Un buzón une a los niños de Cuenca con los misioneros
Gracias a la carta de Agustín, un misionero, la parroquia de San Fernando conoce mejor la situación en la República Centroafricana
Este domingo se celebra el Domund, una fecha en la que la Iglesia nos recuerda que miles de personas están repartidas por todo el mundo anunciando el Evangelio y ayudando a los demás, y que nosotros también tenemos que aportar nuestro granito de arena a su misión. Agustín, un niño de Cuenca, tiene claro que «es muy importante colaborar en el Domund, porque los misioneros lo necesitan».
Agustín es de la parroquia de San Fernando. Aunque allí siempre celebraban el Domund, este año los niños de catequesis están mucho más mentalizados porque ahora conocen a un misionero: también se llama Agustín, es salesiano, y vive en Bangui, la capital de la República Centroafricana. En realidad nunca se han visto en persona, pero lo conocen por carta.
Esto ha sido posible gracias al Buzón Misionero que la diócesis puso en marcha el curso pasado. Cuando se celebró el encuentro de Infancia Misionera, cada parroquia recibió un buzón con una carta de un misionero originario de esta provincia, con el objetivo de estrechar lazos.
En la carta que llegó a la parroquia de San Fernando, el misionero Agustín explicaba que su comunidad había salvado en dos años a nada menos que a 22.000 refugiados. En la República Centroafricana hay un conflicto entre unos grupos que se llaman seleka y otros que se llaman anti-balaka. Los obispos y sacerdotes trabajan sin parar para intentar construir la paz y para acoger y proteger a los refugiados, y el Papa visitó este país en 2015 para apoyar esta labor. «Hay mucha violencia y falta comida y agua –nos explica Javier, uno de los niños de la parroquia–. Donde está el padre Agustín, como no es un campo de refugiados grande, la ayuda no llega casi nunca».
Ánimo y oraciones
«Las organizaciones vienen, toman datos y se van –les escribía el misionero–. No hacen caso de ninguna de nuestras peticiones». Por eso, les decía que ayudar a tanta gente es un milagro que hace Jesús porque los misioneros le han seguido y se fían de Él. Pero, al mismo tiempo, pueden ayudar porque «hay también gente muy buena, personas pobres que dan seis euros que les hacen mucha falta para ayudar a los desplazados».
Recibir esta carta fue «una sorpresa, porque no nos lo esperábamos», recuerda Guillermo. Para continuar esta correspondencia, cada grupo de catequesis de la parroquia escribió una carta para Agustín, y la depositaron en el Buzón Misionero. A final de curso, Amparo, su catequista, juntó todas en un sobre y se las envió.
«Nos pareció una idea muy bonita para animarle a que siga ayudando a todos los hombres, mujeres y niños de Centroáfrica», explica Rosa. Agustín añade que «le mandamos muchas preguntas sobre cómo podían ayudar a tanta gente, y qué más hacían». Tenían curiosidad, por ejemplo, por cómo les hablaba de Jesús a esas personas. Además –continúa Javier–, «le animábamos y le decíamos que íbamos a rezar por él y por toda la gente a la que estaba ayudando».
La experiencia ha sido tan bonita que Amparo, la catequista, espera poder seguir esta amistad por correspondencia con el padre Agustín, a pesar de que la comunicación con Bangui es muy complicada. Y, además, quiere empezar a hacer lo mismo con otros misioneros. Por ejemplo, con el padre Miguel Ángel, que nació en mismo barrio donde está la parroquia y ahora vive en Japón. «Queremos tener contacto con nuestros misioneros conquenses, que además de la oración y el dinero sepan que estamos ahí».