar una rendición de cuentas más exigente a los pastores. El cardenal Sean O’Malley, presidente de la Pontificia Comisión para la Tutela de los Menores, reveló que «aún se trabaja» en la normativa interna ligada a ese decreto. Pero, hasta ahora, la cantidad de obispos llamados a rendir cuentas según el documento es igual a cero.
Camino por recorrer
De ahí la prudencia de Scicluna y compañía. Y las crecientes críticas de las asociaciones de víctimas. La Iglesia aún tiene camino por recorrer. Debe discutir a fondo sobre el concepto de «tolerancia cero» y encontrar un método para la difusión periódica de estadísticas oficiales públicas sobre clérigos involucrados en estos delitos.
Aún así, varias medidas ya han sido anunciadas. En breve, el Papa firmará dos decretos y unas líneas guía sobre el combate a los abusos en el territorio del Vaticano. La Congregación para la Doctrina de la Fe publicará un vademécum breve y claro sobre cómo actuar ante las denuncias. Y la Santa Sede avanzará en la conformación de grupos especiales (task forces) que viajen por el mundo para ayudar a las diócesis y conferencias episcopales con dificultades para avanzar hacia la transparencia.
Nada de esto ha sido considerado suficiente para las asociaciones activistas de víctimas, como la española Infancia Robada. En Roma, su representante Miguel Ángel Hurtado acusó al Papa de «hablar con generalidades» y pidió ser recibido por la Conferencia Episcopal Española.
Y apuntó: «Necesitamos un plan de acción, no un plan de oración. Lo que dijo el Papa Francisco hasta la fecha no es muy distinto a lo que dijeron Juan Pablo II o Benedicto XVI. ¿Por qué debemos creer que ahora sí va a suceder? ¿Que esta vez es la definitiva? En este momento, para las víctimas, el Papa y el Vaticano tienen credibilidad cero. El Vaticano tiene que actuar ya».