Australia, Irlanda y Boston: otros casos de abusos que salpicaron a la Iglesia
¿Qué tienen en común Boston, Irlanda y Ballarat en la remota Australia? Los epicentros de los peores casos de abuso sexual de menores se caracterizan por la presencia de un clero irlandés que conserva –incluso en América o en Australia– la cultura del clan y de la autoprotección entre los miembros del club. En Ballarat, la ciudad de 100.000 habitantes nacida durante una «fiebre del oro», el índice de abusos ha sido muy alto y también el de suicidios de jóvenes
El cardenal australiano George Pell, que fue sacerdote en Ballarat y está actualmente sometido a juicio en Melbourne por presuntos abusos de menores, nunca había sido acusado en persona hasta hace poco tiempo. Pero sí había recibido muchas críticas por falta de sensibilidad hacia las víctimas tanto en su etapa de arzobispo de Melbourne, como en las sucesivas de arzobispo de Sidney e incluso la de secretario de Economía del Vaticano, en la que ha sido interrogado por la Royal Commission, el organismo investigador de mayor rango en Australia. En Ballarat, 140 jóvenes sufrieron abusos entre 1980 y 2015.
La «tapadera» que ha saltado en Chile permitirá conocer en pocos meses la verdadera extensión del abuso de menores a cargo de sacerdotes y religiosos. Por ahora se sabe que el abusador más conocido, el sacerdote Fernando Karadima, abusó de más de medio centenar a lo largo de dos décadas. A su vez, un abogado de Santiago de Chile representa a veinte víctimas de los hermanos Maristas. El arzobispo investigador Charles Scicluna, enviado por el Papa, se entrevistó en febrero con 64 víctimas, pero esto es solo la punta del iceberg. Tan solo ahora, cuando las diócesis de Chile –siguiendo el ejemplo de Francisco–, inviten a las víctimas a hablar sin prisas con el obispo, se aclarará si el número asciende a varios millares. El ejemplo de limpieza se extenderá a otros ambientes chilenos donde los abusos son masivos. Lo importante es que ha saltado el sistema mafioso de encubrimiento en las diócesis y entre obispos, el mismo mecanismo perverso que mantuvo ocultos durante décadas los delitos de Marcial Maciel o del fundador del Sodalicio de Vida Cristiana.
Juan Vicente Boo / ABC