Medieval
Si una sobremesa familiar comienza a decaer, grite usted: «Viva la Edad Media». Y deje que la cosa fluya
Hace unos días, la ministra de Sanidad ya en funciones, María Luisa Carcedo, llamó «medieval» una propuesta sobre la ley del aborto (poco importa que se hablara de una ley aprobada por su propio partido). No entraré al fondo del asunto sino en el adjetivo que utilizó para despreciar dicha propuesta: «medieval».
Resulta habitual escuchar que la Edad Media fue un tiempo de fanatismo y enfermedad, de ignorancia y guerras. Una época donde los vasallos vivían y morían atados a una tierra que no era suya. Un tiempo de oscuridad en la evolución social.
Todas esas cosas ocurrieron, sí, pero es que mil años dan para mucho. Y precisamente un milenio fue lo que duró la Edad Media: desde la disolución del Imperio romano de Occidente en el 476 hasta l453, año de la caída de Bizancio y la aparición de la imprenta.
Sin embargo, el Medievo que rechaza la ministra Carcedo es una de las etapas más fértiles de la civilización. Más aún, el Renacimiento no se explica sin el desarrollo cultural de la Edad Media, y el humanismo hunde sus raíces en el mundo medieval. En él se construyeron las catedrales, nació el primer capitalismo, se produjeron pasmosos avances científicos (en medicina y farmacia, en matemáticas, en arquitectura), se desarrolló la tecnología naval y también la agrícola…
El Medievo se caracterizó por su incansable intento de compatibilizar razón y fe. Y esto es lo que no se perdona a la Iglesia: que los benedictinos se convirtieran en custodios de la cultura, que el dominico Tomás de Aquino estableciera un nuevo modo de pensar, las universidades y el gregoriano, Guido de Arezzo y el desarrollo de la polifonía o que, ya en el siglo XVI, el derecho internacional y la economía moderna surgieran en la Escuela de Salamanca… a partir de la filosofía neoescolástica cristiana.
Fue el positivismo del XIX el que legitimó la idea de que la religiosa sociedad medieval era oscurantista. En este sentido, resulta ilustrativa la frase de Rousseau de que las catedrales son «restos de barbarie y de mal gusto». O asegurar que los medievales pensaban que la Tierra era plana cuando desde la Grecia clásica –de Pitágoras a Aristóteles– se sabía que la Tierra era esférica. Isidoro de Sevilla, clave del pensamiento medieval, escribió sobre el círculo ecuatorial y Colón jamás pretendió demostrar la redondez terrestre porque su expedición se basaba, precisamente, en que era redonda.
La concepción de la historia como una sucesión de hechos se superó hace décadas (no así la ministra), ya que los hechos son la espuma de la historia y lo importante de verdad son los procesos que subyacen en esos hechos. El filósofo agnóstico Umberto Eco escribió en La Filosofía y sus historias. La Antigüedad y el Medievo: «Es una falsedad decir que la Edad Media rechazó los descubrimientos científicos de la Antigüedad clásica para no contradecir las Sagradas Escrituras».
Por tanto, si una sobremesa familiar comienza a decaer, grite usted: «Viva la Edad Media». Y deje que la cosa fluya.