La misión es esencial en el magisterio de la Santa. Ella no quiere que las carmelitas se dediquen sólo a su santificación personal, o a vivir en intimidad con el Señor; no quiere personas que se encierren en sí mismas; por el contrario, han de ser almas abiertas a los demás. Ella ha descubierto a Cristo, pero también a su Iglesia y a cuantos la puedan necesitar. El apostolado es para ella como una maternidad espiritual: Y así me acaece que, cuando en las vidas de los santos leemos que convirtieron almas, mucha más devoción me hace y más ternura y más envidia que todos los martirios que padecen, por ser ésta la inclinación que nuestro Señor me ha dado, pareciéndome que precia más un alma que por nuestra industria y oración le ganásemos, mediante su misericordia, que todos los servicios que le podemos hacer. La misión que el Señor nos encomienda es ambiciosa y requiere de nosotros un constante diálogo con Dios y con los hermanos. Su Palabra ha de llegar a todos los pueblos, a los sectores y ambientes diversos de nuestra diócesis, a los sacerdotes y religiosos, a las familias, a los jóvenes, a los pobres, a los enfermos, a los ancianos, a los indiferentes. No ha de ser una imposición sino una propuesta de amor: Querría meter en mitad del mundo, por ver si pudiese ser parte para que un alma alabase más a Dios. La misión nos urge a caminar, evangelizar con renovados bríos y con imaginación pastoral, buscar a tantos alejados del Evangelio para despertar en ellos el gozo de encontrarse con Cristo, de dejarse amar por Él y comprometerse solidariamente con los demás. Existen sectores de la sociedad donde no resuena la voz de Jesús, personas que viven como si Dios no existiera. A ellas el Señor nos envía especialmente: ¿Quién de vosotros no va hasta la oveja descarriada, y cuando la encuentra se la carga sobre sus hombros muy contento? Teresa vivió la pasión evangelizadora, ímpetus grandes de aprovechar almas, que me parece, cierto, a mí que, por librar una sola de tan gravísimos tormentos, pasaría yo muchas muertes muy de buena gana. Elevemos una plegaria a santa Teresa, intercesora de nuestros anhelos y ejemplo a imitar. Nos ponemos bajo su protección para que nos ayude a vivir en santidad.