Yonas vive en los alrededores de San Pedro y acude a las duchas de la plaza: «Te sientes como invisible y como si fueras un indeseable»
Me ha costado reconocer a Yonas, que se llama en realidad Younes pero dice que aquí prefiere un nombre más europeo. Hace ya frío en Roma y va muy abrigado. Diría que hasta se ha cortado el pelo. Además, ya no lo veo donde siempre. En primavera y verano me lo encontraba cada mañana sentado cerca de la columnata de la plaza de San Pedro vendiendo algunos artículos que se encontraba por la calle, como llaveros o chapas, y pidiendo algo de tabaco
¿Cómo llegaste a Europa?
Fue hace cinco años. Vine a visitar a unos familiares en Dinamarca y allí sufrí un robo. Me quitaron el equipaje, me robaron la documentación, el dinero, el teléfono… Todo. No podía acudir más a estos familiares y comencé a vagabundear de ciudad en ciudad. La Policía me detuvo y estuve cuatro semanas en una prisión porque no podía demostrarles mi identidad. Pero debo decir que esas cuatro semanas en la cárcel fueron el mejor tiempo que he pasado aquí en Europa. Teníamos hasta la Play Station.
¿Por qué dices eso?
[Yonas no me responde pero le cambia la cara y se encoge de hombros. Me hace un gesto como diciéndome: «Porque mira cómo vivo»].
¿De dónde eres Yonas?
Soy de Marruecos y tengo casi 48 años. Soy escorpio.
¿Qué pasó después de esas cuatro semanas?
Me deportaron y terminé en Italia. Primero estuve en el sur, en Caserta, con una de mis hermanas. Pero me tuve que ir por cosas de la vida.
[No le insisto más sobre qué quiere decir porque lo explica con pena].
Y ahora, ¿cómo es tu vida?
Un desastre. Vivo en la calle pero asumo mis errores y mis decisiones. Mi principal problema es que no tengo papeles. No puedo demostrar mi identidad pero debo decir que ahora estoy intentando conseguirlos a través de la embajada francesa en Italia para así demostrar que soy marroquí.
¿Y quieres volver a Marruecos?
No puedo volver así. Soy un hombre y tengo que asumir mis responsabilidades.
¿Tu vida en la calle es muy dura?
Pero tengo la impresión de que pronto todo va a cambiar. Quiero trabajar algunos años y volver con algo.
¿Dónde duermes?
Aquí, cerca de la plaza, en la calle.
¿Y dónde comes?
En el comedor Dono di Maria, de las monjas de Madre Teresa de Calcuta. ¡Mira! Sor Paulina me ha dado estas deportivas Nike. Son bonitas, ¿eh?
¿Quién más te ayuda?
Hay algunas personas que son amables conmigo como la mujer que trabaja en las duchas del Vaticano, los lunes y los jueves. Hay algunos sacerdotes francófonos que me dan algo de dinero. Encuentro a gente que es simpática conmigo pero la mayoría… Yo entiendo que haya personas que estén cansadas de que les pidamos. Imagina que todo el tiempo te encuentras a personas que te están pidiendo. Aquí somos muchos. Al mismo tiempo también me enfada que me mientan a la cara. A veces pido un cigarro a alguien que lleva el paquete en la mano ¡y me dice que no tiene!
¿Cómo te sientes cuando sucede?
Invisible, como un indeseable.
Y cuando te ayudan en las duchas o en el comedor, ¿mejor?
Sí. Soy musulmán y reconozco que esto es algo bueno que nos ha dado el Vaticano. Podemos ducharnos aquí todos los días menos los miércoles. Nos dan jabón, una muda, una toalla, desodorante, bastoncillos, gel para afeitarnos… Es muy bueno, porque uno se siente diferente cuando está limpio y es algo que agradezco mucho.
¿Sabes que el Papa ha convocado la I Jornada Mundial de los Pobres el próximo 19 de noviembre?
No lo sabía. Me siento muy agradecido por todo lo que nos dan en el Vaticano y por su cariño hacia nosotros. Nos ayudan a sobrevivir, porque lo más duro de la calle es sencillamente sobrevivir.