«El cuerpo humano no es un instrumento de placer, sino el lugar de nuestra vocación al amor» - Alfa y Omega

«El cuerpo humano no es un instrumento de placer, sino el lugar de nuestra vocación al amor»

«En el amor auténtico no hay lugar para la lujuria y la superficialidad. ¡Los hombres y las mujeres merecen algo mejor!», dijo el Papa durante la audiencia general de este miércoles

José Calderero de Aldecoa
Foto: EFE / Ettore Ferrari.

En su repaso por el decálogo que el Papa está haciendo en las audiencias de los miércoles, Francisco reflexionó en esta ocasión sobre el sexto mandamiento —No cometerás adulterio—, que «más que un mandamiento referido a los esposos, su llamada a la fidelidad está destinada a todos».

En este sentido, el Pontífice habló de cada hombre y de cada mujer como «una realidad muy buena, destinada a amar y ser amada» y explicó que «nuestra dimensión afectiva es una llamada al amor que se manifiesta en la fidelidad, la acogida y la misericordia».

Atendiendo a esta perspectiva, «el cuerpo humano no es un instrumento de placer, sino el lugar de nuestra vocación al amor», dijo el Santo Padre. Por eso, «en el amor auténtico no hay lugar para la lujuria y la superficialidad. ¡Los hombres y las mujeres merecen algo mejor!».

Amor y madurez

Durante la audiencia, Francisco también vinculó el amor con la madurez, pues «convertirse en hombres y mujeres adultos» depende de «la capacidad de tomar sobre sí el peso del otro y amarlo sin ambigüedades». Al contrario, «el adultero, el lujurioso, el infiel es aquel que no ha alcanzado esta madurez y busca en los demás su propia satisfacción, sin un encuentro fruto de la acogida y la propia donación».

De esta forma, «para casarse no basta con celebrar la boda, es necesario hacer un camino del yo al nosotros», hay que pasar «de pensar en uno mismo a pensar en los dos» y, al lograrlo, «es cuando cada acto es conyugal: trabajamos, hablamos, decidimos, nos encontramos con los demás con una actitud acogedora y oblativa».

Toda vocación cristiana es nupcial

«Sin embargo, esta perspectiva nupcial sirve para toda vocación cristiana», también la de las religiosas o los sacerdotes, porque toda llamada «es fruto del vínculo de amor en el que todos somos regenerados, el vínculo de amor con Cristo. A partir de su fidelidad, de su ternura, de su generosidad, miramos con fe al matrimonio y a toda vocación, y comprendemos el sentido pleno de la sexualidad».

Por ello, «la Iglesia no necesita aspirantes al papel de sacerdotes, sino hombres a los que el Espíritu Santo toca el corazón con un amor sin reservas por la Esposa de Cristo [la Iglesia]. En el sacerdocio se ama al pueblo de Dios con toda la paternidad, la ternura y la fuerza de un esposo y de un padre. De la misma manera, la virginidad consagrada en Cristo se vive con fidelidad y alegría como una relación nupcial y fecunda de maternidad y paternidad», concluyó.