«Organízate mejor, pero no explotes a nadie en tu casa»
El Servicio Jesuita a Migrantes de Valencia organiza un taller para que las trabajadoras del hogar conozcan sus derechos y se apoyen entre ellas
«¿Cuánto dinero me va a costar ser justo?», se pregunta José María Segura, director del Servicio Jesuita a Migrantes (SJM) de Valencia. «Si no lo va a notar tu bolsillo, a lo mejor no lo estás poniendo en práctica», responde. Son declaraciones duras, pero le sirven para lanzar un mensaje a los empleadores de trabajadoras del hogar que no las pagan con arreglo a la ley: «Organízate la vida mejor pero no explotes a nadie en tu casa».
La queja de este jesuita no es estéril. El SJM de Valencia organiza hasta el 23 de febrero el III Taller de Derechos y Deberes de Trabajadoras de Hogar para abordar su problema desde una perspectiva que Segura considera crucial; la fraternidad entre las empleadas. «Queremos generar un espacio en el que puedan encontrarse, cuidarse y compartir experiencias de vida que las empoderen», cuenta.
Además, según la coordinadora del taller, las charlas pretenden ayudar a las trabajadoras del hogar a «ver a qué mecanismos pueden recurrir cuando detectan que en su puesto de trabajo se está cometiendo una infracción de cualquier cariz». Con estas palabras, Cruzana Gómez Correcher no se refiere solo a un posible incumplimiento del contrato laboral. También a todo acoso que una limpiadora pueda sufrir y que suele quedar invisibilizado «porque el lugar en el que trabajan es un domicilio, un ámbito privado».
Sin embargo, estas reuniones no tienen el objetivo de demonizar a los empleadores. De hecho, las personas que contratan a trabajadoras del hogar también están invitadas a participar porque, como aclara José María Segura, «estamos siempre abiertos a que vengan a preguntarnos lo que quieran y facilitamos un espacio de encuentro y diálogo».
Alianzas en una lucha histórica
La lucha que los sindicatos han mantenido durante más de 40 años por los derechos de las trabajadoras del hogar no es ajena a la Iglesia católica. «Una prueba son estos talleres, que los financia la Delegación Diocesana de Migraciones y se hacen en entidades de la Compañía de Jesús», expone el director del SJM. De este modo, en el cartel que convoca las charlas, diferentes instituciones eclesiales conviven con otras como Comisiones Obreras porque, como explica Segura, para lograr verdaderas conquistas es fundamental tender puentes con la sociedad civil.
Pero no solo los sindicatos caben en esta alianza. El SJM también cuenta con el apoyo de instituciones como Rumiñahui, una asociación centrada en los derechos de la población de origen latinoamericano. Esta colaboración cobra especial sentido si se tiene en cuenta que, según Oxfam Intermón, un 56,4 % de las trabajadoras del hogar en España nacieron en el extranjero y, dentro de ese grupo, un 32 % proviene de Ecuador y otro 13 % de Colombia «Nosotros trabajamos en red con otras entidades del ámbito migratorio, civil o religioso», presume Cruzana Gómez, quien se muestra orgullosa de tejer una red con «todas las plataformas habidas y por haber donde podamos incidir para que la sociedad entienda nuestra lucha».
A pesar de la larga trayectoria de Iglesia y sindicatos exigiendo un mejor convenio para las trabajadoras, los avances han sido modestos. En 2012 abandonaron el Régimen Especial de la Seguridad Social para integrarse en el Régimen General con un traje hecho a medida; el Sistema Especial para Empleados de Hogar. Así, aunque técnicamente se han incorporado al Régimen General de la Seguridad Social, siguen encorsetadas en un sistema que no las equipara en derechos con el resto de asalariados. Como consecuencia, no pueden cobrar el paro ni tomarse vacaciones. «Parece ser que legislar sobre este tema es muy impopular y ningún político quiere hacer bandera de la causa ni nada al respecto», opina José María Segura. Además, España aún no ha ratificado el convenio 189 de la Organización Internacional del Trabajo. Un compromiso que otros países como Alemania o Italia ya han refrendado y que, entre otros aspectos, regula los períodos de descanso diarios y semanales que, hoy por hoy, son una quimera para las trabajadoras.
«Los cristianos deberíamos significarnos por cómo tratamos a la gente», sentencia José María Segura. Una seña de identidad que, a su juicio, deber manifestarse también a la hora de contratar a una empleada del hogar. «Debe tener dignidad, derechos, seguridad social y descansos. Si no, hay un ser humano al que no estás tratando como hijo de Dios», sentencia.
Por ese motivo, invita a los creyentes a liderar la lucha por los derechos de las trabajadoras del hogar con su ejemplo y combatir la idea de que estas mujeres «no tienen derecho a ciertas cosas porque así es más barato y nos lo podemos permitir».
También considera que muchos empleadores no son conscientes de cómo incumplen la normativa laboral y que, con un poco de pedagogía, los cristianos pueden sacarlos de su error. «Hay gente a la que solo hay que concienciar de que lo que hace va contra la Doctrina Social de la Iglesia y es ilegal», matiza.
Por último, considera que la Iglesia, comprometida históricamente con este problema, tiene la responsabilidad de «que se nos escuche desde los púlpitos y nuestros espacios en prensa diciendo que hay derechos laborales, un salario mínimo y que las señoras que trabajan en casa deben estar en condiciones y descansar lo que tengan que descansar».