España, tierra de Cristo
Hoy, Jueves Santo, se celebra en toda la Iglesia la institución de la Eucaristía. España es uno de los países del mundo más privilegiados en cuanto a la presencia de milagros eucarísticos; pero, cada día, sobre el altar, se realiza de nuevo el mayor milagro: Dios con nosotros
Tomad y comed: esto es mi Cuerpo: hace dos mil años, la noche del Jueves Santo, salieron de la boca del Señor estas palabras de las que ha nacido el Sacramento admirable, la Eucaristía, que ha alimentado, consolado, ayudado y sostenido la fe y la vida de los cristianos de todo el mundo a través de los siglos. Durante este tiempo, además, a lo largo de todo el planeta, se han sucedido multitud de signos relacionados con la Eucaristía. En España hay, al menos, veinte milagros eucarísticos documentados; y es, después de Italia, el segundo país con mayor presencia de signos relacionados con la presencia eucarística sacramental del Señor. Pese a que no existe la obligación de dar fe a este tipo de signos -no son imprescindibles para creer, ni tampoco llevan automáticamente a Cristo-, la Iglesia mira, desde hace siglos, los milagros eucarísticos como un apoyo a nuestra fe, un aldabonazo para reavivarnos si quizá estamos demasiado acostumbrados a esta cercanía del Señor.
Quien come mi Carne vivirá para siempre
De entre los milagros eucarísticos, algunos lo son porque han llegado hasta nosotros Formas consagradas que no han experimentado la corrupción con el paso del tiempo. En 1597, en Alcalá de Henares, un ladrón robó varios objetos litúrgicos -incluidas algunas Hostias consagradas- que luego, arrepentido, devolvió a los padres jesuitas, quienes, por temor a que las Formas hubieran sido envenenadas, decidieron guardarlas y esperar a su descomposición natural; sin embargo, once años después, las Formas fueron encontradas intactas. En San Juan de las Abadesas, un pequeño pueblo del Pirineo catalán, apareció incorrupta una Hostia consagrada que se había colocado, en 1251, en la frente de un Crucificado, pero se olvidó… y, dos siglos después, fue encontrada sin signos de haber sufrido el paso del tiempo. Y en Silla, Valencia, ya en 1907, después de que un ladrón robase la Eucaristía, las Formas fueron reservadas hasta que, en 1934, se las descubrió en el mismo estado en el que fueron encontradas. Todo ello es una llamada de atención hacia otra incorruptibilidad, la de nuestra carne, llamada también a la resurrección: Quien come mi carne y bebe mi sangre vivirá para siempre.
También son muchos los milagros eucarísticos relacionados con el robo de un sagrario o de una custodia, que luego fueron hallados o devueltos, y en los que la Forma consagrada se había mantenido después incorruptible: Alcoy, Onil, Ponferrada o Zaragoza son lugares en los que Dios no se dejó profanar ni ganar.
Donde abundó el pecado…
Más llamativos incluso son los milagros eucarísticos de los Corporales de Daroca y de la Sagrada Forma de Gorkum, ambos ocurridos en el contexto de una batalla. El primero sucedió durante la Reconquista, cuando un sacerdote se vio obligado a esconder el Cuerpo de Cristo en un corporal, al ser alcanzados los cristianos por un ataque sorpresa; al recuperar después las Hostias consagradas, las encontró bañadas en sangre. Algo más impresionante ocurrió en Gorkum (Flandes), cuando soldados protestantes saquearon la ciudad y profanaron la catedral; uno de ellos pisó una Hostia consagrada y los tres orificios que causaron los clavos de su bota empezaron a sangrar. El profanador, arrepentido, llegaría a hacerse franciscano, y la Sagrada Forma puede venerarse hoy en el monasterio de El Escorial; así, donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia.
Un tercer tipo de milagro eucarístico tiene que ver con las dudas del sacerdote o de los fieles ante la presencia real de Cristo en la Eucaristía. Quizá el caso más conocido es el de O Cebreiro, cuando, ante las dudas de un sacerdote, la Hostia se convirtió en carne y la sangre se derramó tiñendo el corporal. Algo parecido sucedió en Cimballa, Gerona, Guadalupe, Ivorra o Moncada: gracias a estos signos, Jesús nos invita, una vez más, a vencer nuestra incredulidad y, como a Tomás, meter los dedos en su Cuerpo y comer su Carne.
El verdadero milagro
Hay más: Alboraya, Caravaca, Montserrat…, y otros aún no reconocidos, como los de Moraleja de Enmedio, siguen dando fe de la presencia del Señor entre su Iglesia, especialmente a través de su Cuerpo y de su Sangre. Todos estos milagros eucarísticos sucedidos en nuestro país nos ayudan a reforzar nuestra fe y nuestro amor a la Eucaristía; teniendo siempre presente que el verdadero milagro es la Eucaristía misma, que se sigue celebrando, igual que desde hace dos mil años, en cada Misa diaria y dominical: Dios con nosotros.