¿Usted prefiere un demócrata aunque sea corrupto, o un incorrupto aunque sea un justiciero dictador? Ni lo uno ni lo otro, claro. Ni quien te roba es verdadero demócrata, ni el dictador, que te quita la libertad, dejará de quitarte, además, los dineros. Pero las circunstancias pueden hacer que adquiera sentido la pregunta:
¿Usted prefiere que le roben o que le esclavicen, o que le roben y esclavicen?
La actual asfixiante corrupción no sólo indigna y provoca el deseo de castigo definitivo para los culpables, sino que puede cegar con el fulgor de una venganza tras la cual no desaparecerá la corrupción, pero sí desparecerán las libertades. Sería lo mismo que volver a votar a ese corrupto al que quiere usted eliminar, pero convertido ahora en dictador que no le permitirá ni siquiera el desahogo de llamarle… ¡corrupto!…
¿Entonces quiere usted que vuelva a apoyar con mi voto a estos indeseables estafadores electorales que tantas veces me han engañado? Ellos, sin duda, confían en que el miedo al dictador quizás ya tan cercano les garantice una vez más el apoyo electoral suficiente para seguir con su negocio. ¿Será de veras suficiente ese miedo? Tal vez no. ¿No hay otra alternativa? Al menos, las figuras más claramente asociadas a los clamorosos incumplimientos electorales debieran aceptar ser sustituidas por quienes presentaran rasgos de verdadera fiabilidad… Pero, sobre todo, sería necesario que fuerzas ya constituidas en defensa de los valores y proyectos sostenidos por una inmensa mayoría de ciudadanos contaran con medios para darse a conocer y llevar a cabo las alianzas necesarias con que captar el respaldo electoral de los millones de electores (muchos católicos) que en este momento se sienten políticamente huérfanos…
Sería un contrasentido que, para castigar a quienes no defendieron los valores y proyectos que propugno, les diera mi apoyo a quienes con toda seguridad van a atacarlos de modo contundente y provocar, además, un pavoroso retroceso económico, político y moral. Superemos esta tan imperfecta democracia sin caer en la perfecta dictadura. Apartemos a los corruptos sin encomendarles esa tarea a los corruptos dictadores. Está en nuestra mano.
Es preciso no dejarse llevar de los meros sentimientos de venganza electoral, sin por esto dejar de mantener el objetivo de hacerles, en su momento, justicia democrática con todas las de la ley a estos corruptos.
Es preciso hacer frente a la corrupción en todas sus formas, entre las que ocupa un muy alto y hediondo lugar la traición total y sistemática a los programas electorales. Pero no basta con depositar la papeleta mejor orientada en una urna…
La realización de los valores que defendemos sólo será posible con nuestro compromiso diario en su defensa, alimentados con el pan de cada día de nuestra fe. Y así, lejos de abatirnos por lo mal que están las cosas, tendremos la fundada convicción de que somos nosotros quienes de veras podemos hacer que brille el sol de la esperanza y todo empiece a ir mejor.