El Greco dialoga con la modernidad
Desde esta semana y hasta el próximo 5 de octubre, el Museo del Prado demuestra hasta qué punto El Greco influyó en el arte de vanguardia de los siglos XIX y XX, en una de las apuestas más ambiciosas acometidas por la pinacoteca madrileña en los últimos años. El Greco y la pintura moderna confirma la importancia que el redescubrimiento de este artista ejerció en una época en la que la pintura cambió de forma radical
No hay billetes. Agotadas las localidades. Estos carteles llevaban semanas colgados a las puertas de una de las exposiciones organizadas para conmemorar el cuarto centenario de la muerte de Domenico Theotocópuli, El Greco. La muestra El Griego de Toledo ha recibido más de un millón de visitantes, lo que la convierte en la más frecuentada de la historia de España, superando incluso el record que tenía la de Salvador Dalí del pasado año, en el Reina Sofía, de Madrid. Pero aún nos queda mucho por ver en el año de El Greco. El Museo del Prado coge el testigo del que, sin duda, se va a convertir en otro de los acontecimientos artísticos más importantes del año en la pinacoteca que posee la mejor colección del mundo del pintor cretense.
En esta muestra, veintiséis obras del artista, que creó con sus pinceles una nueva forma de mostrar la espiritualidad, hacen un careo con alguno de los más célebres pintores de los siglos XIX y XX, entre los que se encuentran Manet, Cézanne, Picasso, Pollock, Bacon y Giacometti entre muchos otros. Por más que resulte sorprendente, a su muerte, El Greco cayó en el olvido durante tres siglos, y fueron los primeros viajeros románticos que llegaron a Toledo en el siglo XIX los que se encargaron de contar al mundo la existencia de un artista genial que mostraba en sus cuadros una increíble modernidad. Esta exposición refleja precisamente la fascinación que El Greco causó en Manet y Cézanne, la obsesión de Picasso por el griego de Toledo, y la especial relevancia que tuvo en pintores norteamericanos como Jackson Pollock.
La creatividad es mucho más que ser diferente. Cualquiera puede hacer extravagancias, lo difícil es conseguir emocionar distorsionando las proporciones, jugando con el color y los espacios. Esa originalidad tan portentosa para su época, sólo la consiguieron genios como El Greco, que fue capaz de adelantarse cuatro siglos a los cambios sufridos en la historia de la pintura. Picasso dijo de él que era «el único pintor veneciano que realizaba sus pinturas con formas cubistas».
El influjo del cretense llegó también al otro lado del Atlántico. En esta exposición comprobamos el evidente impacto que El Greco causó en los óleos de Jackson Pollock, gran abanderado del expresionismo abstracto. En sus cuadernos de notas, el artista norteamericano no duda en situar al Greco como pieza fundamental del movimiento expresionista.
Si hay una pintura de El Greco que supuso toda una revelación para los expresionistas centroeuropeos fue Laoconte (1609). Las figuras están iluminadas por una luz tenebrosa que aumenta el dramatismo de la composición.
Édouard Manet viajó en 1865 a Toledo para estudiar la obra del pintor griego. En él encontró la inspiración que le indujo a componer obras como Cristo muerto con ángeles, de 1864. La figura de Cristo recibe el fogonazo de luz, mientras que los ángeles que le acompañan ocupan una zona de penumbra.
La versión que hizo Cezánne de La Dama del Armiño viaja por primera vez a España. Aunque en estos momentos la autoría de El Greco está cuestionada, Cezanne dota al cuadro de un valor decisivo en la concepción del arte moderno, pintando su propia versión de este retrato atribuido a Sofonisba Anguissola, pintora italiana que vivió en la corte de Felipe II.
Si ponemos frente a frente El Caballero de la mano en el pecho (hacia 1578-1580), considerado por muchos el mejor retrato de El Greco, con el que Modigliani realizó a su médico y amigo, Paul Alexandre, Paul Alexandre ante una vidriera, de 1913, comprobamos que Modigliani se fijó en El Greco para hacer suyas todas las características que definirían su estilo: alargamiento de las figuras, predominio del dibujo y tonos ocres y oscuros. En este famoso retrato de El Greco, la mirada melancólica del hidalgo nos hipnotiza, tal como años después ocurrirá con el majestuoso Retrato de Fray Hortensio Félix Paracivino (1609). Los profundos ojos negros del fraile trinitario se enganchan en nuestra mirada. Fray Hortensio fue predicador en los reinados de Felipe III y de Felipe IV. Sentado sobre un sillón de terciopelo verde, el ropaje no hace más que acentuar la inteligente mirada del fraile.