Monseñor Juan José Aguirre: «Nos robaron todo, menos la fe»
Entrevista a monseñor Juan José Aguirre, obispo de Bangassou (República Centroafricana), con motivo de su reciente visita a Granada, para explicar a los miembros de Cáritas parroquial de la Basílica de las Angustias a qué se han destinado las aportaciones de los granadinos y acercar la difícil situación que se vive en África por la violencia y matanzas de los radicales
Monseñor Juan José Aguirre es misionero comboniano, natural de Córdoba. Lleva 38 años en República Centroafricana, en cuya diócesis de Bangassou es obispo. Un lugar que vive desde hace unos años graves ataques y dura violencia contra las personas, independientemente de su creencia religiosa. Pero su rostro es sereno y su voz cálida. Lleva a fuego en su corazón y en su vida hacer carne propia el Evangelio, hasta el punto de convertirse en una especie de «escudo humano» para ayudar a personas, ya sean cristianas, musulmanes o de cualquier otra creencia, de las matanzas de los radicales.
Quedo convocada para hacer la entrevista en la basílica de Nuestra Señora de las Angustias, donde explica a un grupo de miembros de Cáritas parroquial en qué se han empleado las aportaciones donadas por los granadinos, así como sobre la situación que se vive en su diócesis. La hora: las 15:30 horas. Es un día de octubre muy caluroso, como si en lugar de caminar hacia el otoño retornásemos al verano. A mi llegada a la Basílica, y tras sentarnos, después de una mañana de mucho correr por mi parte, su serenidad te despierta del ajetreo de ese día y te recuerda lo único verdaderamente importante, lo mismo de lo que se alimenta y vive cada día desde un epicentro de violentos ataques: Jesucristo.
Monseñor Aguirre, viene de un lugar nada fácil…
La República de Centroáfrica está en el corazón de África. Es un país ahora mismo en guerra civil. Yo llevo 38 años allí. Mis primeros 30 años han sido preciosos. La vida es muy bonita allí, pero estos últimos años en donde empezamos a ser invadidos desde Arabia Saudita por un grupo yihadista muy violento llamado seleka, desde ese momento hemos vivido un auténtico martirio.
A qué situaciones se ha enfrentado.
Allí, primero nos atacaron y nos quitaron todo lo que teníamos. La Iglesia Católica está muy desarrollada, pero nos robaron todo. Todo, menos la fe. Nos quitaron todo. Ha habido enfrentamientos entre musulmanes y no musulmanes, y esto nos ha puesto en una situación muy difícil, tanto que en un cierto momento tuvimos que ir a la mezquita, donde había 2000 musulmanes con riesgo de ser degollados, con 400 francotiradores delante tirando sobre la mezquita, para hacer un poco de pantalla. Los cascos azules que tendrían que estar allí se habían ido, de manera que intentamos parar aquel genocidio. Estuvimos tres días delante de la mezquita. Nos pasaron los tiros al lado. Musulmanes en la mezquita murieron muchos. Tuvimos que enterrarlos después, haciendo una fosa común. Nos pidieron después venir a refugiarse a la Iglesia Católica y por eso liberamos el Seminario Menor. Mandamos a los seminaristas a sus casas, y allí tenemos ahora a 1500 musulmanes enfrente de la catedral desde hace un año y medio.
Por todo ese contexto de conflictos, de guerras, y por tratarse de una zona donde conviven distintos grupos religiosos, ¿cómo se comunica allí el Evangelio?
El Evangelio eres tú mismo, tu manera de comportarte. En un cierto momento, tender la mano hacia quien tenga más dificultad, a los que son más vulnerables, como en aquel momento eran los musulmanes, el grupo musulmán de Bangassou (tres barrios enteros). Era una manera de vivir el Evangelio. Vivir el buen samaritano. Coger a esa persona que está en el suelo y sin pedirle pasaporte ni ver su nacionalidad, la cogió y la llevó al hostal o al centro de salud. Nosotros vimos que en aquel momento los que eran más vulnerables, pero que estaban a punto de ser degollados y que les hubiese costado la vida, es la comunidad musulmana. Y por eso tendimos la mano. Desde entonces, nos han llamado de todo. Y los no musulmanes, muchos, nos han gritado traidores y nos han atacado incluso. Desde el mundo musulmán, que tenemos ahí en el Seminario Menor, también ha habido un grupo radical que nos ha atacado, nos ha quemado motos, nos ha robado coches. Hemos aguantado. El Evangelio es también eso: es soportar el calvario, el camino del calvario y la cruz.
En Granada, ha acercado esta realidad a los granadinos, porque quizás con los kilómetros que hay de distancia, nos hacemos un poco indiferentes al sufrimiento humano.
Sí, y a veces la indiferencia nos hace cómplices. Tenemos que saber que Arabia Saudita es un país tremendo, con una dictadura tremenda, que está alimentando África de gente violenta. En el mundo viven millones y millones de musulmanes moderados, pero los estamos clasificando por estos violentos, que en Arabia Saudita y los países limítrofes están formando. Y a veces nos falta ese interés por informarnos de qué está pasando en estos países en el corazón de África, como son el Chad, Centroáfrica, el Congo, el Camerún, el Sudán del Sur. Por ejemplo, en este año 2018, en Centroáfrica hay un millón cien mil desplazados o inmigrantes, que han salido del país. Llegan a Algeciras 18 o 20 o mil o dos mil, y nos echamos las manos a la cabeza. Allí estamos hablando de millones de personas en África que están huyendo por el terror de la guerra y por huir de la guerra. Este año 2018, un país como Uganda acaba de acoger a un millón doscientos mil sud sudaneses inmigrantes. No les han pedido permiso, ni les han pedido pasaporte de entrada, ni les han hecho ningún registro. Simplemente, les han acogido. En cien campamentos de desplazados en el norte de Uganda están acogidos. Muchas veces en África se ve la solidaridad y la fraternidad a flor de piel.
Qué puede hacer un granadino desde aquí, para ayudar a toda aquella realidad. Además, Cáritas parroquial de la basílica de las Angustias colabora en algunos proyectos.
En primer lugar, yo diría oraciones. Necesitamos oraciones. En segundo lugar, necesitamos conocimiento; que la gente se interese por las realidades que estamos viviendo allí: que no les sean indiferentes. Y en tercer lugar, esta ayuda económica nos llega a través de Cáritas diocesana de la parroquia de las Angustias y nos llega a proyectos concretos. Ahora mismo, estamos intentando que, en todas las misiones de las diócesis en las que yo trabajo, niños musulmanes y no musulmanes vayan a la escuela, juntos; que se pongan el mismo uniforme y olviden un poco la guerra. Y haciéndolo así los padres también van a buscar la cohesión social. Y ahora, nos están ayudando para pagar a los maestros que están en sitios de alto riesgo dando clases a estos niños. Y esto gracias a Cáritas Diocesana en la parroquia de las Angustias.
Monseñor, usted es también misionero comboniano. Allí, los misioneros cómo desarrollan todo este trabajo.
Somos misioneros ad vitam, no ad tempus, no para un poco de tiempo. Ya nos han preparado —como decía Comboni— para estar muy bien preparados a nivel de lenguas, haber aprendido las lenguas, a nivel intelectual, a nivel físico, para aprender también a sobrevivir las enfermedades que hay allí, y a nivel psicológico, para estar delante de situaciones muy duras sin hundirte; poder estar ayudando y aguantar la tensión, la intimidación, las injurias muchas veces, los robos. Un poco tener esa fuerza interior. Daniel Comboni la tenía y nosotros hemos aprendido de él. Comboni nos quería santos y capaces. Y esto es lo que intentamos. Vivir en sitios de alto riesgo cuando hay necesidad por no abandonar a la gente. Comboni se implicó muchísimo en el problema de la trata de esclavos. Hoy, hay otra trata de esclavos, que está pasando, y otros muchos problemas a los cuales los combonianos no podemos ser indiferentes.
Muchísimas gracias monseñor Aguirre por acercarnos lo que está sucediendo en África.
Muchísimas gracias a vosotros, porque nos dais la posibilidad de ser la voz de los que no podrán nunca venir aquí a hablar a los granadinos; por ser ese tambor de resonancia para venir a hablaros de África y que nos escuchéis.