Modou lleva once años en España. Cuando subió en Tánger a la zódiac con los que cruzó los malditos 14 kilómetros que separan Marruecos de Algeciras, tenía una obsesión. El nombre de dos ciudades, Madrid y Barcelona, encontrar trabajo en ellas y enviar dinero a su familia, para que sus hermanos pudieran ir a la escuela y no abandonaran como tuvo que hacer él, que se marchó siendo muy niño a buscarse la vida en Dakar.
En estos años su currículo habla de su lucha por la supervivencia. En la época de bonanza trabajó sin papeles, haciendo turnos de noche en una subcontrata para una importante empresa dedicada a la construcción. Cuando estalló la burbuja se quedó sin empleo y buscó trabajo como temporero en la aceituna en Jaén, en los ajos en Cuenca y en la fruta en Cataluña. Siempre con salarios de miseria que no incluían hospedaje ni manutención.
En una de estas campañas fue testigo de la muerte de un compañero. El patrón los despidió a todos y él decidió no volver al campo. Ahora es vendedor ambulante a la vez que se prepara para ser cuidador de mayores. Nunca ha tenido un contrato como el que la ley de extranjería española exige para solicitar su permiso de residencia, pese a que algunos de sus patronos prometieron hacérselo y por eso aguantó condiciones mucho más duras que las del resto de sus compañeros con papeles. Modou lleva años en el mismo barrio, participa en asociaciones de inmigrantes y entrena al fútbol niños de diferentes nacionalidades.
Las miles de personas inmigrantes sin papeles que hay en España son un agujero negro de vulneración de derechos humanos y sociales cotidiano. Por eso, desde el 16 de diciembre un grupo se ha encerrado en la parroquia de Santa Anna en Barcelona y ha iniciado un huelga de hambre, porque como ellos mismos dicen en su comunicado, «estamos hartos de que se nos criminalice, irritados porque las instituciones no cumplen sus propias leyes. Reclamamos papeles sin contrato, nacionalidad sin examen ni tasas, ni discriminación ni explotación». En Madrid, esos días, varios colectivos organizaron una concentración de apoyo al encierro. Modou era uno de sus líderes.