Blázquez, tres años más como presidente de la Conferencia Episcopal - Alfa y Omega

Blázquez, tres años más como presidente de la Conferencia Episcopal

Los obispos eligen por una amplia mayoría al arzobispo de Valladolid para llevar las riendas de la Iglesia en nuestro país. Velará por que todas las voces «sean escuchadas». El cardenal Cañizares será el vicepresidente

Fran Otero
El cardenal Ricardo Blázquez posa ante los medios gráficos antes de saludar a los periodistas este martes. Foto: Ignacio Gil

Como en 2005, los encargados de liderar la Conferencia Episcopal Española durante los tres próximos años serán el cardenal arzobispo de Valladolid, Ricardo Blázquez; y el cardenal arzobispo de Valencia, Antonio Cañizares. Han pasado 12 años; hoy son purpurados y ocupan diócesis distintas. La del primero fue una elección, mejor dicho reelección, por amplia mayoría; Blázquez, que cumple en un mes 75 años y presentará la preceptiva renuncia ante el Papa, logró el apoyo de 52 prelados, frente a los 20 del cardenal Cañizares, los cuatro del cardenal Osoro, uno del arzobispo de Barcelona, Juan José Omella, y otro en blanco. La novedad de esta Plenaria electiva reside en el nuevo vicepresidente, el cardenal Cañizares, que fue respaldado por 45 obispos, frente a los 28 que votaron a Osoro y los tres que eligieron a Omella.

Poco después de las votaciones, el reelegido presidente compareció ante los medios de comunicación. Contó lo que le dijo a los obispos: «Primero agradecí su confianza. Luego me puse a su disposición. Les dije que tengan la seguridad de que estoy a disposición de la Conferencia Episcopal, de los obispos y de la Iglesia en España en comunión con el Papa Francisco».

El purpurado recalcó que su misión como presidente tiene un papel hacia fuera, en la comunicación con la Santa Sede y con el Gobierno nacional y otra hacia dentro de «moderador», de «hacer que las instituciones de la Conferencia Episcopal funcionen correctamente, que todos puedan actuar con libertad y que haya espacio para que las diversas voces sean escuchadas».

Preguntado sobre si la repetición del tándem Blázquez-Cañizares supone una vuelta al pasado, dijo que su reloj, el de don Antonio y el de todos marcan la misma hora y, por tanto, que hayan repetido encargo no significa una vuelta atrás, solo una segunda elección.

Otro de los puntos de interés de la jornada del martes fue la configuración del Comité Ejecutivo de la CEE, encargado de las tareas ordinarias. Además del presidente, vicepresidente, secretario general y el arzobispo de Madrid, los obispos eligieron para completar este órgano al arzobispo de Barcelona, Juan José Omella; al arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz Montes; y al arzobispo de Zaragoza, Vicente Jiménez Zamora.

Un día antes de estas elecciones, el cardenal Blázquez hizo en su discurso de apertura de la Asamblea Plenaria un recorrido por las cuestiones que afectan hoy a la Iglesia en España: las reformas del Papa Francisco, la formación de los seminaristas o el Sínodo de los jóvenes, en los que se refiere a temas internos; y la violencia de género, los vientres de alquiler, la situación política o el pacto educativo sobre cuestiones sociales.

Inició su intervención con el saludo a los nuevos miembros de la Plenaria y con el recuerdo del 50 aniversario de la CEE y del cuarto aniversario de la elección del Papa Francisco, a quien mostró la firma adhesión de todo el episcopado español. Adhesión a su persona y a sus reformas. «El Papa Francisco ha manifestado desde el principio de su ministerio como sucesor de Pedro la intención de profundizar en la sinodalidad eclesial y promover una saludable descentralización, particularmente a través del Sínodo de los Obispos y de las Conferencias Episcopales. Se trata de prolongar la onda expansiva del Concilio Vaticano II».

En concreto, señaló que la reforma de la Curia que está llevando a cabo debe tener su réplica en la Conferencia Episcopal y en las diócesis con arreglo a los criterios de simplificación, concentración fundamental, agilidad y eficacia.

De la situación política, recordó la novedosa configuración de las Cortes nacionales y de los parlamentos regionales y pidió, como lo hace Francisco, «diálogo». Un diálogo, que debe tener como límite el respeto al otro: «Por ejemplo, el ejercicio del derecho a la libertad de expresión debe ser compatible con el derecho al respeto de los sentimientos religiosos. El diálogo auténtico requiere respeto mutuo para buscar juntos las soluciones pertinentes». Habló también de uno de los problemas que aqueja a nuestra sociedad al clamar: «¡Cuántas mujeres asesinadas por la violencia machista!». Y al hablar de la crisis económica y sus víctimas, la falta de trabajo o la situación de los migrantes, recordó el documento Iglesia, servidora de los pobres para «pedir perdón por los momentos en que no hemos sabido responder con prontitud a los clamores de los más frágiles y necesitados». Finalmente, defendió el derecho de la Iglesia a estar presente en el pacto educativo y reafirmó la postura episcopal sobre la clase de Religión.