«Ahora sé escribir mi nombre»: así mejora la educación la vida de los desplazados
Entreculturas lanza la campaña Escuelas en peligro de extinción, para denunciar que la violencia y las guerras provocan escasez de escuelas y de docentes, desigualdad de género y empobrecimiento de la población
«Debido a las guerras tuve que huir de mi casa y escapar a otro lugar de mi país con mi familia»: esta frase la podría haber pronunciado cualquiera de los casi cuatro millones de habitantes de la República Democrática del Congo (RDC) que se han visto obligados a ir a otra parte del país. La ha pronunciado este jueves la congoleña Hombeline Bahati, hoy coordinadora de las actividades de medios de vida del Servicio Jesuita a Refugiados en Masisi, un campo de desplazados en Kivu del Norte, al este de la RDC.
En un acto en el que la ONG Entreculturas ha presentado su campaña Escuelas en peligro de extinción, se ha puesto sobre la mesa el problema que padecen 264 millones de menores en todo el mundo que no van a la escuela, cuando al menos dos tercios de ellos viven en países ricos en recursos naturales. Para dar visibilidad a esta situación, Entreculturas ha hecho pública su Silla Roja (www.lasillaroja.org), la silla de la NO vuelta al cole, para llamar la atención de que hay «escuelas en peligro de extinción».
De este modo desvela que en al menos 8 de los 15 países más violentos del mundo los recursos naturales han desempeñado un papel clave en el conflicto. Y de los 40 conflictos que entre 1999 y 2013 han conllevado ataques directos a la educación (destrucción de escuelas, asesinatos, agresiones o amenazas a estudiantes y a docentes), más de la mitad estaban vinculados con los recursos naturales.
Concretamente, en la República Democrática del Congo, la nación de Hombeline, uno de los países más ricos en recursos naturales de África Subsahariana, los conflictos no cesan y desde 2013 han sido destruidas más de 500 escuelas, afectando a más 200.000 niños y niñas.
Como afirma Daniel Villanueva, director de la Fundación Entreculturas: «Es curioso cómo estos días conviven en los medios imágenes de la vuelta al cole con la devastación del huracán Irma. Más allá de la coincidencia, nosotros hemos comprobado que hay una relación directa entre tierra, educación y derechos humanos».
En el campo de Masisi, Entreculturas trabaja con 330 personas, 268 de ellas mujeres. «Trabajamos con ellas –afirma Hombeline– porque la mayoría de la población desocupada en los campos de desplazados son mujeres. Ellas tienen muy difícil el acceso al trabajo, y también son la presa más fácil para su explotación en los trabajos de la minería. Y muchas se ven obligadas a prostituirse para dar de comer a su familia».
Por eso, desde Entreculturas les ofrecen el acceso a una formación en oficios útiles para la comunidad. «Es muy gratificante ver la sed de todas estas mujeres por formarse y tener una educación. Da mucha alegría cuando una mujer te viene a dar las gracias y dice: «Ahora sé escribir mi nombre, mi vida ha cambiado». Todas estas mujeres antes no hacían nada y ahora gracias a la educación ya no tienen que prostituirse. Cuando empoderas a una mujer, empoderas a su familia. La capacidad de gestión que reciben repercute al final en todos los suyos».