Monje y escritor: el silencio elocuente
Durante tres días, diferentes estudiosos se han reunido en torno a Thomas Merton, sus escritos y su figura, en Burgos. El objetivo: promover el conocimiento del escritor y monje, para contribuir a la creación de un mundo más justo y pacífico
La abadía de San Pedro de Cardeña, en Burgos, ha sido testigo, durante los días 19, 20 y 21 de septiembre, del II Encuentro Thomas Merton. Además, durante estos días, se han estado impartiendo conferencias de libre asistencia en los salones de la Caja del Círculo de Burgos, con los títulos Introducción a la figura de Thomas Merton: premisas y promesas del humanismo cristiano, a cargo de don Fernando Beldrán Lavador, asesor internacional de la Sociedad Thomas Merton; Monjes y monasterios en un mundo globalizado, por fray Francisco R. de Pascual, monje cisterciense; y La fragua de una nueva humanidad: Thomas Merton y san Juan de la Cruz, por María del Sagrario Rollán, profesora y autora de libros de ensayo y poesía.
Este Encuentro Thomas Merton ha pretendido difundir y «promover el conocimiento de la vida y obra de este gran monje, a fin de colaborar al conocimiento y cultivo de la vida espiritual e interior, para que el mundo y las gentes sean cada vez más pacíficas, más conscientes de su riqueza espiritual y mejores ciudadanos del mundo».
Todo lo relativo al Encuentro, tanto las ponencias públicas como las que se desarrollaron en el monasterio, junto con otros textos, serán publicados en la revista Cistercium. Además, se ha editado un folleto con textos de Thomas Merton, ilustraciones de don Cándido Pérez-Palma, y dibujos de fray Rafael Forés, monje cisterciense del monasterio asturiano de Valdediós.
La figura de Thomas Merton no ha pasado desapercibida en la Historia y muchos, católicos o no, han podido vibrar con las palabras intensas y llenas de verdad y vida de este monje y escritor norteamericano. A pesar de que nació en Prades, en la frontera de los Pirineos con España, sus padres eran artistas norteamericanos, y sus abuelos vivían entre Estados Unidos e Inglaterra. Pasó a formar parte de la Iglesia católica en el año 1938, y vivió 27 años en la abadía cisterciense de Gethsemani, en Kentucky, Estados Unidos. En el monasterio escribiría La montaña de los siete círculos, obra que le haría famoso, y en la que hace un recorrido autobiográfico por el camino de la fe, del ser humano, la sociedad y la contemplación.
Si algo se destaca de Thomas Merton es su mirada sobre las cosas, el hombre, la vida, el mundo actual. Sus palabras surgen desde un encuentro con Dios nacido y alimentado en el silencio. Una amistad sencilla, de Cristo y el hombre, en la que se revela un amor infinito y difícilmente explicable si no es con la propia experiencia.
El mismo Dalai Lama diría de él, después de su encuentro, en 1968: «Pude comprobar que se trataba de un hombre verdaderamente humilde y de gran profundidad espiritual. Fue la primera vez que me vi impresionado por un sentimiento tan grande de espiritualidad proveniente de un cristiano».
El mensaje de esperanza que te ofrece el contemplativo no consiste en que tengas que buscar tu camino a través de la jungla de palabras y problemas que hoy envuelven a Dios, sino que Dios te ama, lo entiendas o no, que está presente en ti, que habita en ti, que te llama, te salva y te ofrece un conocimiento y una luz que no tienen comparación con nada que hayas encontrado en los libros ni oído en los sermones. El contemplativo no tiene nada que decirte, sino alentarte y asegurarte que, si te atreves a penetrar en tu propio silencio, a caminar en la soledad de tu propio corazón, y a arriesgar el compartir esta soledad con el otro solitario que contigo y a través de ti busca a Dios, llegarás a encontrar la luz y la capacidad para entender lo que está más allá de todo lo que se puede decir o explicar, ya que está demasiado cerca para poderse explicar: la íntima unión en las profundidades de tu propio corazón entre el espíritu de Dios y tu más recóndito y oculto yo, de modo que tú y Él seáis en verdad un solo Espíritu.
de El camino monástico: una carta sobre la vida contemplativa
Dios, Señor mío, no tengo idea de a dónde voy. No veo el camino ante mí. No puedo saber con certeza dónde terminará. Tampoco me conozco realmente, y el hecho, de pensar que estoy siguiendo tu voluntad no significa que en realidad lo esté haciendo. Creo que el deseo de agradarte, de hecho, te agrada. Y espero tener ese deseo en todo lo que hago. Espero que nunca haga nada apartado de ese deseo. Y sé que, si hago esto, me llevarás por el camino correcto, aunque yo no sepa nada al respecto. Por lo tanto, confiaré en Ti, aunque parezca estar perdido a la sombra de la muerte. No tendré temor, pues estás siempre conmigo, y nunca dejarás que enfrente solo mis peligros.