Cardenal Osoro: «El terrorismo busca dos efectos: el miedo y el odio»
Este domingo, 20 de agosto, la catedral de Santa María la Real de la Almudena acogió una Eucaristía por las víctimas del atentado de Barcelona y de Cambrils y por la paz, presidida por el cardenal arzobispo de Madrid, Carlos Osoro. Durante la celebración, fueron constantes los gestos de profunda emoción y de solidaridad, tanto con las víctimas como con sus familiares.
El purpurado comenzó su homilía recordando que los obispos, como sucesores de los apóstoles, «tenemos una responsabilidad especial de ofrecer a todos los hombres –creyentes o no– la luz del Evangelio». Una luz «que anuncia un modo de vivir singular: Cristo nos ha liberado». Y anunciarlo «en estos momentos que ha vivido y esta viviendo España por el atentado terrorista en Barcelona es fundamental para nosotros».
El cardenal, acompañado por el nuncio de Su Santidad en España, monseñor Renzo Fratini, así como por vicarios episcopales, sacerdotes y seminaristas, incidió en que la paz es el único camino para hacer frente a la violencia y la injusticia. «Cuando Dios entra en el corazón del ser humano», señaló, a la luz del salmo 66 pronunciado durante la celebración, «ilumina nuestra vida» y «nos hace ver que los que tenemos a nuestro alrededor son hermanos y nos hace descubrir dónde está la salvación». Por eso, continuó, «hoy lloramos para que termine esta lacra que asola este mundo», que «además esta convirtiéndose en una amenaza permanente para la humanidad».
Del mismo modo, el arzobispo de Madrid invitó a los presentes a defender el derecho a la vida, «desde el inicio hasta el final por causas naturales», porque «entendemos que el derecho del Señor y su justicia son urgentes». El terrorismo, subrayó, «es algo que estropea, que no nos permite que los pueblos alaben a Dios, porque lo alabamos con obras». Por ello, aseveró que no podemos cerrar los ojos a esta «dolorosa plaga» del mundo actual: «El fenómeno del terrorismo entendido como ese propósito de matar y destruir indistintamente hombres y bienes, y crear un clima de terror y de inseguridad enorme». Los actos de terrorismo, continuó, «nunca son justificables», y «la Iglesia, a través de todos los tiempos, así lo ha condenado y manifestado».
«Nadie puede atentar contra la dignidad del ser humano»
El Señor, dijo el cardenal, en su invitación a descubrir la doctrina de la Iglesia, permite calificar netamente el terrorismo como «una realidad perversa en sí misma», que «no admite justificación ninguna». Es más, «hace posible que apreciemos hasta qué punto el terrorismo es una estructura de pecado, generadora de nuevos graves males»; es «intrínsecamente perverso», destacó, «porque dispone de la vida de las personas y atropella los derechos de la población». Fieles a esta invitación y como discípulos de Cristo, «queremos gritar la dignidad de todo ser humano», y «nadie puede atentar contra esta dignidad».
«El terrorismo busca dos efectos: el miedo y el odio». Y ambos, señaló, «son directos y negativos». Remarcando la necesidad de «guardar el derecho de Dios» ante esta situación que vive nuestro mundo de «esta lacra mala del terrorismo», el arzobispo animó a la Iglesia que camina en Madrid a «denunciar la inmoralidad del terrorismo», una tarea que «forma parte de esta misión de la Iglesia». A denunciarla y a defender la dignidad de la persona, así como a «no mantener silencio», ya que «un cristiano no pude callar ante las manipulaciones y ante la mentira que comporta la deformación de la conciencia». Y el terrorismo «es una mentira que lo estropea todo», porque «crea miedo y odio; nada más ajeno a lo que tenemos que difundir los cristianos».
Aferrados a la fuerza del Señor, el purpurado concluyó alentando a los presentes a «cantar la alegría de la vida que da Jesucristo, del modo de pensar y de relacionarnos que nos regala», hasta que «todos los pueblos sepan alabar al Señor».