Los jóvenes se implican para desterrar el machismo del entorno escolar
200 alumnos de 12 institutos madrileños, convocados por la fundación pontificia Scholas Occurrentes, se han dado cita en el colegio Sagrado Corazón de Madrid para plantear soluciones contra la violencia de género y desterrar el machismo del entorno escolar
«Tocaba clase de Educación Física». Por aquel entonces, el caso de la Manada —el grupo de jóvenes condenados por el abuso sexual a una joven durante los sanfermines— llenaba las portadas de los periódicos. «El profesor se puso a repartir pañuelos para la actividad que íbamos a hacer» y uno de los compañeros de Laura, al recibir el suyo, le soltó a la cara: «“Mira, mira, somos como los de la Manada”. No sé si pretendía intimidarme o se estaba haciendo el gracioso con sus amigos, pero me sentí fatal», asegura la joven, de 17 años.
No es un caso aislado. También Claudia ha sufrido algún episodio desagradable en el entorno escolar. «Me gusta mucho el fútbol, pero los chicos de mi clase nunca me han dejado jugar con ellos en el recreo por ser chica», afirma. Como ellas, cerca de 200 jóvenes madrileños de 12 colegios públicos, privados y concertados de la ciudad denunciaron el viernes —apenas dos días antes de que se celebrara, el 25 de noviembre, el Día Internacional contra la Violencia de Género— que el machismo «está presente en nuestro día a día. Nosotros mismos nos hemos visto involucrados en situaciones de este tipo. Y vemos, además, que es un problema que se ha normalizado inconscientemente en nuestra sociedad». Así lo aseguraron los jóvenes en el documento final durante la clausura de la IV edición del programa Ciudadanía de la fundación pontificia Scholas Occurrentes.
Frente a esta lacra, los estudiantes propusieron soluciones como la habilitación de un punto de encuentro en redes sociales para víctimas de violencia machista o la utilización de internet para difundir charlas y vídeos para concienciar sobre este problema. Las propuestas fueron presentadas el viernes ante el director mundial de Scholas, José María del Corral, y el director general de Educación Infantil, Primaria y Secundaria de la Comunidad de Madrid, Juan José Nieto. El martes, el propio Papa Francisco recibió a Claudia en el Vaticano para conocer de primera mano las conclusiones alcanzadas por los jóvenes durante el cierre del acto de Scholas.
Para deshacer la lógica de la desigualdad y desterrar el machismo del entorno escolar, la batalla comienza con pequeños gestos en el patio del colegio. Allí los chicos y chicas no tienen una supervisión tan estricta y, en muchos casos, termina imponiéndose la ley del más fuerte.
Para Inma Marín, presidenta en España de la Asociación Internacional por el Derecho del Niño a Jugar, es importante «cambiar de mentalidad» y «dejar de ver el aula como el único espacio del centro escolar en el que se educa a los niños» y al «patio como el sitio donde se desfogan antes de volver a clase». Frente a esta visión, Marín define el patio como un «espacio exterior de aprendizaje». «Es el lugar donde los niños aprenden a socializar a través del juego y, por eso, es muy importante lanzarles un mensaje de igualdad y de no discriminación hacia el otro género».
Desde esta misma convicción, la Red de Patios Inclusivos y Sostenibles trabaja en la transformación de los patios escolares para «que todos sus usuarios lo puedan disfrutar de igual manera y que no se apropien de él un porcentaje pequeño de los alumnos», explica una de las impulsoras de la iniciativa, Marta Monasterio.
El proyecto, que ha sido replicado por el Ayuntamiento de Madrid en otros centros y que ha inspirado la transformación de diferentes patios a lo largo de España, nació en 2017 con el cambio de los patios de los colegios Nuestra Señora de la Paloma y Santa María de Madrid. «Eran grises, dominados casi en su totalidad por un campo de fútbol y, por lo tanto, ocupados en gran parte por aquellos niños a los que les gusta este deporte. En los márgenes, muchas veces sometidos a los balonazos, veías al resto de niños a los que no les gustaba el fútbol, y a las niñas intentado jugar a otras cosas», explica Monasterio.
Para la elaboración del nuevo lugar de recreo se consultó a todos los implicados –alumnas, alumnos, padres, profesores y directivos– y se decidió «reducir el campo de fútbol, y se incluyeron en el patio dos rocódromos, un huerto más grande, un merendero, estructuras con las que jugar y murales».