«Taizé me ayuda a sobrellevar la guerra»
Más de 2.000 jóvenes ucranianos hicieron presente en Madrid la necesidad de rezar por la paz. En los últimos años la comunidad está haciendo un esfuerzo especial por promover la comunión en aquel país
Oksana y Julya son dos de las pocas ucranianas que, para participar en el Encuentro Europeo de Taizé, no pasaron varios días en un autobús. Se mueven en silla de ruedas, y viajaron en avión con una decena de amigos. Uno de los objetivos de estas dos amigas protestantes era «dar a conocer que en Ucrania hay una guerra, y rezar con jóvenes de toda Europa por la paz». Zaporiyia, de donde viene buena parte del grupo, está a unos 200 kilómetros del Dombás, donde a día de hoy soldados ucranianos siguen combatiendo con separatistas prorrusos.
Con más de 2.000 jóvenes, los ucranianos fueron el segundo grupo más numeroso en Madrid, solo por detrás de los polacos. Curiosamente, una de las voluntarias que dirigía su desembarco en el colegio Nuestra Señora de la Consolación era Tatiana. Es rusa, y cuando lo dijo el día anterior en la primera reunión de voluntarios, casi todos de la parte occidental del país, fue recibida con un cálido aplauso. Masha, otra voluntaria, lo atribuye a que «a pesar del conflicto, la mayor parte de nosotros no odiamos a los rusos». Pero es indudable que el ambiente de comunión de Taizé también tuvo algo que ver.
Acompañar la delicada situación de Ucrania es una prioridad para la Comunidad de Taizé. Ya eran frecuentes los contactos antes, dada la gran cantidad de personas de este país que viajan tanto a la aldea francesa como a los encuentros europeos. «Nosotros hemos procurado devolverles la visita, estar y rezar con ellos allí donde viven», explica el hermano Jean-Daniel, eslovaco, encargado de la relación con Ucrania y Bielorrusia. La revolución del Maidán en 2013 y el conflicto en Donetsk y Lugansk desde 2014 hizo «más regulares las visitas». «Desde los inicios de la comunidad, los hermanos han estado muy pendientes de ayudar en las situaciones de conflicto». Ucrania ocupa un lugar prominente en la oración por la paz que se celebra cada domingo en Taizé. «Es una oración sin cantos y con mucho más silencio, porque ante un conflicto no tenemos respuestas que ofrecer», explica el religioso.
Otra Juliia, joven de 27 años de Kiev, valora mucho esta cercanía. Su relación con Taizé es paralela a la situación de su país: conoció la comunidad en el Encuentro Europeo de 2013 en Estrasburgo, coincidiendo con las protestas proeuropeas del Maidan, en su ciudad; y ese verano, ya con la guerra en el este del país en marcha, pasó dos meses como voluntaria en la Borgoña francesa. «Me estresaba mucho seguir todo el rato las noticias. ¡Era todo tan surrealista! No me podía creer que estuviera pasando eso en mi país. Tener ese tiempo de descanso espiritual, rezar, no seguir tanto los medios, hablar de lo hermoso de mi país con otros jóvenes y compartir lo que vivía con los hermanos y con la religiosa de San Andrés que me acompañaba espiritualmente, que me acogían y escuchaban sin juzgarme, me ayudaron a sobrellevarlo».
Con rusos en Kiev
Al año siguiente, ayudó a preparar un pequeño encuentro por la paz convocado por los hermanos en Kiev y Leópolis. 60 jóvenes europeos llegaron al país después de celebrar la Pascua ortodoxa en Rusia. Los acompañaban unos pocos rusos, y allí convivieron durante unos días con una treintena de ucranianos. Juliia se planteó participar también en la etapa rusa de la cita. «Pero en el último momento no me sentí preparada, a pesar de tener amigos de ese país. Los rusos que vinieron a Kiev eran conscientes de la situación y visitaron con nosotros a los soldados ucranianos heridos en el frente y a desplazados por la guerra. Hablábamos sinceramente y nunca tuvimos problemas políticos. De hecho, como hablábamos en inglés, ahora mismo no recuerdo quién era ruso».
Las actuales tensiones entre los ortodoxos ucranianos leales al Patriarcado de Moscú y los que apuestan por la nueva Iglesia ortodoxa ucraniana que el día 6 recibirá su tomos (decreto) de autocefalia del patriarca de Constantinopla suponen un nuevo reto. La mayoría de los jóvenes ucranianos que participan en Taizé son grecocatólicos del oeste, y por tanto más ajenos a esta vertiente del conflicto. Pero también hay ortodoxos. Juliia está vinculada al Patriarcado de Moscú, pero se alegra de que haya una nueva Iglesia independiente. Martina, que estos días estrenará esta nueva Iglesia, cree que «más que entre personas, el conflicto se da en el interior de la gente, que se debate entre la fidelidad a la Iglesia de sus padres y el rechazo» a su politización. «Para muchos es muy doloroso –explica el hermano Jean-Daniel– ver esto en la Iglesia, que siempre ha sido el lugar de relacionarse con Dios y crear comunión».
Cuando los jóvenes le abren su corazón sobre estas cuestiones, el religioso intenta «escuchar y ser cercano a todos, más que dar consejos». Y reconoce que, «más que animarlos, soy yo el que recibe ánimo de ellos. Su esperanza de que el mal, el miedo y la muerte no tienen la última palabra, algo muy presente en cómo los cristianos orientales viven la Pascua, termina transmitiéndome confianza a mí».