San Francisco en Madrid
Es tradición que san Francisco de Asís estuvo en Madrid y fundó un conventico. Quizá cuando peregrinó a Santiago de Compostela –como recogen las Florecillas, en cuya iglesia le fue revelado que tenía que fundar muchos conventos por el mundo–, o cuando se dirigía a Marruecos a predicar el Evangelio a Miramamolín y sus correligionarios.
Lo corrobora el acta notarial constitutiva de San Francisco el Grande, firmada el 5 de julio de 1785 por el rey Carlos III: «Que a esta Villa de Madrid tocó por la Divina Providencia la feliz suerte de que el santo patriarca san Francisco viniere y llegase a ella por el año mil doscientos diez y siete, con el piadoso y laudable fin de establecer y fundar en la misma un convento de su instituto y regla, y habiendo merecido el Ayuntamiento y moradores de dicha villa, que lo recibiesen con la mayor veneración y piedad, por el grande fruto, que esperaban lograr con su doctrina, con su ejemplo y edificación, y con la de sus religiosos, acordó dicho Ayuntamiento ofrecer al santo patriarca sitio conveniente que pudiera fundar su convento, y con efecto se escogió y señaló el que entonces se llamaba de Jesús María…». Es el mismo lugar en el que, con los caudales de la Obra pía de los Santos Lugares de Jerusalén –a la que todavía pertenece– y con las debidas licencias de la Santa Sede, construyeron esta iglesia y el convento– lo que queda– que vemos.
En 1761 el franciscano lego Francisco Cabezas hizo los planos y dirigió la obra –en siete años hasta el arranque de la cúpula– con la oposición de Ventura Rodríguez, a quien le había sido rechazado su proyecto. En 1768 la Academia de Bellas Artes de San Fernando suspendió la obra por si no iba a resistir el peso de la cúpula. Pero en 1770, después de distintos peritajes, se autorizó su continuación por Antonio Pló bajo la dirección de Sabatini y, en 1784, fue culminada por Miguel Fernández.
Es que el diámetro de esta cúpula mide 33 metros y no se apoya en contrafuertes, al igual que la de San Pedro del Vaticano de 41,47 metros y la del Pantheon de Roma de 43,44 metros. Solo por eso merece la pena visitarla y contemplar frescos y cuadros de Contreras, Plasencia, Bayeu, Goya, Velázquez, González Velázquez, Ribera, Zurbarán, Carnicero, Van Loo, Reni y todavía más.