La familia debería ser la primera y gran prioridad mundial - Alfa y Omega

La familia debería ser la primera y gran prioridad mundial

Antonio Cañizares Llovera
Un momento de la intervención del cardenal Cañizares

Queridos hermanos y hermanas, comparto con todos vosotros la alegría grande, indescriptible, verdadera, imborrable, de este encuentro. Es un inmenso regalo de Dios, porque aquí están las familias de toda España, representadas en vosotros. Y la familia es un maravilloso don divino. Es lo mejor que tenemos. ¿Qué sería de nosotros sin nuestras familias? ¡Gracias a todos, gracias a las familias, gracias a Dios!

Esta celebración está siendo una gran fiesta de la fe de las familias cristianas en el Dios que es amor; una gran fiesta de gozo y de humanidad compartida con todos los que, con nosotros, apuestan por la familia, creen en la familia, viven en familia y la defienden. Aquí está aconteciendo una gran proclamación para todo el mundo del Evangelio de la familia, santuario del amor y de la vida, escuela de paz, cimiento imprescindible para una nueva civilización del amor; aquí se está afirmando vibrante y gozosamente, con certeza y valentía, la gran verdad de la familia; aquí estamos manifestando, sin poder callarlo, la gran seguridad, la fundada esperanza de que en la familia está el futuro de la Humanidad y de cada hombre. Esta asamblea de miles y miles de familias es el gran canto jubiloso de esperanza que se encuentra en la identidad de la familia y de su base y fundamento, que es el matrimonio entre un hombre y una mujer, abierto a la vida, icono de la alianza nupcial de Dios. Este encuentro tan masivo de familias es el testimonio más cierto de que España, de que la Iglesia en España, tiene futuro porque apostáis por la familia, pequeña Iglesia doméstica, signo y morada del Amor, que es Dios.

Haciendo nuestras las palabras del Santo Padre Benedicto XVI, en el inolvidable Encuentro Mundial de las Familias en Valencia, «nos hemos congregado aquí… como una comunidad que agradece y da testimonio con júbilo de que el ser humano fue creado a imagen y semejanza de Dios para amar, y que sólo se realiza plenamente a sí mismo cuando hace entrega sincera de sí a los demás. La familia es el ámbito privilegiado donde la persona aprende a dar y a recibir amor». Por eso, tenemos la plena seguridad de que la promoción, fortalecimiento y defensa de la familia, en su verdad inscrita en la naturaleza del hombre por el Creador, es la base para una nueva cultura del amor. Es el centro de la nueva civilización del amor. Sabemos que lo que es contrario a esa nueva cultura, a esa nueva civilización, y por tanto contrario a la familia, es contrario a toda la verdad sobre el hombre y al mismo hombre, constituye una amenaza para él. Estamos convencidos de que sólo la defensa y afirmación de la familia abrirá el camino, necesario y urgente, hacia la civilización del amor, hacia la afirmación del hombre y su dignidad, hacia la cultura de la vida superando la tenebrosa cultura de la muerte que con tanto poderío nos amenaza.

Es cierto, vivimos tiempos no fáciles para las familias. La institución familiar se ha convertido en blanco de contradicción: por una parte, es la institución social más valorada en los sondeos de opinión, y, por otra, está siendo sacudida en sus cimientos por graves amenazas claras y sutiles, incluso con legislaciones inicuas. La familia se ve acechada hoy, en nuestra cultura y en nuestra sociedad, por un sin fin de graves dificultades, al tiempo que sufre ataques de gran calado, que a nadie se nos oculta. Esta situación es tan delicada, tan grave y de tan graves consecuencias para el futuro del hombre y de la sociedad, que hoy, sin duda, se puede considerar la estabilidad del matrimonio y la salvaguardia y defensa de la familia, su apoyo y reconocimiento público, como el mayor problema social. Cuando se ataca, se deteriora, o no se defiende o protege la familia, se pervierten las relaciones humanas más sagradas, se llena la historia de muchos hombres y mujeres -en todas las edades- de sufrimiento y desesperanza, y se proyecta una amarga sombra de soledad y desamor sobre la historia colectiva y sobre toda la vida social. La familia debería ser la primera y gran prioridad mundial. Por eso es preciso y apremiante defender y afirmar la familia, como esta mañana en esta Plaza de Colón, donde hemos escuchado mensajes tan importantes del Papa para la familia. Ante tantas dificultades, vosotros sois una esperanza grande; en vosotros hay grandes motivos para el futuro porque, aquí y en vuestros hogares, estáis diciendo a la familia y os jugáis todo por ella.

Son muchas, sí, la dificultades; a veces, hasta pueden escasear nuestras fuerzas, o debilitarse nuestros ánimos; pero no temamos, no tengamos miedo, contamos con el auxilio, fuerza y fortaleza de Dios. Y lo invocamos, y nos confiamos a sus manos. ¡Qué manos mejores, más amorosas y más fuertes que las suyas? El auxilio nos viene de Él. ¡No tengamos miedo! ¡Abramos las puertas de las familias a Cristo, sólo Él sabe lo que hay en el corazón de las familias! ¡Gracias a todos! ¡Ánimo! ¡Adelante: el Señor está con vosotros, está con vuestras familias, está con todas las familias, a todas las quiere, por todas vela, a todas acompaña, a ninguna le niega su auxilio! ¡Confiemos en Él!