Las Calatravas
La iglesia de las Calatravas de Madrid se encuentra en un lugar privilegiado muy cerca de la Puerta del sol. Inicialmente formaba parte del conjunto conventual de la Concepción Real propiedad de la orden militar de las Calatravas, fundada por fray Raimundo de Fitero en Calatrava la Vieja. Los caballeros sirvieron al rey Sancho III de Castilla en la reconquista y Madrid fue una de las primeras ciudades socorridas por ellos tras el asedio almohade del siglo XII.
En la cripta de la catedral se encuentra la imagen mariana más antigua, la Virgen de la Flor de Lis. Esta imagen procede de la iglesia de Santa María y posee la emblemática cruz de calatrava bajo los pies de la Virgen. Curiosamente fue descubierta en la iglesia de Santa María en 1623 el mismo año en que la orden se había establecido en la ciudad. Pudiera ser que pintaran la cruz en esa fecha para dejar patente en la iglesia más antigua de Madrid y primera consagrada, su participación en la reconquista.
La actual iglesia de las Calatravas procede de la rama femenina de la orden, las Comendadoras de Calatrava. Esta rama surgió como refugio para las damas cuyos maridos luchaban en la guerra. En la Edad Moderna, una vez finalizada la reconquista, los conventos de la orden se convirtieron en centros educativos de prestigio para miembros de la nobleza, y lugar de reunión de caballeros. Las comendadoras habían llegado a la capital procedentes de Almohacid de Zorita, población en la que se habían asentado tras dejar el convento de Pinilla de Jadraque, en Guadalajara. En 1623 Felipe IV las trasladó a la corte quedando entonces el de Almohacid en manos de franciscanas clarisas.
El edificio que en la actualidad podemos contemplar en la calle Alcalá fue diseñado por el sacerdote agustino fray Lorenzo de San Nicolás, y construido entre los años 1670 y 1678. Su fachada exterior fue reformada en época de Isabel II modificando su aspecto barroco original, e incluyendo aspectos más propios del neoplateresco. Durante la desamortización de Mendizábal el convento quedó vacío y en 1868 se decidió derribar todo el conjunto. Deliberaciones acaloradas en el Congreso encabezadas por Manuel Silvela consiguieron paralizar el derribo. Finalmente se conservó el templo, y en la actualidad ha sido restaurado con gran acierto.