Entrevista al nuevo obispo de Osma-Soria: «Necesitamos superar el clericalismo» - Alfa y Omega

Entrevista al nuevo obispo de Osma-Soria: «Necesitamos superar el clericalismo»

Ricardo Benjumea
Monseñor Abilio Martínez saluda al Papa el 25 de enero. Foto: L’Osservatore Romano

Abilio Martínez Varea (Autol –La Rioja–, 1964), hasta ahora vicario de Pastoral y Enseñanza en Calahorra y La Calzada-Logroño, será ordenado el sábado obispo en la catedral de El Burgo de Osma, en una ceremonia presidida por el arzobispo metropolitano de la provincia eclesiástica de Burgos, monseñor Fidel Herráez, y concelebrada por 33 obispos, entre ellos el presidente de la CEE (el cardenal Blázquez) y el vicepresidente (Carlos Osoro), además del nuncio. Su lema episcopal es El que os llama es fiel, «para significar –explica– que lo fundamental es contar siempre con Dios para la misión, no con nuestros méritos».

¿Qué perfil de obispo cree que se necesita hoy?
Con experiencia de Jesucristo, pero por, poner adjetivos, diría que sea humilde, cercano a los problemas de las personas y misericordioso. Debemos ser pastores con el pueblo, no seres raros y extraños. Y querer a nuestra gente.

En su carta de saludo a los sorianos se dirigió usted a todos, católicos o no. Toda una declaración de intenciones.
Quería hacer ver que un obispo no solo es para el pueblo de Dios; nuestra misión es estar también con los que no creen, anunciarles el Evangelio desde el respeto a todos. Y que, aunque no somos políticos, estamos dispuestos a trabajar con todas las personas de buena voluntad por el bien de la sociedad.

¿El peligro de una Iglesia en salida puede ser que los de dentro digan: «Este quiere más a los de fuera»?
Es verdad, pero el Papa lo explica muy bien en la Evangelii gaudium. Hay personas situadas en tres niveles a las que tenemos que atender: las muy practicantes, las que vienen a la iglesia de forma más esporádica y las que no creen. A todas tenemos que dirigirnos y a todas tenemos que quererlas. Pero no es que la Iglesia en salida abandone a los de dentro; al contrario, los potencia, porque el cura y el obispo no salen solos, salen con una comunidad.

¿Cómo fue su encuentro con el Papa a finales de enero?
Estuve una audiencia con otros obispos y pude hablar con el Papa unos minutos. Me sorprendió mucho que conociera quién era yo, de dónde venía… Va preparado. Había leído algunas declaraciones mías y me dijo que le había gustado esto de las características del obispo: pastor cercano, humilde, cercano a los problemas de la gente… Él subrayó mucho que somos curas y obispos para todos, que debemos estar con toda la gente.

Usted es de pueblo, de Autol, aunque después se formara en Salamanca y en Roma. Ha dicho que no le ha asusta ir a una diócesis rural. ¿Le preocupa que con la despoblación del campo se pierdan valores importantes?
Ese es un déficit que, si no se revierte, lo vamos a lamentar todos. Las sociedades rurales son mucho más cercanas y solidarias, menos abstractas; las relaciones entre vecinos se viven de manera más auténtica; te preocupas por un vecino que esa mañana no ha salido a hacer la compra…

Para los hijos y nietos de quienes emigraron a la ciudad esa es ya a menudo una realidad muy lejana.
Por eso los abuelos no se tienen que cansar nunca del relato. Mis abuelos y mis padres siempre me contaban cosas del pueblo. Eso es lo que los de mi generación tenemos que seguir haciendo. Aunque a veces nos llamen pesados. Debemos transmitir a los chicos nuestras experiencias sobre tiempos más duros. A los jóvenes les ayudará a darse cuenta de la importancia del esfuerzo y de otros valores que ahora no siempre entienden.

La falta de curas en el mundo rural es uno de los retos que debe afrontar hoy la Iglesia en España. ¿Qué propone usted?
Una respuesta es vivir más la corresponsabilidad en nuestras comunidades. La misión no pertenece solo al sacerdote, sino a toda la comunidad eclesial. Pero necesitamos un cambio de mentalidad, superar el clericalismo y cambiarlo por una espiritualidad de comunión, que además es más fiel al Evangelio.