Tengo dudas. Señor, aumenta mi fe - Alfa y Omega

Teodoro es una buena persona, padre de familia, feliz con su profesión en los medios de comunicación social, comprometido en la acción social. Se considera agnóstico, pero tiene una gran sensibilidad por la belleza, la interioridad y la verdad. De repente, le sobrevino una verdadera tragedia: le avisaron de que su hijo de 20 años ha tenido un accidente de tráfico muy grave. Se acerca al hospital donde los médicos intentan salvar su vida. En la sala de espera le comunican su fallecimiento y, presa de la desesperación, se da golpes de cabeza contra la pared, se revela en su interior.

A los 15 días me encontré con él en la calle. Caminaba cabizbajo, ensimismado. Me detuve a su lado, le expresé mis condolencias, me comentó su dolor y su impotencia, le abracé e intenté aliviar su pena. Le comenté un relato del Evangelio en el que, ante Jesús, se presenta un padre angustiado por su hijo martirizado por malos espíritus. Le pidió: «Si algo puedes, ten piedad de nosotros y ayúdanos». A la respuesta de Jesús, «Todo es posible para el que tiene fe», replica el padre: «Tengo fe, pero con muchas dudas. Aumenta mi fe».

A esta luz le animé a confiar en que hay un horizonte más allá de la muerte; que su hijo, arrancado de esta orilla, llegará a otra rivera. Allí habrá sorpresas, despertará en los jardines de la luz, donde le espera el Dios de la vida con los brazos abiertos, para rehacerlo en una experiencia inédita. El que se ha ido se queda amasado en la carne de los suyos y seguirá latiendo en sus adentros como un eco que nunca acaba de ceder a los ruidos del olvido. Le prometí las oraciones de la comunidad parroquial y quedé a su disposición.

Fue el inicio de una amistad sincera y duradera. Con el tiempo se fue rehaciendo de tal modo que, con ocasión de otra muerte trágica, dedicó una semana a acompañar a su tía que había perdido también a una hija para ayudarla a salir del túnel oscuro.

Cuando me reencuentro con él me expresa su gratitud por aquella primera cercanía a su dolor, y confiesa que, cada vez, que recuerda a su hijo, se sigue estremeciendo.