Los retratos de nuestra historia
La exposición El Retrato en las Colecciones Reales. De Juan de Flandes a Antonio López traza un recorrido por la evolución de la imagen de los monarcas en los últimos seis siglos de nuestra historia. Un itinerario jalonado por 114 obras maestras del género, los mejores ejemplos conservados en las colecciones de Patrimonio Nacional. Se trata de una muestra que profundiza en la historia de España a través del arte, y que puede ser admirada en el Palacio Real de Madrid, hasta el próximo 19 de abril
Todo en esta exposición está teñido de sangre azul. Sangre de reyes que han marcado los últimos 600 años de nuestra historia. Un encuentro cara a cara con los retratos de quienes confiaron a grandes maestros su deseo de perpetuarse a lo largo de los tiempos. En cierta forma, cada vez que contemplamos un retrato, entramos a formar parte de ese estrecho vínculo que une al pintor con su retratado. Miramos al protagonista desde los ojos de su creador y podemos percibir detalles únicos de su personalidad, que convierten estos lienzos en memoria fotográfica de nuestra historia.
El retrato siempre ha tenido un papel importante en la Corona española, aunque irrumpió con especial fuerza en el siglo XV, en un momento en el que las monarquías reinantes en Castilla, Aragón y Navarra se dieron cuenta de que esta modalidad pictórica era su tarjeta de presentación para afianzar intereses políticos y dinásticos. De esa época, arranca precisamente el itinerario de la exposición que puede disfrutarse en el Palacio Real de Madrid, en la que asistimos a la evolución de las modas, desde la Casa de Austria hasta la Casa de Borbón, recorriendo un sinfín de rostros que nos resultan familiares. Los hay con joyas y coronas, ataviados de seda y terciopelo, con uniformes y trajes de caza, pero también con hábitos religiosos y hasta enfermizos y feos. Todos nos enseñan algo. Forman parte de lo que fuimos.
Seis siglos de maestros del retrato
Al pintor flamenco Juan de Flandes debemos el famoso lienzo de Isabel la Católica, en el que muestra a una reina envejecida por los sufrimientos que afrontó en los últimos años de su vida. Primero murió el heredero, el príncipe don Juan, al que siguieron su primogénita Isabel, reina de Portugal, fallecida en 1498, y el hijo de ésta, el príncipe don Miguel. El futuro del reino se encontraba en manos de Juana, que ya había dado signos de su desequilibrio mental. Demasiado dolor para una mujer ya sin fuerzas. Al servicio de los Reyes Católicos también se encontraba el pintor flamenco Michel Sittow, que retrató al Vizconde de Lautrec, más conocido como El hombre de la perla, del que impresiona su fuerza y gravedad. Del alto bonete negro de su cabeza pende un broche en forma de flor de lis de diamantes, símbolo ligado a la Corona francesa.
La espléndida selección de piezas de esta muestra da una idea de la importancia que adquirió el retrato en España. Una de las salas está dedicada a infantas monjas, algunas de ellas hijas ilegítimas, a quienes debemos el patrimonio artístico que existe en muchos monasterios. Entre ellas, Sor Ana Dorotea de Austria, pintada por Rubens hacia 1628. Hija natural del emperador Rodolfo II, profesó en el monasterio de las Descalzas en 1623, a los diecisiete años, momento al que seguramente corresponde este retrato. Felipe V asciende al trono español en 1700. Es el primer monarca de la Casa de Borbón. En el cuadro alegórico pintado por el pintor francés, Louis-Michel van Loo, aparece retratado sobre un caballo blanco, mientras un ángel que representa la fama sostiene sobre su cabeza una corona de laurel, símbolo de triunfo. Otro de los reyes más retratados ha sido Carlos III, hijo de Felipe V y de Isabel de Farnesio. Maella lo pintó vistiendo el hábito de Gran Maestre de su Orden, en 1784. Con Carlos IV, Goya aterriza en la corte, y con él llega el cambio. Fue quien mejor supo captar la personalidad de este rey, retratándolo como cazador, pero, a la vez, con toda la nobleza exigida. Paralelamente, en la pintura de su mujer, la reina María Luisa, llama la atención el alarde técnico desplegado por Goya en el vestido de encaje y la mantilla de Bruselas que luce la reina. Estos dos encargos fueron decisivos para que el monarca se decidiera a nombrarlo primer pintor de cámara.
Ya entrados en el siglo XIX, el pintor Federico Madrazo sucedió a Goya en este cargo, al servicio de la reina Isabel II. En 1871, retrató a la infanta Luisa Fernanda de Borbón, la hermana menor de la reina, en uno de sus mejores cuadros. La representa a los diecinueve años, de cuerpo entero, con traje de ceremonia, ciñendo una espectacular diadema, pendientes y collar a juego.
El rey Alfonso XIII pidió ser retratado por Sorolla con uniforme de húsar en los jardines de La Granja. Es una pintura que entraña gran modernidad en su técnica, y está dotada de una riqueza cromática poco habitual en el pintor valenciano.
Cierra la exposición el Retrato de la Familia de Juan Carlos I, concluido hace unos meses por Antonio López, tras 20 años de trabajo. Toda una cumbre real se da cita en Palacio. No debe perdérsela.