Los protestantes que conmemoraron la Reforma... en Roma
Un mayor respeto a la Eucaristía y curiosidad y cariño por el Papas son algunos de los frutos que el diálogo ecuménico ha dejado en Alemania
La conmemoración del V centenario de la Reforma protestante, que el próximo 31 de octubre compartirán luteranos y católicos, es para monseñor Gerhard Feige un motivo de agradecimiento. El responsable de Ecumenismo de la Conferencia Episcopal Alemana, que participará en las celebraciones en Wittenberg, afirma que «hace un tiempo esto habría sido inimaginable. Otros centenarios de la Reforma fueron en gran medida anticatólicos» y estuvieron politizados. La globalización, la secularización y la irrupción del ecumenismo durante el siglo XX han hecho posible el cambio de tono y que sea una conmemoración –no celebración– compartida. Eso sí, puntualiza, ha hecho falta un proceso previo de reconciliación y sanación de la memoria.
«Lo más importante –explica– era estar de acuerdo en lo que realmente se quería celebrar: no un recuerdo heroico de Lutero, sino una fiesta de Cristo. Al comenzar los preparativos en 2008, yo me preguntaba: “¿Al terminar el centenario estaremos más cerca católicos y evangélicos, o más lejos?”. Hoy puedo responder de forma inequívoca que nos hemos acercado considerablemente».
Frutos del diálogo
Esto no habría sido posible sin 50 años previos de diálogo católico-luterano. Su fruto más visible es la Declaración conjunta sobre la doctrina de la justificación, de 1999. Pero ha habido otros; entre ellos, un cierto acercamiento sobre la Eucaristía.
Aunque rechazan la transubstanciación, los evangélicos creen en la presencia real de Cristo bajo el pan y el vino. Lo que cambia respecto a la doctrina católica es que tradicionalmente han rechazado que la Eucaristía tenga relación con el sacrificio de Cristo, que en la Misa católica se actualiza. Esta diferencia ha llevado a las Iglesias luteranas a relativizar la Eucaristía.
Con todo, en las últimas décadas, esta confesión cristiana ha ido mostrando «una mayor disponibilidad a considerar la Eucaristía no solo como un don de Dios, sino como la ofrenda» única de Cristo a la que el fiel se une, ha explicado Pablo Blanco, profesor de la Universidad de Navarra, en unas Jornadas de Teología celebradas en la Universidad de Comillas. Esto los ha llevado además a profundizar en su vivencia de su Cena del Señor. En 1979, por ejemplo, la Iglesia luterana alemana recomendó celebrarla semanalmente; algo que antes no ocurría, y que no todas las parroquias han asumido.
La parroquia evangélica de San Miguel, la más grande de Hamburgo, es una de las que instituyó esta celebración semanal, incluso adelantándose a los obispos. Su pastor principal, Alexander Röder, explica que, durante siglos, siempre se exigía a los fieles que, antes de comulgar, se confesaran en privado, a pesar de que no entienden la confesión como sacramento. A finales del siglo XVIII, las ideas de la Ilustración hicieron que «la gente se alejara de la Eucaristía», y esta pasó a celebrarse unas pocas veces al año.
Luteranos con piedad eucarística
Cuando en los años 1920 la Iglesia luterana sustituyó la confesión por un acto de contrición durante el culto, San Miguel dio un primer paso: al terminar el servicio religioso semanal, se consagraba y daba la comunión a los que lo deseaban. En los años 70, se transformó el servicio del domingo por la mañana en la Cena del Señor.
Según Röder, esta celebración tiene los mismos fieles que los servicios de la tarde, sin comunión. Pero «hemos observado que las personas más familiarizadas con la Eucaristía semanal la toman como algo normal y han desarrollado una cierta “piedad eucarística”. Resulta atractiva para muchos, en especial para los jóvenes».
Esta mayor conciencia se manifiesta también después de la Cena. Aunque entre los evangélicos no hay reserva destinada a la adoración, en San Miguel guardan el pan consagrado para la siguiente Cena del Señor. Es otra recomendación de los obispos protestantes, pero que la mayoría de parroquias ignora. «Se decía, y todavía se dice, que la presencia real de Cristo solo dura lo que la celebración», por lo que en casi todas partes mezclan las formas consagradas con las que no lo han sido. «Pero los teólogos más orientados a la liturgia –matiza Röder– cuestionan este argumento, porque si Cristo dice “esto es mi cuerpo”, ¿quiénes somos nosotros para decidir cuánto tiempo es válida su promesa?».
Con Lutero a casa del Papa
En Alemania, muchas comunidades como San Miguel y la parroquia católica vecina, del mismo nombre, viven en su día a día el ecumenismo compartiendo celebraciones, encuentros y también trabajo en ámbitos como la defensa de la vida, la justicia y la paz. Esto hace que ambas confesiones «nos percibamos como una riqueza. Pero vivimos con dolor la separación en la Cena del Señor», especialmente, los matrimonios interconfesionales. Habla Peter Herrfuhrt, responsable luterano de Pastoral Juvenil de la región central de Alemania.
Su departamento y la diócesis católica de Magdeburgo encontraron hace ahora un año una curiosa forma de celebrar la Reforma luterana: peregrinar juntos «desde la cuna del protestantismo –Wittenberg está en esta zona del país– hasta el centro de la Iglesia católica», en Roma. El objetivo era «vivir y mostrar que nos une más de lo que nos separa», y entregar al Papa un libro con 500 tesis o visiones sobre el ecumenismo. El lema lo decía todo: Con Lutero a casa del Papa.
La convocatoria tuvo una gran acogida: casi 1.000 peregrinos de ambas confesiones, un tercio de ellos jóvenes, de una región donde solo el 4 % de la población es católica y el 14 % luterana. «En Alemania se quiere mucho al Papa Francisco –explica Herrfuhrt–. Muchos de nuestros cristianos [luteranos] esperan que a través de él haya cambios en la relación de las Iglesias. Tenían curiosidad por él, aunque su ministerio nos resulte ajeno. Y los católicos querían saber más sobre Martín Lutero».
Preservar nuestros tesoros
Juntos, fieles de ambas confesiones visitaron lugares por los que pasó el entonces monje agustino durante su peregrinación a Roma entre 1510 y 1511; se reunieron con representantes del Vaticano, y conocieron la labor de la Comunidad de Sant’Egidio. El broche de oro para la mayoría fue el encuentro con el Papa. «Todo el viaje fue una experiencia intensa y maravillosa –recuerda su organizador–. Surgieron amistades. Sabemos más unos de otros. Hemos experimentado que para la mayoría lo que nos separa ya apenas juega ningún rol. Las diferencias están más entre cristianos y no cristianos, y menos entre católicos y evangélicos. Con todo, todavía queda mucho por hacer. No debemos creer que todo da igual. Pero compartimos el mismo Dios, que nos ama, y la Escritura. Nuestras Iglesias siempre deben cambiar, aunque al mismo tiempo hay en ellas tesoros maravillosos que queremos preservar».
El éxito de Con Lutero a casa del Papa fue tal que la experiencia ha suscitado interés tanto en la Iglesia evangélica alemana como en el seno de la Federación Luterana Mundial. Para monseñor Feige, que además de responsable de Ecumenismo del episcopado católico alemán es obispo de Magdeburgo y participó en la peregrinación, ha sido uno de los hitos de un centenario que –opina– es un punto de no retorno. Aunque quede camino: «No creo en las soluciones fáciles y rápidas. En el compromiso ecuménico, además de corazón, mente y energía hace falta una gran perseverancia y coger mucho aire. Como Iglesia católica se ha despedido hace tiempo de un ecumenismo de que los demás vuelvan, pero estamos convencidos de que la meta debe ser la unidad visible. Una diferencia reconciliada sería demasiado poco. El término diversidad reconciliada del Papa podría ayudar».