Sube a los altares Stanley Rother, primer mártir estadounidense
Sabía que estaba amenazado por los escuadrones de la muerte de Guatemala, donde había servido a los indígenas desde hacía 13 años. Pero «estaba enamorado de su gente» y no quiso abandonarlos
«El pastor no puede huir a la primera señal de peligro». Esta frase, que el padre Stanley Rother repitió con frecuencia durante su último año de vida, podría ser el lema del primer mártir nacido en Estados Unidos. Este sábado será beatificado en Oklahoma City, la ciudad cerca de la cual vino al mundo.
No fue en Norteamérica donde el padre Rother entregó la vida, sino en Guatemala. Murió a manos de un escuadrón de la muerte en 1981, durante la larga guerra civil que asoló el país entre 1960 y 1996. Solo ese año, fueron asesinados otros nueve sacerdotes. «Nunca oí a mis padres decir: “Ojalá se hubiera quedado en casa”. Pienso que creían que estaba donde estaba destinado a estar», ha asegurado su hermana Marita, adoratriz de la Sangre de Cristo, en una entrevista al National Catholic Register.
De granjero a sacerdote
Franz y Gertrude Rother eran un matrimonio de granjeros que habían educado a sus cinco hijos en la fe, participando en la vida parroquial y rezando el rosario en familia todos los días. Desde pequeño, Stanley, nacido en 1935, «trabajó en la granja de la familia, en la que todavía vive nuestro hermano pequeño. Ordeñaba vacas, conducía el tractor y hacía cualquier tarea que mi padre pensara que podía manejar. Tenía cualidades de líder. Era muy responsable».
Ingresó en el seminario al terminar el instituto, y después de cambiar de centro porque los estudios teológicos y el latín se le resistían, fue ordenado sacerdote en 1963. Cinco años después pidió a su obispo ser enviado como misionero a Guatemala. La diócesis de Oklahoma City-Tulsa tenía allí una misión en la que, según había oído el padre Rother, faltaba un sacerdote.
Con los indios tzutuhil
Desde su llegada, vivió en Santiago Atitlán, una población indígena del altiplano, en el suroeste del país. Fueron los tzutuhil quienes, cuando consiguió dominar su idioma además del español, lo aceptaron como alguien propio y le hicieron la estola de colores con la que es frecuente verlo en las fotos.
«Era un pastor muy dedicado, totalmente disponible para su gente –recuerda Marita, que lo visitó en dos ocasiones–. Iba las cabañas, hablaba con los jóvenes y respondía a sus necesidades. Les ayudaba a trabajar su tierra, animándolos a actualizar su equipamiento y probar cosas nuevas». Una vez manejó un bulldozer durante nueve horas seguidas para limpiar el terreno en varias granjas. También puso en marcha una radio y un pequeño dispensario.
Entre los amenazados
La muerte no le pilló por sorpresa. Durante los meses anteriores, el director de la radio parroquial había sido asesinado, así como varios de sus catequistas y parroquianos. A comienzos de 1981, había vuelto durante unos meses a Oklahoma después de que su nombre hubiera aparecido en una lista de amenazados por los grupos de extrema derecha que apoyaban al Gobierno. Pero «estaba enamorado de su gente», y por eso decidió volver a Santiago Atitlán en abril; quería celebrar la Pascua con ellos.
Desde el primer momento de su vuelta, supo que estaba bajo vigilancia. El 28 de julio, un grupo de hombres armados entraron en la casa parroquial a medianoche, y obligaron a Francisco, un joven de la parroquia, a llevarlos hasta «el sacerdote de la barba pelirroja». El padre Rother se resistió, pero dos tiros en la cabeza acabaron con su vida.
En un primer momento, tres hombres fueron detenidos, y admitieron haberle asesinado durante un robo. Sin embargo, un Tribunal de Apelaciones de Guatemala anuló sus condenas, y los verdaderos autores han quedado en el anonimato.