El Papa observa a los ricos
Francisco ha bendecido el Observatorio de la Riqueza Padre Pedro Arrupe, puesto en marcha en Argentina con el objetivo de analizar a dónde van las ganancias generadas por los trabajadores y plantear un sistema que supere la «dictadura de la economía». Entrevistamos a los fundadores de este observatorio único en el mundo
«Me reuní con el cardenal Bergoglio un día antes de su viaje a Roma, en febrero de 2013. Le entregué una propuesta con siete puntos de acción para el nuevo Papa. A la salida de la reunión le pregunté si alguna vez hubo un Papa jesuita. Sonrió y me respondió: “No, nunca”. Y textualmente dijo: “Eso sería patear el tablero del mundo”. “Entonces rezo por usted”, le dije. Esto fue en la puerta del ascensor del segundo piso del Arzobispado, frente a la plaza de Mayo. Nos despedimos con una sonrisa cómplice. Días después fue elegido el primer Papa jesuita».
Lo cuenta Guillermo Robledo, cofundador del Observatorio de la Riqueza Padre Pedro Arrupe para un nuevo sistema financiero y comunicacional mundial (observatorio-riqueza.org). La conversación con Alfa y Omega tiene lugar en una de las oficinas de IMPA, la fábrica metalúrgica recuperada por sus trabajadores del barrio de Almagro, muy cerca de donde nació y la iglesia donde fue bautizado el Sumo Pontífice.
El Papa bendijo el observatorio hace poco más de un año, cuando recibió en la residencia Santa Marta a Guillermo Robledo y a Eduardo Murúa, impulsores de este proyecto único en el mundo que busca conocer a dónde va la riqueza de las personas económicamente activas en el mundo y plantear un plan distinto a la «dictadura de la economía», como la definió el propio Pontífice.
Más de cien expertos que trabajan en red
Guillermo Robledo explica que el Observatorio de la Riqueza nace por la confluencia de su grupo, el Movimiento Hélder Cámara para la Paz entre las Religiones, con el Movimiento Nacional de Empresas Recuperadas, fábricas que gestionan los trabajadores tras ser abandonadas por su patronal y que lidera Eduardo el Vasco Murúa. Este proyecto no se limita a Argentina, sino que se amplía a todo el orbe y sus integrantes, que trabajan en red, superan el centenar e incluyen a teólogos como el brasileño Leonardo Boff, científicos y políticos, como por ejemplo, uno de los actuales directores del Banco Central Argentino, Pedro Biscay.
«Este observatorio comenzó a gestarse hace años en Quilmes, una localidad del cordón industrial del sur de la provincia de Buenos Aires donde, a través de los sacerdotes, desde hace décadas se han ido formado asentamientos. Cuando nació el Observatorio de la Pobreza de la Universidad Católica Argentina (UCA) pedimos que incorporasen el capítulo de la riqueza. La idea quedó dando vueltas hasta que el Papa Francisco lanzó su encíclica Laudato si. La leímos con profundidad y vimos que era el momento», recuerda Robledo.
A su lado, Clelia Isasmendi, otra de las impulsoras del proyecto, recuerda el encuentro que mantuvo en noviembre en Santa Marta con el Papa. «Le pedí una reunión de dos horas con 20 miembros del observatorio para que supiera de primera mano qué hemos hecho hasta ahora. Francisco se mostró muy interesado, le pareció una maravilla, porque estamos llevando la Laudato si a la práctica. Este es un observatorio sin signo político, es por la dignidad de las personas», asegura Isasmendi, que conoce muy bien a Bergoglio.
«El estiércol del diablo»
El Observatorio de la Riqueza Padre Pedro Arrupe parte de estudios que muestran que los países no son pobres, se empobrecen con la fuga de las riquezas hacia los paraísos fiscales y el pago de la deuda externa. Sigue siendo una paradoja sin solución que los trabajadores producen más riqueza aunque cada vez están en peores condiciones de vida. Ya lo decía el Papa Francisco en una homilía en Santa Marta: «El dinero es el estiércol del diablo», recordando la opinión de los primeros padres de la Iglesia. «Nos hace idólatras y enferma nuestra mente con orgullo, nos aleja de la fe y nos corrompe», y recurriendo a la actualidad el Sumo Pontífice, sostuvo que «se salva a bancos de la bancarrota, pero no a los seres humanos».