Cristianos en un contexto plural (y hostil)
El cristiano no busca nunca solo su propia salvación ni defender exclusivamente los derechos de su comunidad
El tiempo ha terminado dando la razón al patriarca Luis Sako, siempre reticente a la formación de milicias cristianas en Irak, e incluso a fiar la defensa de los derechos de esta minoría a la formación de partidos confesionales. Como informa esta semana Ferran Barber desde Irak, entrar en el juego de la lucha por el poder ha degenerado trágicamente en algún enfrentamiento a tiros entre milicias cristianas con intereses contrapuestos. Esto demuestra que era imposible sumarse al conflicto sectario (entre grupos sunitas, chiitas y kurdos) sin asumir el peaje de vasallajes inconfesables. Pero interviene además una cuestión con trasfondo incluso teológico: el cristiano no busca nunca solo su propia salvación ni defender exclusivamente los derechos de su comunidad. La Iglesia reivindica un concepto de ciudadanía que abarque a todas aquellas personas dispuestas a convivir en paz con los demás, y no impida a nadie ejercer en plenitud su derecho a la libertad religiosa, tanto en público como en privado. En coherencia con esa opción las jerarquías cristianas de Irak defienden que, frente a la proliferación de milicias, se fortalezcan instituciones comunes como el Ejército nacional, y que la participación política de los cristianos se realice a través de distintos partidos laicos.
La distinción entre el plano temporal y el religioso, entre Dios y el César, está en el ADN del cristianismo. La gran noticia en las últimas semanas es que ese concepto de ciudadanía civil empieza a ser asumido también por algunas importantes autoridades musulmanas. La universidad egipcia de Al Azhar, que el Papa quiere visitar este año, y el Consejo de los Sabios musulmanes, radicado en los Emiratos Árabes, han impulsado, en este sentido la Declaración de convivencia recíproca islámico-cristiana, que rechaza cualquier tipo de discriminación en nombre del islam. Buena parte del mérito se debe seguramente a la mano tendida de Francisco al mundo musulmán. Pero también a actuaciones a pie de calle mucho menos conocidas, como tantas de la comunidad católica en países como Irak, tendiendo puentes y sembrando paz entre todos.