David Arratibel asiste con estupor a la cascada de conversiones al cristianismo en el seno de su familia. Su cuñado, su hermana, su madre, su otra hermana… Él, además de no entender dichos procesos, se siente marginado de algún modo, al no compartir esa experiencia de fe con su familia. Así que para hacer frente a esta situación de desconcierto decide coger la cámara y empezar a grabar para tratar de comprender lo que les ha sucedido. Entrevistas, recursos, destinados a hacer emerger, en lenguaje audiovisual, algunos de los misterios que David quiere conocer.
Esta singular producción está a caballo entre el moderno documental de creación y un reportaje de periodismo de investigación. Y el resultado cuenta con una de las virtudes más buscadas y difíciles de alcanzar en un documental, como es conseguir transmitir una indudable sensación de autenticidad. De hecho, Converso es en cierto de modo un pedazo de vida, un abanico de experiencias directas, hasta el punto de que en algún momento parecemos asistir a un reality show, si podemos imaginar una versión noble de tal denominación. A esta autenticidad se añade otra atípica característica. Normalmente, este tipo de filmes de naturaleza testimonial cristiana se conciben desde su origen con fines didácticos o evangelizadores. Sin embargo, este, por razones obvias, carece de intenciones catequéticas. Su director no desea comunicar o testimoniar la fe, ya que él no la tiene. Solo desea mostrar para tratar de entender. Sin trampas ni concesiones, sin omisiones o añadidos deliberados. Y consigue así una frescura que hace que el espectador se sienta verdaderamente libre, no manipulado ni llevado —como ocurre en algunos filmes a veces de forma grosera— en una cierta dirección. Es curioso cómo el realizador del documental, normalmente invisible, aquí es uno de los protagonistas, y en varias ocasiones aparece incluso en cuadro como un personaje más. Él es interlocutor principal, dado que el filme busca responder sus preguntas, no las del espectador.
Hechos estos comentarios laudatorios, podríamos estar, sin embargo, ante un documental ramplón, sentimental o cargado de lugares comunes. Sin embargo, el tratamiento argumental es muy fino, elegante incluso, y a menudo gira en torno a cuestiones nada banales, como la relación entre belleza y sentido religioso, o el valor sagrado de la música. El hecho de que varios miembros de la familia protagonista se dediquen a la música profesionalmente facilita esta sensibilidad que aporta mucho al documental. Pero en cualquier caso, y dado que —como hemos dicho— la cinta es un pedazo de vida, cada cual puede hacer —como se está haciendo, de hecho— su propia lectura de la misma. Hay quien ve una reflexión sobre la naturaleza de los lazos familiares, otros descubren un filme sobre rencores, perdones y heridas sin cerrar, los hay que ven un documental genérico sobre la dimensión espiritual del ser humano y su sentido religioso… y es que todas estas cosas están ahí plasmadas. Sin duda, una película distinta, y que merece la pena.
David Arratibel
España
2017
Documental
Todos los públicos