Dos décadas de bendición - Alfa y Omega

Dos décadas de bendición

El 9 de octubre de 1994 salía a la luz el primer número de este semanario, en su primera etapa como Suplemento de religión de La información de Madrid, periódico madrileño nacido pocos meses atrás y que concluía su andadura otro día 9, de julio de 1995, con un Alfa y Omega abierto a la esperanza, como atestigua la portada que aquí puede verse. Otro 9, de diciembre de ese mismo año, ya semanario independiente, de la mano de ABC, iniciaba la etapa de su crecimiento hasta esa madurez y fecundidad actuales que sólo podía obrar su fidelidad a la bendición de Dios. Escribe el cardenal arzobispo de Madrid:

Antonio María Rouco Varela

«Mi saludo más cordial y mi bendición para los lectores de Alfa y Omega y para todos los madrileños. Vuestro…» Eran mis primeras palabras escritas, ¡hace justamente veinte años, los mismos de mi ministerio episcopal en Madrid!, en las páginas recién estrenadas de este querido semanario. En más de una ocasión lo he definido como el milagro semanal, y hoy, con una historia que se acerca ya al millar de semanas, no se puede dudar de que así es, un verdadero milagro, que no lo explican los meros cálculos y medidas humanas. Aquellas palabras mías de bendición encerraban mucho más de lo que yo podía calcular y medir en ese momento, encerraban toda la verdad de la presencia viva y actuante de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo. No otra cosa es la bendición en cristiano.

No ha dejado Dios de bendecirnos, a su Iglesia que peregrina en Madrid, con la luz de su Palabra y la fuerza de su Espíritu, multiplicando la fecundidad cristiana y apostólica de nuestra comunidad diocesana, haciéndola crecer en la comunión y en la misión, y de todas estas bendiciones, Alfa y Omega no ha dejado de dar fe puntualmente, semana tras semana, a la vez que no ha dejado de impulsarlas, siguiendo con fidelidad perseverante lo que ha sido su brújula desde el principio, ya en su primer número, bien significativamente centrando la mirada en la familia, del 9 de octubre de 1994: Jesucristo, que no ha dejado de marcar su rumbo ya desde la elección de su título, el nombre mismo del Señor tal y como lo revela en el Apocalipsis: «Yo soy el Alfa y la Omega». Lo decía así en su primer editorial: «En la cabecera de una publicación católica periódica, Alfa y Omega quiere decir dos cosas: que la persona de Jesucristo, resucitado y vivo para siempre, y presente en la Iglesia, es el fundamento, la roca, sobre la que se puede edificar una humanidad plena y verdadera, y que Jesucristo tiene que ver con todo en la vida, porque tiene que ver con el significado de la vida. Más exactamente, porque es el significado y la esperanza de la vida».

Las 20 portadas que ilustran estas raíces del semanario expresan bien significativamente cómo la presencia de Cristo, que ha guiado su andadura a lo largo de sus ya dos décadas cumplidas, ilumina y llena de verdad, de bien y de belleza todas las realidades y circunstancias de la vida: el cine y la música, la familia y la educación, la política y la economía…, todo, la vida privada y la pública.

El mercado de los medios tiene ofertas sobre todo tipo de cosas…, menos sobre lo que más importa en la vida: su sentido. Ahí, el vacío es clamoroso. Alfa y Omega, sin duda, lo está llenando, siendo un medio precioso para la nueva evangelización, tan indispensable en la hora presente. Quiera la bendición de Dios que lo siga llenando, y con creciente plenitud, en el futuro.

Oraciones de andar por casa

Veinte años de respuesta

«Y vosotros, ¿quién decís que soy Yo?»: ésta era la primera y fundamental pregunta que campeaba en la portada del primer número, ya como semanario, de Alfa y Omega, cuyos primeros veinte años celebramos gozosa y agradecidamente.

Nuestro trabajo, Señor, ha querido ser -¡ojalá lo haya sido!- una larga y sostenida respuesta a esta pregunta definitiva. Casi mil semanas, Señor, que se dice pronto, intentando responder del mejor modo posible a tu interpelación permanente, desde nuestro semanario católico de información, que no es lo mismo que de información católica, aunque eso, desde luego, también.

Quisieran ser estas líneas conmemorativas -¡ojalá acierten a serlo!- una más de tantas sencillas oraciones de andar por casa como han visto la luz, a lo largo de estos veinte años en estas páginas. Quieren ser, Señor, ante todo, una integral acción de gracias, de todo corazón, por estos veinte años de fe, de esperanza, de caridad, de providencia, de misericordia, de perdón, de prudencia, justicia, fortaleza y templanza, de confianza, de alegría, de entrega, de comunión, de servicio, de profesionalidad acendrada, de libertad y de verdad. ¡Gracias por dejarte comunicar a través de nosotros, y gracias por dejarnos intentar comunicarte, por enseñarnos que la mayor y mejor caridad consiste en decir siempre la verdad, cueste lo que cueste!

Gracias por enseñarnos a enseñar que, en tu Iglesia, no caben las rupturas, sino la continuidad, con los diversos, lógicos y específicos matices personales y circunstanciales. Gracias por permitirnos creer y aprender, y por enseñarnos a enseñar, que sin Ti nada podemos hacer y que Tú estás siempre con nosotros hasta el fin de los tiempos, providencialmente, cada semana, cada minuto de cada hora de cada día.

Tú sabes mejor que nadie, porque lo haces, que Alfa y Omega es un milagro semanal, como es un milagro constante y permanente cada instante de nuestra vida. Haz, Señor, que Alfa y Omega siga haciendo posible, con tu ayuda, este milagro semanal, y sigue buscando y sabiendo ofrecer a nuestros hermanos tu Reino de Verdad y de Vida, de santidad y de gracia, de justicia, de amor y de paz.

Amén.