La Iglesia anima a la sociedad española a perderle el miedo a la inmigración
La campaña para la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado propone a las comunidades católicas, a la sociedad civil y a las autoridades políticas trabajar juntos por una «convivencia intercultural»
En España no ha habido «brotes de xenofobia», a diferencia de lo sucedido en otros países europeos, donde incluso las reacciones de rechazo proceden de comunidades católicas que apelan a la protección de «la identidad» cristiana de sus sociedades. «Desde nuestra experiencia en otros momentos de la historia, hemos aprendido que el forastero es un hermano», se felicitaba el lunes el obispo de Astorga, responsable de la Comisión de Migraciones, al presentar la campaña para la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado de este domingo.
Monseñor Juan Antonio Menéndez pasó acto seguido a enumerar los «muchos retos» pendientes, comenzando por el incumplimiento del cupo de refugiados que el gobierno español se comprometió ante la Unión Europea a acoger. También reiteró la petición de cierre tanto de los centros de estancia temporales como los de internamiento, los polémicos CIEs, junto a las críticas a las devoluciones sumarias y colectivas, por las que —recordó— «nuestro país ha sido condenado por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos». «Hay que tener mucho cuidado para que, en la frontera sur, no se lesionen los derechos fundamentales de los migrantes, especialmente de los menores», dijo.
Las directrices vienen claramente marcadas desde Roma, donde el Papa ha querido hacerse cargo personalmente de la nueva sección de Migrantes, dentro del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral. Con la participación de varios episcopados –y de forma destacada el español–, la Santa Sede ha elaborado un catálogo de 20 puntos para que las Iglesias locales trabajen de forma coordinada de cara a lograr un compromiso de sus respectivos gobiernos en la reunión de la Asamblea General de la ONU de septiembre, en la que se espera la aprobación de dos pactos mundiales sobre refugiados y emigrantes, a pesar de que la primera potencia, EE. UU., se ha descolgado ya de las negociaciones. El reto es avanzar en el respeto a los derechos fundamentales de unas de 250 millones de personas en el mundo obligadas por diversas circunstancias a vivir lejos de sus hogares. El documento abarca todas las dimensiones de este fenómeno, desde la apertura de vías legales y seguras para los migrantes —de otro modo, abocados a jugarse la vida y a pagar fortunas a las mafias—, a medidas eficaces para facilitar la integración de estas personas en las sociedades de acogida.
«Estamos trabajando con diversos contactos con los ministerios correspondientes y los intensificaremos en los próximos meses», anunció Juan Antonio Menéndez. Esa labor de lobby incluye la propuesta de los corredores humanitarios, «una vieja aspiración de la Conferencia Episcopal». La Comunidad de Sant’Egidio ha abierto ya estos canales en varios países europeos, facilitando alojamiento, aprendizaje del idioma y formación profesional a refugiados que, en colaboración con las autoridades, la propia organización ha identificado en campos de refugiados. En España, los obispos han intercedido ante la Administración para su puesta en marcha, pero «hasta el momento no hemos tenido éxito», a pesar de que la propia Iglesia se ofrece a cargar con los costes.
Los contactos no se limitan a la Administración pública. Cada vez es más habitual en España la cooperación con organizaciones civiles no católicas. A modo de ejemplo, en el vídeo elaborado por la CEE para esta Jornada, han colaborado los activistas Oscar Camps (ProActiva Open Arms), José Palazón (Prodein) o el fotoperiodista Javier Bauluz. «La Iglesia no es la única defensora de los migrantes, y sería bueno que cada vez más personas se fueran involucrando», dijo el director de la Oficina de Comunicación de la CEE, José Gabriel Vera.
Compartir el viaje
Junto al obispo de Astorga, la recién nombrada secretaria general de Cáritas, Natalia Peiró, habló de la cooperación intraeclesial por medio de la Red Migrantes con Derechos, que abarca a las principales organizaciones católicas en el campo social.
A escala internacional, Cáritas Española colabora con las cerca de 200 organizaciones hermanas en el mundo en la campaña «Compartiendo el viaje», que pretende deshacer prejuicios hacia los migrantes y fomentar «acciones sencillas en las comunidades cristinas de encuentro entre la comunidad local y las personas inmigrantes». El reto es aprender a «reconocer en los otros a personas valiosas que tienen la capacidad de enriquecernos». Tanto quienes llegan como quienes acogen.
Se trata, en primer lugar, de una «llamada a nuestras comunidades cristianas para involucrarse en una convivencia intercultural», una línea central en la intervención directa de Cáritas, que al mismo tiempo, en el plano de la incidencia política, denuncia «el fracaso de las políticas orientadas al control policial de los flujos migratorios». El mensaje es siempre el mismo: Las migraciones —destacó Peiró— son una realidad imparable, para la que, al final, no existen muros que puedan contenerla. Sin embargo, «si todos somos parte de ese cambio, serán una gran oportunidad».