A Santiago, por el Camino de Madrid
Madrid es la comunidad autónoma que más peregrinos aporta al Camino de Santiago cada año. Muchos de ellos optan por un recorrido que parte de la misma capital. Por delante, 675 kilómetros hacia el destino esperado: Compostela
«No hay lugar de España que no tenga su Camino hacia Santiago de Compostela, y Madrid no es una excepción», dice Jesús Saiz, uno de los voluntarios más veteranos de la Asociación de Amigos del Camino de Santiago, que en el tiempo en el que dura la entrevista no para de recibir a personas interesadas en recabar toda la información necesaria para emprender su marcha y en recibir la credencial, el documento que atestigua el paso del peregrino por los distintos hitos del Camino.
Según las estadísticas de la Oficina del peregrino de la capital compostelana, Madrid es la comunidad autónoma que más peregrinos aporta cada año, cerca de 17.000. En la Asociación de Amigos del Camino en la capital reparten anualmente 11.000 credenciales, muchas de ellas solicitadas por extranjeros cuyo primer punto de contacto en España con el Camino lo realizan aquí. Luego suelen viajar en diversos medios de transporte al Camino francés, mientras que algunos comienzan a caminar ya desde el mismo centro de la capital. De hecho, la mitad de los 2.000 peregrinos que hacen cada año el Camino de Madrid son extranjeros; de ellos, el 20 % son franceses, y luego vienen coreanos, ingleses y alemanes, con un 15 % cada uno. Una idea del éxito de este proyecto la ofrece el dato de que el número de peregrinos que comienza su peregrinación en Madrid es el mismo que hacía el Camino francés hace 30 años.
La asociación madrileña se fundó en 1987, y al poco sus miembros comenzaron los trabajos de investigación y recuperación del Camino de Madrid, de modo que, para 1996, el Camino ya se encontraba señalizado con las habituales flechas amarillas.
Al principio, los Amigos del Camino empezaron a buscar itinerarios que permitieran al peregrino andar por caminos de tierra. Descartada la vía más natural, la de la carretera de La Coruña, por no permitir el paso sin tener que pisar muchos kilómetros de asfalto, este grupo de pioneros se lanzó a pintar flechas amarillas en paralelo a la carretera de Colmenar Viejo, por la zona de cultivos y caminos que sale de Madrid hacia el norte. Partiendo de la céntrica iglesia de Santiago, junto al Palacio Real, el peregrino comienza a pisar tierra en la senda que parte del cementerio de Fuencarral, después de los 12 primeros kilómetros por la ciudad, en los que el protagonista inevitable es el asfalto.
Desde ahí, el Camino pasa por Tres Cantos, Colmenar Viejo, Manzanares el Real, Navacerrada y Cercedilla, desde donde sube el puerto de la Fuenfría para alcanzar Segovia. Poco más de 200 kilómetros más adelante, el Camino de Madrid enlaza con el Camino francés para tomar rumbo oeste, hacia Santiago de Compostela.
El camino de los gallegos
Para Jorge Martínez Cava, presidente de la asociación madrileña, «nuestro Camino se terminó de pintar hace 22 años, pero en realidad recoge una larga tradición anterior, cuando el Camino comenzaba para cada peregrino en el momento en el que cerraba la puerta de su casa. Ahora, muchos cogen un autobús a Roncesvalles y comienzan allí a caminar, pero antes no era así».
El hecho de que los habitantes de la meseta castellana tuvieran que salir de su propia localidad para encaminarse a Santiago es uno de los elementos que más apoya la existencia de un Camino de Madrid desde hace siglos.
Martínez Cava argumenta también que «hay muchos datos que permiten vislumbrar una tradición peregrina en Madrid desde hace mucho tiempo». Por ejemplo, «la misma iglesia de Santiago, una de las más antiguas de Madrid. O el hospital de peregrinos que funcionó en Madrid desde el siglo XII al XV, y que se encontraba en la que hoy es la calle Tetuán, al lado de la Puerta del Sol».
También señala otros datos, como «la existencia del convento de las Comendadoras, sede de la orden militar del mismo nombre; o el hecho de que a lo largo de todo el camino hay numerosas iglesias dedicadas al santo».
Asimismo, el itinerario del Camino de Madrid coincide con lo que hace siglos se llamaba popularmente el camino de los gallegos, porque era el que utilizaban los campesinos del noroeste cuando venían a la meseta a segar el cereal. «En el mismo pueblo segoviano de Nieva se inauguró hace diez años un albergue y una viejecita se acercó y me dijo que allí mismo era donde dormían los gallegos que venían a trabajar a Castilla; y además, en el camino hay varios pueblos que se llaman Galleguillos».
Por último, desvela que en Medina de Rioseco, a 253 kilómetros de Madrid y a 422 de Compostela, se encuentran inscripciones antiguas de peregrinos, los mismos que grabaron sus huellas en un Camino que, en realidad, comienza al volver a casa.
El boom que ha experimentado el Camino de Santiago en las últimas décadas se ha dejado notar especialmente en la céntrica iglesia de Madrid que lleva su nombre. Del mismo modo que la Asociación de Amigos del Camino en la capital, la parroquia de Santiago también puede ofrecer credenciales, y si en el año 2000 repartieron cerca de 150, en la actualidad lo hacen por varios millares, de tal modo que son ya 13.000 los peregrinos que la visitan cada año para hacer una oración, recibir la credencial, o simplemente para comenzar allí su camino.
«Es una pastoral bonita –reconoce su párroco, Carlos Cano–, porque tienes la oportunidad de entrar en contacto con muchas personas que tienen una visión de la Iglesia cargada de prejuicios. Por eso, cuando vienen aquí y nos conocen, la gente se va contenta y cambia el concepto que tenía. Si les das una oportunidad de hablar de muchas cosas, en un diálogo informal, con una acogida cariñosa, la gente entonces se abre, y hay quien se echa a llorar contándote su historia. La parroquia es un punto donde la gente se puede encontrar con la Iglesia en su versión más acogedora».
La pastoral de la parroquia con los peregrinos consiste en una invitación a Misa tras la que se ofrece la bendición del peregrino. Además, desde hace dos años, les invitan a contar su experiencia después de realizado el Camino, y entonces les entregan un título nuevo, la Santiagueña matritense; esto se repite los segundos domingos de cada mes, después de rezar un salmo de vísperas, y allí «entramos en cuestiones importantes, muy vitales, sobre qué ha supuesto para ellos el Camino y cómo ha cambiado su vida. Hay testimonios más superficiales pero también hay gente que se abre por completo. Cuando vuelven a Madrid después de haber hecho el Camino, muchos peregrinos lo viven como un sueño irreal que ha terminado; por eso queremos mantener viva la llama y que esto sirva para ir vinculando poco a poco a la gente con la parroquia, con la Iglesia. No es nada impositivo, sino muy natural, sin pretensiones. Vamos despacito y por el camino que Dios nos va marcando», explica Cano.
El párroco también llama la atención sobre la «increíble oportunidad pastoral» que supone el Camino de Santiago, y lamenta que «no existe un plan de acción a nivel nacional por parte de la Iglesia. Si cada diócesis enviara a un sacerdote a algún punto del Camino durante una semana, se hincharía a confesar, predicar, animar, celebrar la Eucaristía… ¿Qué es lo que sucede actualmente? Que, como no hay sacerdotes, al final son los hospitaleros los que acaban haciendo de confesores».
Y concluye: «¿Qué respuesta pastoral estamos dando a un fenómeno de base religiosa al que acuden 300.000 personas todos los años?».
El cardenal Carlos Osoro, arzobispo de Madrid, ha invitado este año a los jóvenes a hacer un itinerario espiritual a través de la peregrinación a los santuarios de Liébana y Covadonga y a la catedral de Santiago. Con el lema Escucha, responde, camina, se desarrollará del 20 al 30 de julio y está inserto en la preparación al próximo Sínodo de los obispos sobre Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional. Son 350 jóvenes los apuntados, a los que el cardenal Osoro acompañará durante unos días en algún tramo de su peregrinación.