«Tengo tres trabajos y cobro 600 euros. ¿Debo desistir?»
En un momento en el que la precariedad laboral en España afecta especialmente a los jóvenes, la Iglesia se dispone a celebrar este sábado la Jornada mundial por el trabajo decente. Escribe una joven afectada por este problema:
Mi nombre es Irene, tengo 25 años y formo parte de la JOC (Juventud Obrera Cristiana). Nací en Huesca y vuelvo ahí a menudo, pero vivo en Madrid. Estoy aquí por una razón principal: el teatro, pero también porque fue donde vine a estudiar cuando tenía 18 años y siempre será como mi segundo hogar: tengo familia, muy buenos amigos y mi equipo de la JOC.
Estoy graduada en Traducción e Interpretación pero siempre he querido dedicarme al teatro, para lo que me siento llamada. El curso pasado lo dediqué solo a trabajar para costear mis estudios. Lo hice en dos sitios diferentes: para una empresa que gestionaba actividades extraescolares e impartiendo clases particulares en diferentes domicilios. Al final del año, también me incorporé como monitora de tiempo libre en un parque infantil los fines de semana.
Mi jornal mensual, con los tres trabajos, nunca ha superado los 600 euros. ¿Debo desistir?
Esta cifra para mí era suficiente el año pasado, ¿pero qué sucede ahora que quiero pagarme unos estudios de teatro? ¿Cómo puedo organizar mi vida si en el parque infantil trabajo por turnos a partir de una plantilla? Es decir: a veces no me llegan a llamar hasta la noche anterior e incluso, algunos fines de semana me quedo sin trabajar porque mi turno se lo han dado a otra persona que ha cogido antes el teléfono.
Tengo la suerte de que mis padres, con esfuerzo, pueden seguir echándome una mano. De esta manera puedo, por fin, empezar a estudiar teatro, aunque seguiré trabajando. Si no tuviera a mis padres, no creo que pudiera con todo (estudios, comer, alquiler del piso…). Seguramente, necesitaría trabajar otro año entero o irme a Huesca para ahorrar el dinero suficiente y, así, más adelante, cursar los estudios deseados.
Me siento afortunada, pero sé que formo parte del colectivo juvenil sometido a la precariedad laboral. Por esto, le pido al Padre que nos mantenga fuertes a mí y a mis compañeros hasta que la prioridad sea la persona y sus condiciones laborales y no el número de puestos de trabajo que una persona puede llegar a soportar. Y, que a pesar de sentirnos tratados como mercancía, sigamos tratando con dignidad a las personas que servimos desde nuestros trabajos: alumnos, clientes, niños.
Irene Marco