Jesús Blasco de Avellaneda: «El periodismo es mi forma de evangelizar» - Alfa y Omega

Jesús Blasco de Avellaneda: «El periodismo es mi forma de evangelizar»

Jesús Blasco de Avellaneda (Melilla, 1981) es un referente en el periodismo social gracias a su compromiso con la situación de los inmigrantes en la Frontera Sur. Premio Derechos Humanos de Periodismo, trabaja para medios como The New York Times, The Guardian, CNN o BBC

Antonio Moreno Ruiz
Jesús Blasco, junto a su hija, tras recibir el tercer Premio Nacional de Fotoperiodismo

Periodista internacional y responsable de una comunidad neocatecumenal en Melilla ¿Cómo compatibiliza la vocación periodística y la cristiana?
El periodismo es una forma de evangelizar. Tienes el poder de la palabra y el poder de la imagen. Las palabras tienen el poder de crear puentes entre dos partes enfrentadas. Cuando estás denunciando algún hecho estás haciendo crecer la comunión y que las dos partes que rivalizan lleguen a un encuentro. El buen periodismo tiene que ser objetivo, pero no imparcial. Yo me posiciono siempre del lado de los más débiles. Busco remover, concienciar, dar voz a los que no la tienen.

Ha sido detenido varias veces, criticado y denunciado por su toma de postura…
Entiendo todas las versiones. Entiendo el miedo. Todos lo tenemos, todos nos creemos más que el otro. No puedes forzar a los demás a pensar como tú. Pero doy un dato: el 100 % de las mujeres que están en campamentos de subsaharianos han sido abusadas. Y de los hombres, hay muchos mitos, como el de que son superhombres, que vienen con estudios… la mayoría no son más que chavales que tienen miedo y hambre y huyen de situaciones que nosotros, ni aunque imaginásemos, podríamos pensar vivir nunca. Si todos viéramos en el otro a Cristo y diéramos la vida por el otro, no estaríamos hablando de fronteras, ni de nadie ilegal, el mundo sería el cielo. Es algo utópico pero, para el cristiano, una esperanza.

Sus fotos, como la que publicamos en la portada de DiócesisMálaga hace un par de semanas, son una bofetada en la cara de una Europa adormecida.
La frontera de Melilla con Marruecos es la frontera más desigual social y económicamente del mundo. Para los que creemos en la ley del amor, ver ese amasijo de hierros y de cuchillas es una aberración. Esta es una labor que nos queda por hacer a EE. UU. y a Europa. El debate no es valla sí o valla no, va mucho más allá, habría que crear un plan Marshall para África.

A veces se echa de menos un mayor compromiso ético en la profesión.
El periodismo no existiría si no existiera el verbo empatizar. Es escuchar al otro, ponerte en la piel del otro y contarlo a los demás. Doy clases de periodismo social y les entrego a mis alumnos un decálogo de cómo debe ser esta disciplina. El último punto afirma que hay que intentar ser buena persona. No es un moralismo, porque bueno solo es Dios, sino amar tu profesión y amar al otro, saber ponerte en la piel del otro. Eso significa dar el cien por cien en tu profesión durante tu horario de trabajo y llegar a casa y dar también el cien por cien porque lo verdaderamente importante para ti es tu hogar, tu casa, los tuyos… Si no tienes una familia, una estabilidad emocional, una fe, unos valores, no puedes salir ahí fuera y enfrentarte a este mundo cada día más deshumanizado que nos rodea y hacerlo con ética, con independencia, con veracidad y con rigor.

Pero tras contemplar situaciones tan duras como las que usted contempla, tendrá que saber desconectar…
Ahora hago reportajes más potentes pero con una periodicidad mayor; pero hubo un tiempo en el que iba a reportaje diario contando historias de un herido, de un violado, de otro atropellado… Si cada día te llevas la historia de esa persona a tu casa, te vuelves loco. Puntualmente te implicas más porque no tienes más remedio, porque crees que puedes hacer algo por las personas más allá de lo meramente periodístico. Me viene a la cabeza Abdulai, que es un chico que estando en los campamentos del Gurugú huyendo de una redada policial, cayó por un barranco y quedó tetrapléjico. A este chico estuvimos ayudándole, para salvar su vida primero, y después para conseguirle un visado humanitario. Conseguimos que se lo dieran y está en España, ha logrado sobrevivir. En Marruecos habría muerto porque se le estaban gangrenando las piernas. Tú tienes que llegar a casa y desconectar: mirar a tu hija, mirar a tu mujer, darle gracias a Dios por la vida que llevas, por haber nacido a este lado de la valla y pedirle por los del otro lado. Pero no puedes estar todo el día intentando salvar el mundo porque te volverías loco.

¿Cómo vive un periodista cristiano en medio de una mayoría musulmana?
Mis padres me han criado con mucho amor a los musulmanes. De hecho, mi padre ha sido el director de dos de los colegios con mayoría de musulmanes de Melilla: el Mezquita y el Mediterráneo. Aparte, tengo ascendencia judía y me he criado con musulmanes y hebreos sin ningún problema. Compartes todo. Yo lo llevo muy bien. Tengo casi más amigos musulmanes que de la propia religión cristiana. Hace unos días, sin ir más lejos, estaba muy enfermo un amigo mío y no encontrábamos sacerdotes para darle la unción. Llamé al presidente de la asociación musulmana que tiene mucha amistad con el vicario y le dije que lo llamara. Lo llamó y lo trajo él personalmente. Hay muy buena convivencia, también entre los líderes de las religiones. Por cierto, que tras recibir la unción de enfermos, mi amigo salió de la UCI de forma milagrosa porque estaba muy mal. Hay musulmanes que participan en las procesiones de Semana Santa y celebran la Navidad, y hay cristianos que comparten la pascua musulmana con musulmanes de Melilla. Hay una buena convivencia dentro de los problemas que hay y que habrá siempre. El problema es que cuando hay problemas económicos y sociales surgen los miedos, surgen los odios, y la gente polariza.

Una cosa es el diálogo interreligioso y otra la política con Marruecos…
Con el país vecino siempre hay un juego político en el que entra la reivindicación de Melilla. Hay que tener en cuenta que Marruecos no es un país libre. Es una monarquía en la que el rey es prácticamente un semidiós y los ciudadanos no son ciudadanos libres; son súbditos. Allí no se respetan la libertad y los derechos humanos como aquí; aunque aquí también tenemos otros problemas. No estoy de acuerdo con la denominación de Melilla como «ciudad de las culturas». No son tanto las cuatro culturas, porque más o menos compartimos una cultura común, sino de las tres o cuatro religiones. Y sí es cierto que a nivel general hay muy buena convivencia. Yo creo que Melilla es un ejemplo de convivencia para España y para el mundo.