El Papa pide que este viernes las parroquias ofrezcan «el encuentro alegre con la misericordia» - Alfa y Omega

El Papa pide que este viernes las parroquias ofrezcan «el encuentro alegre con la misericordia»

En pleno camino cuaresmal, Francisco desea que este fin de semana en muchas parroquias se viva la iniciativa 24 horas para el Señor, que abre a la reconciliación con «el Padre que a todos acoge y perdona». «Quien experimenta el amor fiel de Dios tiene el deber de estar cerca de los hermanos más débiles», ha dicho también en la audiencia general de este miércoles

Redacción
Foto: AP.

En la catequesis de este miércoles, el Papa Francisco ha subrayado que «quien experimenta en la propia vida el amor fiel de Dios y su consuelo, es capaz, es más, tiene el deber de estar cerca de los hermanos más débiles y de hacerse cargo de sus fragilidades». Pero esto ha de hacerse sin «auto complacerse», sino sintiéndose simples «canales» que transmiten los dones del Señor.

Ante los fieles que le acompañaban en la Plaza de San Pedro, el Pontífice explicó un nuevo texto sobre la esperanza, sacado de la Carta de San Pablo a los Romanos. El texto elegido para este 22 de marzo subraya la relación entre la esperanza y otras dos actitudes muy importantes «para nuestra vida y nuestra experiencia de fe: la perseverancia y la consolación».

«La perseverancia —afirmó el Santo Padre— podríamos definirla también como paciencia: es la capacidad de soportar, llevar sobre los hombros, soportar, de permanecer fieles, incluso cuando el peso parece hacerse demasiado grande, insostenible, y seremos tentados de juzgar negativamente y de abandonar todo y a todos». Y la consolación, precisó el Papa, «es la gracia de saber acoger y mostrar en toda situación, incluso en aquellas marcadas por la desilusión y el sufrimiento, la presencia y la acción compasiva de Dios».

No hay «fuertes» y «débiles»

Sin embargo, el fruto de esta llamada a hacerse cargo de las fragilidades de los demás no implica que las comunidades cristianas se dividan en «fuertes» y «débiles». La Palabra nos anima a «tener los mismos sentimientos unos hacia otros» y «alimenta una esperanza que se traduce en el compartir, en el servicio recíproco» que también el fuerte necesita y el débil puede ofrecer, porque en la comunidad todos tienen «un solo corazón».

Esto es posible poniendo en el centro a Cristo, que es «quien nos da la fortaleza, quien nos da la paciencia, quien nos da la esperanza, quien nos da la consolación». Se trata, concluyó Francisco, de tomar conciencia de que «nuestra esperanza no se funda en nuestras capacidades y en nuestras fuerzas, sino en el fundamento de Dios y en la fidelidad de su amor, es decir, en la fuerza de Dios y en la consolación de Dios».

24 horas con el Señor

Después del rezo del Ángelus, el Santo Padre invitó a todos los fieles a vivir en profundidad, este viernes y sábado, la iniciativa 24 horas para el Señor «para redescubrir el sacramento de la reconciliación. Anhelo, que también este año, este momento privilegiado de gracia del camino cuaresmal se viva en muchas iglesias del mundo para experimentar el encuentro alegre con la misericordia del Padre, que a todos acoge y perdona».

RV / Redacción

Texto completo de la catequesis del Papa

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Ya desde hace algunas semanas el Apóstol Pablo nos está ayudando a comprender mejor en que cosa consiste la esperanza cristiana. Y hemos dicho que no era un optimismo, no: era otra cosa. Y el Apóstol nos ayuda a entender que cosa es esto. Hoy lo hace uniéndola a dos actitudes aún más importantes para nuestra vida y nuestra experiencia de fe: la «perseverancia» y la «consolación» (vv. 4.5). En el pasaje de la Carta a los Romanos que hemos apenas escuchado son citados dos veces: la primera en relación a las Escrituras y luego a Dios mismo. ¿Cuál es su significado más profundo, más verdadero? Y ¿En qué modo iluminan la realidad de la esperanza? Estas dos actitudes: la perseverancia y la consolación.

La perseverancia podríamos definirla también como paciencia: es la capacidad de soportar, llevar sobre los hombros, «soportar», de permanecer fieles, incluso cuando el peso parece hacerse demasiado grande, insostenible, y estamos tentados de juzgar negativamente y de abandonar todo y a todos. La consolación, en cambio, es la gracia de saber acoger y mostrar en toda situación, incluso en aquellas marcadas por la desilusión y el sufrimiento, la presencia y la acción compasiva de Dios.

Ahora, san Pablo nos recuerda que la perseverancia y la consolación nos son transmitidas de modo particular por las Escrituras (v. 4), es decir, por la Biblia. De hecho, la Palabra de Dios, en primer lugar, nos lleva a dirigir la mirada a Jesús, a conocerlo mejor y a conformarnos a Él, a asemejarnos siempre más a Él. En segundo lugar, la Palabra nos revela que el Señor es de verdad «el Dios de la constancia y del consuelo» (v. 5), que permanece siempre fiel a su amor por nosotros, es decir, que es perseverante en el amor con nosotros, no se cansa de amarnos: ¡no! Es perseverante: ¡siempre nos ama! Y también se preocupa por nosotros, curando nuestras heridas con la caricia de su bondad y de su misericordia, es decir, nos consuela. Tampoco, se cansa de consolarnos.

En esta perspectiva, se comprende también la afirmación inicial del Apóstol: «Nosotros, los que somos fuertes, debemos sobrellevar las flaquezas de los débiles y no complacernos a nosotros mismos» (v. 1). Esta expresión «nosotros, los que somos fuertes» podría parecer arrogante, pero en la lógica del Evangelio sabemos que no es así, es más, es justamente lo contrario porque nuestra fuerza no viene de nosotros, sino del Señor. Quien experimenta en su propia vida el amor fiel de Dios y su consolación está en grado, es más, en el deber de estar cerca de los hermanos más débiles y hacerse cargo de sus fragilidades.

Si nosotros estamos cerca al Señor, tendremos esta fortaleza para estar cerca a los más débiles, a los más necesitados y consolarlos y darles fuerza. Esto es lo que significa. Esto nosotros podemos hacerlo sin auto-complacencia, sino sintiéndose simplemente como un «canal» que transmite los dones del Señor; y así se convierte concretamente en un «sembrador» de esperanza. Es esto lo que el Señor nos pide a nosotros, con esa fortaleza y esa capacidad de consolar y ser sembradores de esperanza. Y hoy, se necesita sembrar esperanza, ¿eh? No es fácil.

El fruto de este estilo de vida no es una comunidad en la cual algunos son de «serie A», es decir, los fuertes, y otros de «serie B», es decir, los débiles. El fruto en cambio es, como dice Pablo, «tener los mismos sentimientos unos hacia otros, a ejemplo de Cristo Jesús» (v. 5). La Palabra de Dios alimenta una esperanza que se traduce concretamente en el compartir, en el servicio recíproco. Porque incluso quien es «fuerte» se encuentra antes o después con la experiencia de la fragilidad y de la necesidad de la consolación de los demás; y viceversa en la debilidad se puede siempre ofrecer una sonrisa o una mano al hermano en dificultad.

Y así es una comunidad que «con un solo corazón y una sola voz, glorifica a Dios» (Cfr. v. 6). Pero todo esto es posible si se pone al centro a Cristo, su Palabra, porque Él es el «fuerte», Él es quien nos da la fortaleza, quien nos da la paciencia, quien nos da la esperanza, quien nos da la consolación. Él es el “hermano fuerte” que cuida de cada uno de nosotros: todos de hecho tenemos necesidad de ser llevados en los hombros del Buen Pastor y de sentirnos acogidos en su mirada tierna y solícita.

Queridos amigos, jamás agradeceremos suficientemente a Dios por el don de su Palabra, que se hace presente en las Escrituras. Es ahí que el Padre de nuestro Señor Jesucristo se revela como «Dios de la perseverancia y de la consolación». Y es ahí que nos hacemos conscientes de como nuestra esperanza no se funda en nuestras capacidades y en nuestras fuerzas, sino en el fundamento de Dios y en la fidelidad de su amor, es decir, en la fuerza de Dios y en la consolación de Dios. Gracias.