Juan Manuel Cotelo: «El realismo consiste en confiar en Dios»
El director y productor de cine Juan Manuel Cotelo descubrió un día, «con certeza total», que «Dios quería que dedicara mi (Su) trabajo, mi (Su) tiempo, mi (Su) creatividad, a hablar de Él». Lo cuenta poco antes de participar en el XI Encuentro de Comunicadores Sociales, que celebra, el 26 de mayo, el Arzobispado de Madrid. Ésta es la primera parte de la entrevista
¿Es posible contagiar la alegría de tu vida? ¿Cuál es esa alegría? Hay mucha gente por el mundo deseando ser feliz y no lo consigue…
Tiene razón. Todos buscamos la alegría, para cada uno de nosotros y para quienes nos rodean, incluso deseamos la alegría a todas las personas del mundo, aunque parezca una utopía. Vamos probando diferentes recetas de la felicidad, y muchas funcionan, con mayor o menor intensidad y duración. Podemos experimentar alegría en el hecho mismo de estar vivos, en la amistad, en tantas diversiones buenas, en tantas experiencias maravillosas. Nada de eso es ajeno ni contrario a la felicidad que nos ofrece Dios. Al contrario: hay muchos regalos que recibimos de Él, por medio de las alegrías de la vida. Lo único que tiene capacidad de aniquilar la felicidad humana por completo es el rechazo a la voluntad de Dios, el pecado. Lo único que podemos llamar con propiedad malo es aquello que es consecuencia del pecado. Podemos ser felices a pesar del sufrimiento, incluso en medio del mayor dolor. No es una felicidad de carcajada, a veces incluso determinada situación nos impide sonreír. Sin embargo, hay una felicidad asociada a la paz interna, a la paz que puede experimentarse a pesar de un dolor terrible. Es una paz que solamente da Dios, y que va asociada a la aceptación de Su voluntad. Es la paz que pudo tener el mismo Cristo, desecho entre lágrimas y dolor ante la dureza del corazón humano, cuando Su pasión iba a comenzar. Quien niegue esa posibilidad de tener paz en el dolor, desconoce la capacidad de Dios de resucitarnos, de vencer a la muerte y al pecado. Es ésa felicidad la que querría yo experimentar, para luego contagiársela a los demás. Yo mismo he experimentado el contagio irresistible de quienes experimentan esa paz en el dolor. Y también he experimentado la falsedad de otras recetas que prometen la felicidad y son como un globo precioso de color vivo que de repente va y se pincha.
¿Dios actúa de forma cercana en el mundo de hoy?
Somos las personas quienes hacemos esfuerzos por alejarnos de Dios, sin lograr nunca que Él se separe de nosotros. «¿Puede una madre olvidarse del fruto de sus entrañas? Pues aunque ella pueda… Yo nunca me olvidaré de ti». Los seres humanos somos el centro exclusivo de la mirada de Dios. Diría que Dios ni siquiera pestañea cuando nos mira. Su mirada y su acción son de ternura infinita, de eficacia infinita, imparable…, sólo condicionada por la voluntad de cada uno de nosotros, que siempre podemos darle la espalda, con este mensaje terrible: «Déjame, no te quiero, no te necesito, te ignoro, me basto yo solo para ser feliz, yo dicto mis propias normas y mi propio camino. Adiós».
Así es, desde el primer día, la historia de la Humanidad y la historia de cada uno de nosotros. De Dios recibimos la vida… y a Dios le robamos la vida, nuestra propia vida. Dios nos ofrece todo lo que existe, todo lo que somos… y nosotros decidimos prescindir de sus dones, sustituirlos por otros de menor valor. Dios se pone a nuestro servicio, se hace nuestro esclavo, y nosotros aún dudamos sobre si nos conviene su amistad. Dios se acerca a nosotros… y nosotros huimos de Dios. ¡Qué duro es nuestro corazón, cuánto nos cuesta dejarnos conquistar, dejarnos amar! Por suerte, el corazón de Dios es infinitamente superior a nuestra capacidad de rechazarle. Hasta el último instante de la vida, podemos regresar a nuestro Padre bueno, que nos abraza como si jamás le hubiéramos negado. Ésa es la esencia de Dios: amor incondicional, imparable, eficaz, universal.
¿Qué le lleva a usted a embarcarse en el proyecto de Infinito+1?
¡Es inexplicable, imposible de demostrar e imposible de comprender! Hubo un día en que supe con certeza total que Dios quería que dedicara mi (Su) trabajo, mi (Su) tiempo, mi (Su) creatividad, a hablar de Él, a través del cine, de la TV, de los medios que hasta entonces había empleado para tratar de otros temas. Es un proceso que continúa vivo y que no controlo. Cuando he tratado de rechazar ese plan de Dios, o de modificarlo a mi antojo, he perdido la paz inmediatamente. Cuando he tirado por donde comprendía que Dios me llevaba, he sentido una paz y una convicción aplastantes, que han podido con todas las dificultades, sobre todo con las que yo mismo voy poniendo por mi falta de fe o por mi exceso de confianza en las posibilidades humanas. El realismo total consiste en confiar en las opciones de Dios. Todo es posible si Dios está detrás de un proyecto. En sus manos está que pasemos por el éxito o el fracaso, por la humillación o por el aplauso. No tenemos capacidad de juzgar cuál es el camino correcto para que se cumpla la voluntad de Dios. A Él todo le sirve, para conquistar su único objetivo: mi corazón.