Sí, es tiempo de conversaciones cálidas y certeras. De poner a germinar aproximaciones aún tiernas. De dialogar sin subir la voz. De confidencias entre hermanos que hace tiempo no se ven. Probablemente no haya en el mundo una diplomacia tan medida como la vaticana. Quizá sea intuición, experiencia de siglos o sencillamente paciencia. El caso es que, casi de puntillas, la Santa Sede acaba de dar un nuevo paso de gigante en la compleja y delicada relación entre el Vaticano y el Patriarcado de la tercera Roma. Hacía 18 años que un secretario de Estado vaticano no se encontraba con el patriarca de todas las Rusias. El cardenal Pietro Parolin acaba de mantener un importante encuentro en Moscú con el patriarca Kirill y con el metropolita Hilarión, y también con las autoridades civiles: el presidente Putin y el ministro de Exteriores, Lavrov. Tal como ha asegurado el cardenal Parolin, los encuentros se han realizado en un clima de cordialidad, de escucha y de respeto.
En cierta forma, cuando se retoman conversaciones después de un tiempo es como si se estrenaran de nuevo. Hay algo de aire limpio tras esta última reunión, de un nuevo lustre que va quitando el polvo a desavenencias de siglos. Y eso que las cartas se pusieron sobre la mesa. Hay controversias pendientes, como la restitución de iglesias confiscadas por el régimen comunista, de las que está tan necesitada la comunidad católica, y el conflicto de Ucrania, uno de los temas más delicados en las relaciones entre la Santa Sede y Rusia. En este tipo de diplomacia la paciencia es providencial y a muchos les desborda, porque los avances son hacia dentro, apenas dejan huella. Pero marcan caminos. El Papa Francisco sabe bien que cuando hay diálogo, en las diferencias siempre se hace sitio a temas compartidos: la persecución de los cristianos, ayuda humanitaria a las víctimas de la guerra de Siria, inmigración. Todo cambió tras aquel encuentro en La Habana entre el patriarca y el Papa en febrero de 2016. En esta ocasión, el viaje del cardenal Parolin ha tenido un gran telonero, san Nicolás de Bari, el santo más amado en la tradición ortodoxa rusa, cuyas reliquias, por expreso deseo del Papa, han sido expuestas en Moscú y en San Petersburgo a la devoción de miles de fieles. La futura unidad se convierte en utopía cuando torpemente creemos que lo hemos intentado todo. De ahí la importancia de seguir construyendo puentes.