«Los pobres han de ser los predilectos» - Alfa y Omega

«Los pobres han de ser los predilectos»

Una de las basílicas más hermosas de Roma, la de Santa María en Trastévere, es desde el pasado sábado un poco española. Cuando en noviembre el Papa Francisco entregó la birreta púrpura y el anillo cardenalicio al arzobispo de Madrid, Carlos Osoro también recibió el título de cardenal presbítero de Santa María en Trastévere

Javier Martínez-Brocal
El cardenal Osoro pasea por los alrededores de la basílica junto al párroco, don Marco Gnavi, y la responsable de la Comunidad de Sant’Egidio en Madrid, Tíscar Espigares. Foto: Comunidad de Sant’Egidio

Más que una tradición, este título es un eslabón importante muy ligado a la historia de los cónclaves. Ya que en los primeros siglos del cristianismo el Obispo de Roma era elegido por los párrocos de la Ciudad Eterna, cada nuevo cardenal es simbólicamente incardinado en la diócesis del Papa.

Francisco le ha asignado una de las parroquias más activas y céntricas de Roma. «Es una iglesia muy antigua, la primera dedicada a María en Roma», explica el párroco, Marco Gnavi, en el pórtico de la iglesia, mientras espera la llegada del coche del cardenal.

«Estos mosaicos son del siglo XIII, pero la iglesia fue fundada por san Calixto en el siglo IV», dice apuntando hacia la fachada, mientras mira con atención hacia la plaza. «Este lugar tiene una larga historia cristiana que hoy se enriquece con un nuevo cardenal titular», añade sonriente.

El párroco explica que la basílica es la sede litúrgica de la Comunidad de Sant’Egidio, que Andrea Riccardi fundó en los años 60 a 200 metros de este lugar. Por eso, pidieron al cardenal que tomara posesión durante la Misa semanal que reúne a más personas de este movimiento.

«Que amemos juntos a los pobres»

«Me ha dicho el arzobispo que llegará a las ocho menos cinco, veremos si es puntual», añade el párroco mientras con picaresca romana mira el reloj. «¿Que qué le pediremos? Que desde esta iglesia amemos juntos a los pobres y anunciemos la belleza de ser cristianos», responde convencido, mientras se marcha para comprobar de nuevo que todo esté listo.

Pocos minutos después entran en la basílica Andrea Riccardi; el embajador de España ante la Santa Sede, Eduardo Gutiérrez Sáenz de Buruaga; el secretario de la Congregación de la Vida Consagrada, José Rodríguez Carballo, y Pietro Marini, exmaestro de ceremonias de Juan Pablo II y de Benedicto XVI.

El cardenal saluda al fundador de Sant’Egidio, Andrea Riccardi. Foto: Comunidad de Sant’Egidio

Mientras tanto, en la puerta de la basílica se agolpan algunos españoles. Estaban de vacaciones en Roma, pero se detienen para esperar al cardenal. Unos vienen de Priego de Córdoba, y otros de Albacete. Dentro hay bastantes romanos de la zona y un buen grupo de españoles, muchos de su primera diócesis, Santander, pero también de Barcelona y de Madrid, además de seis personas sin techo de Mensajeros de la Paz.

Cuando empiezan a tañer las campanas de la espectacular torre románica de la basílica, el párroco se acerca a un coche del que baja sonriente el cardenal Carlos Osoro. Son las ocho menos cinco en punto. Un milagro de puntualidad en Roma.

La ceremonia de toma de posesión sigue siempre una estructura parecida. El párroco recibe al nuevo cardenal en la puerta y lo primero que hace es acercarle un crucifijo para que lo bese. Luego, el purpurado recorre la nave central de la iglesia y se detiene en alguna de sus capillas antes de la Misa.

La basílica de Santa María en Trastévere custodia la Madonna della Clemenza, un icono delicadísimo y muy particular ante el que han rezado los tres últimos Papas. Mientras rezaba allí el cardenal se formó la procesión para la Eucaristía, concelebrada con casi un centenar de sacerdotes, muchos de ellos del Colegio Español. Fue una ceremonia muy solemne, gracias también al entorno y al cuidado coro de Sant’Egidio.

Mano a mano con Sant’Egidio

«Quiero comenzar dando gracias a Dios por el regalo que el Santo Padre, el Papa Francisco, me ha dado al entregarme el título de cardenal de Santa María en Trastévere», dijo el cardenal Osoro en la homilía. «Gracias a todos los que formáis esta comunidad parroquial, y muchas gracias a la Comunidad de Sant’Egidio, con la que, desde mis inicios en el ministerio sacerdotal y episcopal, he querido contar para el anuncio del Evangelio», añadió.

El purpurado destacó que «en la diócesis de Madrid he sentido la cercanía y la colaboración de la Comunidad de Sant’Egidio en el anuncio de la Buena Nueva a los más pobres» y destacó que buscan «hacer verdad la cultura del encuentro, sirviendo siempre a los más pobres, en las circunstancias más adversas que dificultan las relaciones fraternas entre los hombres».

Durante la ceremonia, casi completamente en italiano, con algunas oraciones en español, se rezó por la paz en Siria, y por Mar Gregorios y Paul Yazigi, obispos de Aleppo, y el sacerdote Paolo Dall’Oglio, secuestrados por el Dáesh.

Tras la Misa, el cerimoniere del Vaticano actuó como notario pontificio y leyó solemnemente el acta de la toma de posesión, que firmaron el cardenal, el párroco y algunas autoridades. El cardenal contemplaba en silencio, con una tímida sonrisa.

«Hay muchísimas pobrezas que corroen este mundo»

«Estoy feliz de ver a tanta gente de España, de Madrid y de mi diócesis antigua y primera de Santander», reconoció a un grupo de periodistas. «Es verdad que la gente te felicita, pero este es un honor diferente», explicó mientras se despedía de algunos asistentes. «Es el honor de que Dios te pide que agrandes mucho más el corazón: si quieres ayudar al Santo Padre hay que agrandarlo para todos los hombres, como él lo hace, y tienes que cambiar tu mirada, porque la mirada tuya es para todos, para ver lo que necesitan todos los hombres. Hay muchas situaciones en el mundo que necesitan una mirada diferente, que es la de Cristo», aseguró.

Un momento de la celebración eucarística en la basílica. Foto: Comunidad de Sant’Egidio

«¿Y qué mensaje le ha querido dar el Papa asignándoles el título de esta iglesia?», preguntó alguien. «Pues yo creo que está claro», respondió casi sin pensarlo. «Los pobres han de ser los predilectos. No es solamente la pobreza material, hay muchísimas otras pobrezas que hoy corroen este mundo: la pobreza de la falta de paz, del enfrentamiento, la pobreza de no saber hacer puentes para poder comunicarnos los hombres, por supuesto la pobreza real, de quien no tiene nada que llevarse a la boca, y todas las pobrezas existenciales», explicó. «Yo creo que eso es lo que me quiere dar, o por lo menos yo así leo la presencia en este lugar de la Comunidad de Sant’Egidio, que precisamente busca a estas personas. Así lo vemos también en mi diócesis de Madrid», añade.

Son casi las diez de la noche. En Roma es tardísimo. Pero los fotógrafos del Vaticano le piden unos minutos para tomarle otras imágenes. Cuando termina, ve que en la puerta de la sacristía le esperan algunos españoles y se detiene con ellos. Hay varias religiosas y dos o tres familias.

También están los peregrinos de las iglesias de San Antón y de Santa Ana. Son cinco o seis sin techo, como Leandro, que escapó de Cuba. Ante ellos el arzobispo tampoco parece tener tiene prisa. Los abraza, los bendice, se hace varios selfies y pide al sacerdote que los acompaña: «Cuídamelos, ¿eh?».