Una mirada a las invisibles
La Fundación Luz Casanova presenta una investigación a cargo de la Universidad Pontificia Comillas sobre la violencia de género en las mujeres mayores
Debido al temor a las represalias y una educación que les empuja a aceptar el maltrato, los casos de violencia de género en mujeres mayores de 60 años están especialmente silenciados. Para visibilizarlos, la Fundación Luz Casanova ha presentado «La violencia de género en la pareja o en la ex pareja de mujeres mayores de 60 años», una investigación sobre el tema realizada por la Universidad Pontificia de Comillas.
A través de 830 encuestas y 20 entrevistas en profundidad, los responsables de esta investigación han confirmado que el 25 % de las mujeres mayores de 60 años ha sufrido violencia psicológica en algún momento de su vida. Este tipo de abuso, a diferencia del físico o sexual, no disminuye con el paso de los años y genera un daño invisible para su entorno. «Las mujeres que conocían a alguien cercano que había sufrido maltrato no llegaban al 40 % y normalmente se trataba de una amiga o familiar», explica Carmen Meneses Falcón, investigadora de la Universidad Pontificia Comillas.
El maltrato psicológico a menudo se combina con otro tipo de agresiones que dificulta aún más la identificación de la violencia de género. Así, un 13,7 % de las mujeres encuestadas ha sufrido en algún momento de su vida violencia social, un fenómeno en el que los agresores reducen el círculo social de sus parejas para que sean dependientes de ellos. «Hemos entrevistado a mujeres que viven con su agresor, han sufrido maltrato durante más de 30 años y no están dispuestas a separarse de él», se lamenta Meneses. Un proceso que se ve acentuado por un reparto de las tareas que asigna a las esposas el deber de cuidar a sus cónyuges. «La concepción de un matrimonio tradicional en el que la mujer debe permanecer en casa y atender a sus maridos refuerza estas situaciones», denuncia la investigadora.
Como explica Almudena Mateos Gil, responsable del Proyecto Hazte visible, hazme visible, este desequilibrio en el reparto de los cuidados alcanza límites extremos cuando el maltratador enferma. «A las mujeres se les ha impuesto que son las encargadas de los cuidados, se enfrentan al deber de cuidar a su agresor y se sienten culpables si lo abandonan». Según la investigadora, «la culpa es la estrategia que siguen los agresores para responsabilizar a las víctimas de su maltrato».
También la violencia económica que ha sufrido a lo largo de su vida el 10 % de esta muestra es un factor que limita enormemente su independencia. Actualmente, un 70,3 % de las encuestadas recibe una pensión menor a los 900 euros con la que no pueden vivir por su cuenta, lo que se traduce en que un tercio de ellas aún viva con su agresor. «Se han acoplado a lo largo de 30 años a la violencia, algunas tienen amistades en el barrio y no quieren abandonar la casa en el ocaso de su vida», explica Meneses.
La combinación de todos estos factores, unidas a la falta de apoyo de su entorno cercano perpetúan estos abusos durante toda la vida de las víctimas. «Han crecido en una sociedad en la que la violencia contra ellas está normalizada. No se inventan que no las apoyen, es que nadie lo ha hecho nunca», sentencia Mateos. Así, como explica Meneses, «en casos se dan secuencias de violencia que han vivido de pequeñas, huyen de su familia para separarse de esa violencia y al casarse se la vuelven a encontrar».
Como respuesta a este ciclo de violencia, Pepa Moleón, presidenta de la Fundación Luz Casanova, exige medidas: «Es importante ofrecerles un espacio en el que puedan vivir y compartir lo que ellas quieran. Todas las personas y poderes públicos tenemos la responsabilidad de atender a estas mujeres porque no han tenido reparación».