En España se puede «alquilar» el vientre de una refugiada de guerra ucraniana
«La gestante no tiene ningún derecho sobre el niño. Es solo una persona haciendo un trabajo», afirma el comercial de una clínica presente en Surrofair, la feria de vientres de alquiler que se celebró en España los días 6 y 7 de mayo. Se permite seleccionar el sexo del bebé o contratar seguros para, por ejemplo, cubrir el aborto del niño que viene con malformaciones
La feria sobre vientres de alquiler Surrofair no se ve a la primera al entrar en el hotel Weare Chamartín, en la madrileña estación del mismo nombre. Ni siquiera se anuncia en el cartel de eventos de la entrada. El encuentro sobre la gestación por subrogación, una práctica ilegal en España, ha buscado un perfil bajo después de haber tenido que cambiar su localización y de haber atraído una concentración en contra de la Red Estatal Contra el Alquiler de Vientres, el 6 de mayo por la mañana. Para acceder hay que subir dos tramos de escaleras mecánicas, y otro de escaleras normales y presentar una entrada impresa.
La feria transcurre de forma paralela entre la sala de conferencias y la de expositores. En la primera, representantes de las distintas agencias y clínicas que se publicitan en Surrofair explican aspectos de los vientres de alquiler como los trámites legales, cómo aumentar las tasas de éxito de la fecundación «in vitro» o las implicaciones psicológicas del proceso.
En la sala de expositores, llena de carteles con bebés sonrientes y cuencos con dulces, las empresas implicadas en esta industria ofrecen a los asistentes información sobre su producto. Los países estrella son Estados Unidos y Canadá, los únicos de los presentes a los que pueden acudir parejas homosexuales, y también Ucrania, disponible solo para matrimonios heterosexuales con problemas de infertilidad pero en los que el padre pueda aportar esperma. Esto es importante, porque es el vínculo genético paterno el que determina la filiación.
Vientres en la India y para padres con VIH
Los organizadores de Surrofair han presumido en el pasado de no invitar a empresas que trabajaran en países pobres como la India o Tailandia, donde la explotación de las mujeres, que llegan a ser recluidas en «granjas», es notoria. Sin embargo, en uno de los folletos que la empresa New Life Global Network reparte en su stand explicita que esta organización trabaja en la India, otros países del sudeste asiático, Sudáfrica, Kenia y México.
El mismo folleto, diseñado con una bandera multicolor y con la foto de una pareja de varones con un bebé, ofrece además «maternidad subrogada para padres prospectivos con hepatitis y con VIH».
49.000 euros, intentos ilimitados
El primer stand en el que se detiene el periodista es el de la clínica ucraniana Ilaya. Cobran 39.900 euros por un intento, 43.900 por tres. El «paquete oro», por 49.900 euros, ofrece intentos ilimitados hasta agotar el número de embriones creados en la primera tanda de fecundación «in vitro». Uno de sus responsables explica, en inglés y paso a paso, el proceso que se hace cuando la madre de intención aporta los óvulos: en una primera visita a Kiev se inicia el tratamiento hormonal, que ella misma sigue, sola, en España.
Dos semanas después, de nuevo en la capital ucraniana, se le extraen los óvulos que serán fecundados con esperma del padre de intención. La madre comitente deberá, luego, coadoptar al bebé en España. La gestante, nos aseguran, «no tiene ningún derecho sobre el niño. Es solo una persona haciendo un trabajo».
¿Solo niños? Es posible
De camino, el periodista se preguntaba cómo sonsacar información sobre aspectos sensibles como la selección de sexo. ¿Cómo preguntar sin levantar sospechas si se podría elegir tener solo hijos varones? No hacía falta preocuparse: la selección de sexo se ofrece abiertamente en casi todos los stands, junto con el diagnóstico genético preimplantatorio para eliminar a los embriones con defectos genéticos.
La comercial en España de Ilaya añade más información: trabajan con mujeres de toda Ucrania, pero al menos durante los últimos meses de embarazo «están alojadas al lado de nuestra clínica». Deben de haber sido madres ya, y se les hace un exhaustivo análisis médico, psicológico y legal para detectar cualquier factor que pudiera dar lugar a un conflicto.
Paradójicamente, a los padres comitentes no se les hace ningún tipo de estudio parecido. Las gestantes «lo hacen por el dinero», reconoce, y no se van a arriesgar a perder esos ingresos por cualquier tipo de conflicto. Los 14.000 euros que reciben —menos de un tercio del precio final— equivalen, allí, a lo que serían unos 70.000 en España.
«Hemos tenido casos complicados»
En este peculiar mercado, las empresas compiten por subrayar tanto su calidad como su nivel ético… y sembrar sospechas sobre los de la competencia. En Ilaya, por ejemplo, presumen de ser una clínica, no una agencia. Estas «siempre intentan reducir costes pagando menos a las mujeres» e «invirtiendo» menos en ellas». Además, «nosotros solo escogemos mujeres hasta 30 años, mientras que algunas clínicas trabajan con mujeres más mayores», lo que puede reducir las probabilidades de éxito.
Al plantear con la comercial la cuestión del contacto con la gestante, responde: «Nosotros no recomendamos el contacto. Puede haber complicaciones emocionales para vosotros y para ella. Hemos tenido algún caso complicado».
Desplazadas por la guerra
Poco después una agencia, Interfertility, utiliza esta recomendación para levantar sospechas: «Cuando una clínica desaconseja el contacto, puede ser porque no quiere que veáis cómo está la gestante. Sobre todo si, además, trabaja con mujeres de todo el país. Las nuestras son solo del área de Kiev».
¿Sería posible, entonces, que las mujeres que gestan hijos para parejas españolas hayan tenido que huir de la zona de Donetsk y Lugansk, golpeadas por la guerra? «Algunas de nuestras gestantes vienen de allí —reconocen cuando volvemos a Ilaya con esta inquietud—. Pero ellas están todo el tiempo en nuestra clínica, no las dejamos volver. Además, podéis elegir no trabajar con ellas». Se sobreentiende que la preocupación de los padres de intención será siempre la seguridad de su hijo o la posibilidad de que las mujeres no sean estables psicológicamente y den problemas; no la situación de vulnerabilidad que las ha hecho ofrecerse a gestar hijos y entregarlos.
«Nos llegan peticiones de gente de 60 años»
Así como Ilaya presume de trabajar con las gestantes más jóvenes, Interfertility lo hace de haber «limitado la edad de los padres de intención a los 55, y nos estamos planteando bajarla a los 50. Pensamos en el niño, que tiene una cierta probabilidad de perder a sus padres siendo un adolescente. Es un límite que ponemos nosotros, porque la legislación de los países no lo hace. Nos llegan peticiones de personas de 60, y no entienden que les digamos que no».
«Nosotros os vamos a contar las luces y las sombras para que seáis conscientes de todo —continúa su comercial—. Por ejemplo, hace poco le he dicho a un chico que quería ser padre en solitario que en Canadá podía tardar un poco en encontrar gestante. Allí no se permite pagar a la mujer más que los gastos, unos 14.000 euros».
«Lo mejor de cada país»
Por eso hay menos mujeres dispuestas, y «tiene más posibilidades de decir que no. Como lo hacen de forma altruista, quieren sentir que están ayudando a una familia, y van a preferir parejas, homosexuales o heterosexuales», a un padre soltero que ante cualquier problema puede verse sin apoyo. «Seguramente también quieran estar en contacto con vosotros durante el embarazo».
Otros «obstáculos» de Canadá —continúa— es que «la tasa de éxito de sus clínicas de reproducción asistida ronda el 50 %, como en España, mientras que en Ucrania es el 70 % y en Estados Unidos el 80 % o 90 %. Además, en Canadá es ilegal hacer selección de sexo».
Pero no hay problema sin solución: «Ahora tenemos un programa mixto que funciona muy bien. Se trata de crear e implantar los embriones en Estados Unidos» —con más tasa de éxito y selección del sexo— en una mujer canadiense que los gestará y dará a luz en su país. «Es lo mejor de ambos países: la calidad de Estados Unidos, pero más barato».
Por si la gestante pierde el útero
Con Interfertility, conseguir un hijo en Ucrania cuesta entre 32.000 y 58.000 euros, y si no se elige un paquete «garantizado» se contemplan gastos imprevistos como 2.000 euros para abortar en caso de malformaciones, 1.000 euros por hacer cesárea —por razones médicas o para minimizar el vínculo madre-hijo— o 2.000 en caso de que la gestante pierda el útero.
En Canadá el precio puede rondar los 60.000, pero en Estados Unidos se puede disparar hasta los 200.000 euros. El programa mixto saldría por unos 10.000 euros más caro que el de Canadá.
Ángel Yáñez