Buen pastor y mejor padre - Alfa y Omega

Buen pastor y mejor padre

Tras la Misa de despedida de monseñor Osoro, el Vicario General de Valencia, don Vicente Fontestad, puso palabras al sentimiento encontrado de tristeza y gratitud de la diócesis. «¡Que su ministerio en Madrid sea tan fructífero como aquí!», le deseó por último

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Un momento de la intervención de don Vicente Fontestad ante monseñor Carlos Osoro. Foto: AVAN

Querido don Carlos: Nunca hubiésemos querido vivir esta celebración de despedida, pero, como usted nos ha enseñado siempre, hay que estar dispuesto para entregarse y para darse sin reservas.

No es posible reflejar en unas líneas lo que usted ha sido para muchos a través de su encuentro personal. Sólo Dios sabe lo que ha sembrado en el corazón de sus diocesanos.

Por eso, únicamente señalaré algunos motivos objetivos de nuestro agradecimiento por el tiempo en el que ha sido nuestro arzobispo.

Haciéndome eco del sentimiento y afecto de toda la Iglesia en Valencia, quisiera transmitirle nuestro más profundo reconocimiento por su identidad tan transparente de pastor, de padre y amigo…, haciendo fácil el anuncio del Evangelio a través de la acogida personal, del encuentro, de ponerse del todo en la calle y hacer visible que la vida del Reino es presencia y alegría.

Reconocimiento por su gran creatividad para abrir caminos a Jesucristo en medio de nuestra sociedad, con empeño constante de diálogo y anuncio, convirtiendo el Evangelio en Buena Noticia para todo ser humano y para toda realidad humana. El Itinerario Diocesano de Renovación que acabamos de concluir ha sido una verdadera gracia de Dios, como lo será también el Itinerario Diocesano de Evangelización. Usted ha puesto un gran empeño en la promoción del seglar a través de las Vicarías de Evangelización y de Acción Caritativa y Social.

Reconocimiento por la huella de compromiso, de comprensión y apoyo para todos (sacerdotes, miembros de la vida religiosa en sus diversas formas, laicos jóvenes y mayores, seminaristas…), dejando su olor de buen pastor en cada uno de los que formamos esta Iglesia.

Y profundo agradecimiento por habernos puesto en misión, porque cada uno de nosotros y cada instante de nuestra vida son necesarios para hablar de Dios. Quiero señalar el proyecto de Familias misioneras, y de Enfermos misioneros que manifiestan su pasión por el Evangelio.

Agradecimiento porque, por medio de usted, nuestras comunidades parroquiales han recibido el aliento de profundizar en el misterio de Dios y aunar, como Iglesia, esfuerzos y compromisos. Han recibido el anuncio de estar siempre en constante misión y, para eso, no ha evitado esfuerzos por salir, conocer y querer a todos, por supuesto y muy especialmente a los alejados, y hacernos sentir a todos que somos necesarios para hacer realidad el proyecto de Dios.

Agradecimiento por motivar a nuestros jóvenes en el compromiso de la oración asidua, reuniéndose con ellos quincenalmente en la basílica de la Mare de Deu dels Desamparats y en tantas parroquias de la diócesis, y por hacer que se sientan enviados como misioneros de otros jóvenes.

Agradecimiento por contagiarnos el valor de la vocación, y poner a nuestro Seminario como lugar central en nuestra diócesis y referencia para todos los que quieran responder a Dios como servidores, desde el ministerio sacerdotal. Usted ha sido el primer animador vocacional y esta huella la acogemos con ilusión y empeño.

Agradecimiento por su interés paternal por todos y cada uno de los sacerdotes. No ha escatimado tiempo, ni oportunidades para estar a nuestro lado: con los más mayores, con los enfermos, con los que están pasando por situaciones difíciles, rezando por nosotros y con nosotros, haciéndonos amar la vocación que hemos recibido.

Agradecimiento por su preocupación por todas las diócesis. En este momento, son 38 los sacerdotes de Latinoamérica, Asia y África que están colaborando en muchas parroquias y cursando sus estudios de Licenciatura y Doctorado en nuestros centros educativos: la Facultad de Teología, la Facultad de Derecho Canónico, el Pontificio Instituto Juan Pablo II y el Máster en Bioética de la Universidad Católica de Valencia San Vicente Mártir.

Agradecimiento profundo porque ha guiado esta diócesis, indicando el camino de la unidad para nuestra Iglesia, y poniendo siempre a Jesucristo como modelo y camino al servicio de la Verdad de Dios. Y para esto, como tantas veces nos ha señalado y pedido, hay que estar visibles y dispuestos, en camino y en búsqueda. Toda una referencia a abrir el Evangelio y llevarlo a las periferias de nuestras vidas y de nuestras familias, de nuestras parroquias, de nuestra sociedad.

Agradecimiento, don Carlos, porque hemos visto y sentido que su corazón nos ha amado y siempre ha buscado caminos para demostrarlo.

Los que hemos tenido la fortuna de estar más cerca de usted, sabemos que usted no improvisa, todo lo trata previamente con el Señor. Las primeras horas del día siempre han estado reservadas para el encuentro reposado con Dios. Nada es para usted tan importante como el alimento espiritual de la oración.

Muchas gracias por su aportación a la devoción de la Eucaristía que queda reflejada en la Capilla de Adoración Perpetua.

Queremos mostrarle nuestro agradecimiento con un regalo que estamos seguros que usted valora y que nos hará presente en su corazón cada día: una copia fiel del Santo Cáliz, que usted puso en su escudo episcopal como arzobispo de Valencia.

Querido don Carlos, cada día, cuando celebre la Eucaristía y eleve para su adoración el Cuerpo y la Sangre de Cristo, le pido que tenga una oración por esta Iglesia en Valencia.

Hemos tenido un buen pastor, un mejor padre y un muy cercano amigo. Aquí estará siempre su casa, su familia y su porción de Iglesia, que se compromete a seguir creciendo bajo la guía y estimulo del cardenal don Antonio Cañizares.

Le acompañaremos desde Valencia con nuestra oración y cariño, para que su ministerio en Madrid sea tan fructífero como aquí, y siga respondiendo a la voluntad de Dios, con tanta alegría y entrega como nos ha enseñado y transmitido. Que Dios le siga bendiciendo en toda su labor apostólica.

Vicente Fontestad