Libros 885 - Alfa y Omega

Libros 885

Redacción

«En un siglo, la poesía francesa ha rehecho la experiencia de todo el paganismo y ha pasado, de los sueños salvajes de la Revolución y del romanticismo, al nihilismo, al materialismo y a la completa desesperación». Así describe Paul Claudel la cultura francesa en el cambio de siglo, aunque el diagnóstico se podría extender hasta el trauma colectivo de la Gran Guerra. Frente a eso, no fueron pocos –empezando por varios poetas malditos– quienes encontraron en la Iglesia católica respuesta y consuelo. En El resurgimiento católico en la literatura europea moderna (1890-1945) (Ediciones Encuentro), Enrique Sánchez Costa presenta cómo fue, en Francia, Inglaterra y España, este fenómeno ignorado por el paradigma historiográfico y literario actual.

En comparación con el revival inglés que ya describió Joseph Pearce, el francés resulta más turbulento, más marcado por las limitaciones humanas, por el malogramiento de algunas conversiones, por el conflicto que supuso para muchos de sus protagonistas la atracción homosexual, e incluso por el escándalo político.

Es el retrato de una época fascinante, en el que conviven las vanguardias y el redescubrimiento del pensamiento tomista. Este renacimiento católico alcanzó, de una forma u otra, a toda la sociedad del momento. Basta pensar en la relevancia que tuvieron iniciativas como la Nouvelle Revue Française y la colección Le Roseau d’Or, que no eran confesionalmente católicas, pero aglutinaron a muchos conversos del entorno de Claudel y Jacques Maritain. El pensamiento de este último influyó en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, en la democracia cristiana europea, y en el Concilio Vaticano II. Este fenómeno fue también una oportunidad de maduración para la Iglesia, que vio cómo asumían el protagonismo los laicos, muchos de ellos conversos, y con más sensibilidad artística que los escritores canónicos -hoy olvidados- de décadas anteriores.

Con todo, lo más atractivo del libro de Sánchez Costa es descubrir el entramado de amistades y relaciones que fue el sustrato de este fenómeno. Como dijo Gabriel Marcel sobre su conversión, «uno va a Dios a través del hermano. He conocido a personas en las que sentía la realidad de Cristo tan viviente, que no me era posible dudar». Amistades de las de antes, alimentadas, por ejemplo, en los encuentros que hicieron «del modesto hogar [de los Maritain] uno de los centros de vida espiritual más fecundos de Francia e incluso de Europa»; y plasmadas por algunos de los mejores escritores de la época en cartas escritas a corazón abierto.

«He sufrido tanto en los últimos meses –le escribía en una de ellas Francis Jammes a Claudel– que la plegaria sola me consuela. Claudel, necesito a Dios. Quizá un día le escriba sobre ello. Tengo el hambre de que usted me hablaba». Y la respuesta: «¡Cómo desearía ser un santo para hablarle, querido amigo, y para decirle palabras santas, graves y consoladoras! En lugar de ello, no soy sino un pecador y un escritor ridículo».